por Huitzilihuitl Pallares Gutiérrez *
Se dice que la mejor escuela para estudiar historia en México es la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Por lo menos así se desprende de la publicación del listado de las mejores universidades del mundo: la evaluación realizada por QS World University Rankings en septiembre pasado, colocó a la UNAM en la posición número 30 del listado de las mejores universidades del mundo para estudiar historia, sólo antecedida, en el contexto latinoamericano, por la Universidad de San Pablo (Brasil), que se situó en el lugar 27. Cabe decir que ninguna otra institución de educación superior mexicana que ofrece la licenciatura en historia aparece en dicho listado (que puede verse aquí).
Ante este ranking es pertinente reflexionar sobre algunos puntos de lo que implica formar historiadores en la Facultad de Filosofía y Letras. Según el plan de estudios acreditado en 1999, el campo de trabajo del historiador “comprende la docencia a nivel superior y medio superior, la investigación especializada y la difusión del conocimiento y conciencia de la historia”, de manera que está organizado en cuatro grandes áreas; a saber, 1) historiografía, 2) investigación, docencia y difusión, 3) teoría, y 4) conocimiento histórico. (El plan de estudios puede consultarse aquí.)

De esta manera, puede decirse que el área dedicada a la investigación, docencia y difusión es la columna vertebral de la licenciatura en historia. Ésta se compone por 12 asignaturas: dos de iniciación a la investigación histórica, dos de comentario de textos, dos de enseñanza de la historia, dos seminarios-taller generales, dos seminarios-taller especializados y dos seminarios de investigación.
“Iniciación a la investigación histórica” y “Comentario de textos” son asignaturas de carácter obligatorio y un tanto introductorio, pues se imparten en el primer par de semestres, y tradicionalmente están encaminadas a la investigación especializada. “Enseñanza de la historia” se imparte en tercer y cuarto semestre y es de carácter obligatorio. Los seminarios son de carácter obligatorio con temática optativa y se imparten a partir del tercer semestre y hasta el término de la carrera, en el octavo semestre. Como puede observarse, ninguna signatura está dedicada expresamente a la difusión de la historia.
En ese sentido, el único campo de acción para la difusión son los seminarios. Sin embargo, cuando se examinan los temas de cada uno de éstos se observa que fundamentalmente están dedicados a la investigación especializada, mínimamente a la difusión y nulamente a la enseñanza de la historia: de los 43 seminarios que se imparten en el presente semestre (2013-1), 41 tratan sobre investigación especializada (por ejemplo, “Paleografía”, “El proceso de independencia” o “Historia cultural”), dos sobre difusión (“Los museos y la divulgación del pasado” e “Historia y patrimonio cultural”) y ninguno sobre enseñanza.
Tras este rápido y un tanto tedioso análisis, puede concluirse que la enseñanza, pero sobre todo la difusión de la historia, se ven como actividades marginales y secundarias, en tanto que la investigación especializada sigue siendo el eje rector en la formación de historiadores.
Mientras no se tome en serio el plan de estudios y se ponga en marcha adecuadamente, es decir, buscando un equilibro en los temas de los seminarios, y mientras no se consideré que la enseñanza y la difusión son actividades de igual importancia que la investigación, no se podrá formar historiadores capaces de cumplir con los requerimientos de nuestro tiempo.
A pesar del buen posicionamiento en la evaluación realiza por QS World University Rankings, aún falta mucho por hacer —no tanto para escalar lugares sino para formar profesionales de la historia verdaderamente comprometidos con la función social de la disciplina.
Y es que como menciona este ensayo, «se dice» que la mejor escuela para estudiar historia en México es la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, lo cual es ampliamente discutible. Inclusive en la universidad de la cual egresé —que no es para nada una top— existe en el plan de estudios de 2006 un área de formación en «Divulgación y gestión de la historia». Probablemente en provincia sí existen programas más desarrollados. Habrá que voltear a ver las propuestas que desde ellas se gesta. Por ahora el mejor proyecto de difusión histórica en México (a mi parecer) lo están llevando a cabo los comunicologos de Bully Magnets
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Estoy muy de acuerdo con el cometario; sin embargo, creo que el problema es la instrumentalización del cada uno de los planes de estudio. Por lo general todas las licenciaturas en historia consideran en su plan de estudios un área dedicada a la enseñanza y a la difusión, pero no se ponen en marcha adecuadamente, pues se piensa que son actividades secundarias.
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Me parece que las afirmaciones del autor son ciertas, pues si bien los egresados de la licenciatura en historia aspiramos a ingresar a institutos de investigación, estos son pocos y restringidos, lo que te obliga como historiador a realizar investigación de forma independiente o de plano olvidarte de esa actividad. Por lo tanto, es el campo de la docencia donde mayores oportunidades laborales encontramos, pero en la Facultad, desde que estudiaba «Didáctica de la historia» (1998) con Poncelis no se daba seriedad al desarrollo de competencias docentes en los historiadores, sólo lo trabajaba con seriedad Andrea Sánchez Quintanar. Quizás sea el momento de que los egresados, forjados en la didáctica, sumen esfuerzos para incidir en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia en nuestro Colegio.
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