por David F. Uriegas *
“¡Éste es un día histórico para México!” —gritaban orgullosos tras presenciar las continuas victorias que los mexicanos obtenían en las olimpiadas de Londres. Los gritos, la euforia, el éxtasis, se expandían a lo largo y ancho del país. Nuevamente México tiene lo lugar en la historia del mundo; ahora será reconocido, aclamado y respetado (por lo menos en el ámbito deportivo). Ya era tiempo de que México se ganara su lugar, ahora será recordado por generaciones y en el futuro dirán: “México pasó a la historia en las olimpiadas de Londres 2012.”

Me parece que algo así sucede en nuestra sociedad. Me parece que esa frase de los medios de comunicación (“¡éste es un día histórico para México!”) se repite tanto, en las olimpiadas, en el fútbol, en un desfile, en un acto político, o en cualquier evento de gran magnitud, que a todos nos resulta familiar; tanto que hasta produce un orgullo indescriptible. Por supuesto que no están equivocados. Cada uno de esos grandes eventos son históricos y merecen su reconocimiento. Sin embargo, ¿qué nos están queriendo decir con ello?, ¿qué es un hecho histórico?, ¿por qué esos eventos pasan a la historia?
A pesar de que estas preguntas requieren de una respuesta profundamente teórica, me parece que son cuestiones que podrían modificar nuestra concepción no sólo de nuestro pasado como mexicanos, sino también de nuestro presente y de cómo deberíamos actuar en el futuro. Creo además que nos llevarían a tener una visión más crítica con respecto a lo que la gente dice acerca de los grandes eventos a lo que ellos llaman “históricos”.
Mi postura, como la de muchos otros, es ésta: cada acto consciente del ser humano es histórico. De esta manera, la victoria de las clavadistas mexicanas en Londres es tan histórica como el hecho de que, cada día, el niño más humilde de Iztapalapa sale a ganarse la vida limpiando parabrisas. Por supuesto que la victoria de las clavadistas fue un evento visto por millones de personas, pero el hecho de que este suceso sea más importante y más visto no quiere decir que sea más histórico que el niño que se gana la vida en Iztapalapa.
Me parece que es necesario reflexionar sobre ello, darnos cuenta de que el hecho histórico no es necesariamente aquél que es trascendente; darnos cuenta de que los hechos históricos no tienen que ser los grandes eventos deportivos o políticos. Es tiempo de que movamos nuestra mirada y consideremos que todo y todos tienen una historia, que nuestro país tiene aún millones de historias que contar.
Si los hechos históricos no necesariamente tienen que ser aquellos que son trascendentes, ¿podríamos reinterpretar nuestro pasado?, ¿podríamos concebir el pasado de nuestra sociedad de una manera tan distinta que podamos considerar las historias de aquellos que, según muchos, no tienen historia?
La visión de la historia cambia cuando consideramos como actores de la misma a todos y no sólo a los caudillos, ya que la fuerza que vive, hace y cambia la historia viene de todos.
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