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Cabeza de cerdo

por Israel Vargas Vázquez *

El viernes pasado, integrantes del Frente Campesino Independiente Emiliano Zapata realizaron una marcha en la ciudad de Campeche para conmemorar el 251 aniversario de la muerte del líder indígena Jacinto Canek. Al arribar al barrio de San Román por la avenida Paseo de los Héroes, arrancaron del pedestal el busto de Juan Camilo Mouriño Terrazo, ex secretario de Gobernación del (mortal y espurio) gobierno de Felipe Calderon.

El busto de Mouriño en Campeche
El busto de Mouriño en Campeche

El acto fue por demás significativo ya que colocaron una cabeza de cerdo en su lugar y arrastraron la efigie hasta las puertas del ayuntamiento que gobierna la cuñada de Mouriño, Martha Escalante Castillo (hermana de su viuda, Marigely Escalante). Entre gritos y consignas exigieron una estatua para Jacinto Canek y retirar definitivamente el monumento que Calderon y su esposa develaron en 2009 por motivo del primer aniversario luctuoso de quien pereció junto con toda la tripulación al desplomarse su jet en la ciudad de México.

El hecho de colocar una cabeza de cerdo en el lugar del monumento original es un hecho simbólico de la toma de conciencia de parte de un sector social que identifica al gobierno como una voraz e insaciable burocracia. Es bien sabido como Mouriño realizó tráfico de influencias, durante su función de subsecretario de electricidad en la Secretaria de Energía, para obtener contratos de Pemex a empresas de su familia. Incluso, ya como secretario de Gobernación, encubrió y bloqueó todas las investigaciones pertinentes de los contratos de la familia Fox-Sahagún con la misma paraestatal.

La colocación de la cabeza de cerdo fue acompañada por consignas como “¡Fuera los gachupines!”, un grito también simbólico porque el difunto representaba los intereses españoles en México al arribar Calderón a la presidencia (no olvidemos que a su acto de protesta en San Lazaron asistió el príncipe Felipe de Borbón con su esposa Leticia). “¡Fuera los gachupines!” fue un perfecto grito contra estos intereses que hasta antes del primero de diciembre pasado, el gobierno panista defendía a capa y espada. (Oriol Malló relata de forma analítica cómo España se ha apoderado de México y América Latina sagazmente —con alevosía y ventaja— en su libro El cártel español: Historia crítica de la reconquista de México y América Latina. Una entrevista que le hizo Carmen Aristegui a Malló acerca de su libro puede verse aquí.)

También es significativo el hecho de que el grupo parlamentario del PAN en Campeche haya calificado el evento de “hecho vandálico”. Nos encontramos en una nueva época de protestas sociales de múltiple índole y diversidad. Calificar este evento de esta forma, al igual que los sucesos en la ciudad de México el primero de diciembre, va a tener un impacto en la percepción que nuestros descendientes, al educarlos con la idea equívoca de que la protesta es sinónimo de violencia, radicalismo, anarquía y destrucción. ¿Acaso los historiadores y docentes no somos responsables de sacar a la luz los verdades simbolismos que encubren las declaraciones oficialistas acerca de las protestas sociales?

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