por Benjamín Díaz Salazar *
En una noche oscura de lúgubre humedad,
andaba la Catrina con gran curiosidad.
Hallábase perdida en la infinita red,
luchando contra impías páginas de internet.
Mas luego de unas horas y a punto de abdicar,
brincó de entre los otros un título peculiar.
El Presente del Pasado, le resultó a la Muerte un sitio singular,
uno muy adecuado a su duda existencial.
Notas había variadas de lenguaje y divulgación,
de política y enseñanza, hasta de investigación.
Escribían diversas gentes, con distintas formaciones,
que con la historia en la mente hacían grandes reflexiones.
La Parca muy complacida a la editorial mandó
un correo que decía: “Ahora los quiero yo”
Halina y los dos Fernandos con asombro lo leyeron,
y por más que ellos quisieron, editarlo no pudieron.
Y es que la Muerte muy fría,
sin importar que era ya su tercer aniversario,
decretó que El Presente publicaría
su último comentario.

Las oposiciones sobraron
a aquella vil decisión,
mas nada éstas lograron
y editores y colaboradores fueron a dar al panteón.
La Huesuda, muy amable,
a todos permitió
seguir escribiendo, en lo que cabe,
en aquel cómodo panteón.
Así damas y caballeros,
desde Xalapa hasta Pekín,
se escribirá en los cementerios
para no olvidar su fin:
«Repensar nuestro presente,
partiendo del pasado,
lo que al mundo tiene atado;
refrescar en la memoria
de aquellos nuestros lectores,
los usos que tiene la historia
para crear sabrosas reflexiones».
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