por Arturo E. García Niño *
Margaret Sanger, enfermera neoyorquina y editora del mensuario The Woman Rebel —cuyo lema era “No Gods No Masters”— publicó a finales de 1914 un folleto que al cabo de los años sería objeto de controversia en nuestro país; en el suyo lo fue de inmediato y ella sería perseguida por el gobierno. Family Limitation era el título del tal folleto y en él daba a conocer una serie de métodos anticonceptivos. Ello era el resultado de su experiencia laboral, durante la cual había visto sufrir a muchas mujeres y visto morir en 1912 a Sadie Sachs, a causa de un aborto mal practicado de manera clandestina. Por cierto: en la publicación mensual se utilizaría por vez primera la expresión “control de la natalidad”. The Woman Rebel sería clausurada porque, según la ley Comstock, estaba prohibido difundir información e insumos para el control de la natalidad por ser “obscena”, y eran considerados criminales quienes pugnaran por una legislación en pro del control natal. El escándalo por la persecución catapultó la edición del folleto hasta alcanzar los cien mil ejemplares y empezó a ser traducido a otras lenguas. Sanger entraría y saldría de la cárcel varias veces desde entonces.
Del 13 al 16 de enero de 1916, a convocatoria del entonces gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado, se llevó a efecto en Mérida el Primer Congreso Feminista de México, con una asistencia mayor a 700 mujeres. Entre el 23 de noviembre y el 2 de diciembre del mismo año, se llevó a cabo el segundo, con la asistencia de unas 250. (En 1975 el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores publicó una edición facsimilar de las discusiones, dictámenes y acuerdos del Primer Congreso Feminista de México. Del folleto de Margaret Sanger hay variadas reediciones facsimilares y transcripciones fotocopiadas y digitalizadas accesibles en español; el firmante tiene una de ellas.)
En respuesta a las cinco preguntas rectoras del congreso vale destacar el acuerdo de hacer efectiva la educación laica, evitar la enseñanza de las religiones, desechar el temor a un Dios, no enseñar religión a los menores de 18 años, no aceptar tener otro confesor que su consciencia… y lo expuesto por Hermila Galindo Acosta, fundadora y directora del semanario Mujer Moderna: que las mujeres tenían impulsos sexuales, y que requerían clases de fisiología, anatomía e higiene para comprender y controlar sus propios cuerpos —véase Anna Macías, Contra viento y marea: El movimiento feminista en México hasta 1940 (México: Universidad Nacional Autónoma de México [Programa Universitario de Estudios de Género], 2002).
En 1922, en Mérida empezaron a distribuirse los cinco mil ejemplares de lo que se considera la primera traducción al español del folleto de Sanger, obra del gobierno del estado, encabezado entonces por Felipe Carrillo Puerto. (Se habla de una edición de 1919, de la cual hasta nuestros días no hay prueba corpórea; quizás fue muy artesanal y sólo circuló de mano en mano entre las ligas feministas yucatecas.) En la edición yucateca, que apareció con el título La regulación de la natalidad o la brújula del hogar: Medios seguros y científicos para evitar la concepción, el nombre de Sanger se castellanizó a Margarita y se le agregó el grado de doctora. El folleto se agotó al día de su salida y de inmediato se hizo otra de 10 mil ejemplares.
La edición de 1922 desató la furia de los Caballeros de Colón y otros grupos católicos retardatarios, lo que dio origen a una interesante discusión pública donde la pluma de Esperanza Velázquez Bringas, desde las páginas de El Popular, coincidía con lo asentado en la presentación del folleto respecto a que el control de la natalidad era “una necesidad de las sociedades modernas… El ideal para una sociedad futura es, pues, que la regulación de los nacimientos la haga el estado, por medio de una corporación científica debidamente organizada”.
Esa vanguardia cultural y política sentaría las bases para lo que vendría después: un largo y difícil andar de las mujeres en pro de sus derechos elementales, inmersas ya en lo que, de acuerdo con Agnes Heller, sería el movimiento social más importante del mundo del siglo XX; el más importante por su incidencia en la cotidianidad y por catapultar otras acciones colectivas en los ámbitos educativo, económico, político, de la salud, de la cultura y la democracia toda —el movimiento feminista. Bregar que llevaría a logros mayores, cuya cima en lo que toca al control de sus cuerpos sería las leyes que despenalizaron de la interrupción del embarazo, así como la obligación del estado para proporcionar gratuitamente que dicha interrupción se diera bajo las condiciones óptimas de asistencia médica, tal y como se hace hoy en el Distrito Federal.

En la tercera semana del mes que acaba de terminar, cien años después del Primer Congreso Feminista de México, un confeso admirador del dictador Francisco Franco que despacha como gobernador de Veracruz, y bajo la égida de la superstición católica que profesa, envió una iniciativa de ley que dice proteger la vida desde el momento de su concepción, a costa de la salud y la vida de las mujeres todas en el estado. El congreso local, devenido en alfombra roja, le dio trámite sin más, y la convirtió en ley el 21 de enero pasado (la votación: 38 diputados a favor, seis en contra).
Cuando en aquel lejano 1922 los Caballeros de Colón pidieron al fiscal de distrito Arturo Cisneros Canto y al gobernador Carrillo Puerto castigar a los editores del folleto de Margaret Sanger, el primero respondió, en apego a la constitución y a la laicidad del estado, en las página del Diario Oficial de Yucatán (14 de marzo de 1922):
[E]l fiscal general de la nación no puede ceñir su proceder a los criterios de mente estrecha y anticuados de la moralidad, resultado de arraigados prejuicios religiosos, que afloran en su petición. El ejecutivo del estado desea aclarar que han desaparecido para siempre los procesamientos sin otra causa que el fanatismo moral, que llenaron de horrores el vasto período de dominación clerical en la edad media.
Javier Duarte y la legislatura del estado de Veracruz, en cambio, hacen un homenaje al oscurantismo y a la santa inquisición.
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