por Sergio Miranda Pacheco *
Las emociones y la ciudad son como el viento: ambas están ahí, junto con otros factores, moviendo la acción humana pero —los historiadores al menos— no las respiramos, no las tomamos en cuenta en nuestras interpretaciones. La ciudad, en el mejor de los casos, viene a ser un lugar o una edificación, un escenario, pero nunca un actor central de la comprensión y explicación históricas. Algo peor sucede con las emociones, pues como no le otorgamos sino el estatuto de fuerzas irreflexivas, sin conexión con nuestros pensamientos, valoraciones o planes, no pueden merecer nuestro interés.
Sin embargo, las emociones nacen de nosotros y nosotros, la gran mayoría, nacemos, vivimos y morimos en espacios concretos e identificables que, como nosotros, cambian a través del tiempo y a los cuales permanentemente nos adaptamos o transformamos a partir de las emociones que en ellos y a causa de ellos experimentamos. ¿Qué son pues las emociones? ¿Qué es la ciudad? ¿Cuál es la relación entre ambas?

Las relaciones entre emociones y ciudad, desde una perspectiva histórica, es una cuestión que ha interesado y sigue atrayendo la atención de historiadores. En Alemania el Instituto Max Plank y en Inglaterra el Centro para la historia de las emociones, de la Queen Mary University (véase su blog aquí), se cuentan entre las más recientes instituciones interesadas en esta histórica relación.
En México, Susana Sosenski y yo celebramos la semana pasada el primer coloquio de “Emociones en la ciudad de México: Miradas a la historia del siglo XX”, en el cual se abordó el estudio y discusión de diversas emociones —zozobra, miedo, gozo, dolor, presentimiento, decepción, locura, desprecio, pasiones— y lugares —calles, aulas, manicomios, pulquerías, puentes— a través de una gran variedad de fuentes, que incluyen música, poesía, foto, pintura, fotografía, periódicos, revistas, radio, televisión y cine.
A lo largo de dos días tratamos de ahondar en la comprensión de aquellas emociones que han alimentado la vida urbana de la capital y que ofrecen posibilidades inéditas para explicar el cambio histórico en nuestra sociedad. En otra entrega quisiera referirme a algunas de las primeras conclusiones que obtuvimos. Por ahora los invito a escuchar los audios de las ponencias que serán colgadas a la red la próxima semana, en la página del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
¿Qué está siendo la ciudad? ¿qué están siendo las emociones? Estan siendo por que no son las de antes. Difícil hacerlo entender a los jóvenes, pero esencial para zanjar la brecha que cada vez más rápido nos separa de ellos.
Y es que el amor no es lo mismo para nosotros que para ellos; lo mismo la pasión, la amistad o la sinceridad.
Aunque parezca lugar común, emociones que se aproximan a lo sagrado, hoy están en venta, porque como anunció Marx: nada dejará de ser explotado por la burguesía. Si ayer el respeto (¿cabe entenderlo como emoción?) al padre, al maestro o al mayor de edad era lo cotidiano, hoy se compra y -como producto en serie-, está siendo efímero.
Las emociones son producto de las condiciones materiales, porque ¿sentíamos la misma emoción al recibir una carta que al abrir hoy día un mensaje electrónico?
Para pensarse pues esto de las emociones. Sería bueno contar con bibliografía así que si puede profe Sergio, unos buenos links se le agradecerán.
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