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Tierra de todos, tierra de nadie

por Benjamín Díaz Salazar *

El pasado 3 de marzo marchaba con la cotidiana energía de un lunes por la mañana. El desfile de estudiantes por las aceras, pasillos y jardines del campus universitario parecía algo normal. Para más de un colega de la Facultad de Filosofía y Letras, la muestra de enervantes, material de laboratorio, cascos de botellas y curiosidades en el Che resultó irrelevante.

Sin embargo, pasado el mediodía, una estruendosa multitud llamó la atención de un importante número de personas. Las versiones de lo que había sucedió en el Justo Guevara se esparcieron más pronto que pan caliente. Por un lado, circulaba la versión de que un grupo policial se había apoderado del auditorio y eso enardecía los ánimos autonomistas de los universitarios. Por otro lado, se esparcía la idea de un enfrentamiento entre facciones estudiantiles que se disputaban la “propiedad” del auditorio.

La versión “oficial” señala que un grupo de jóvenes armados con pistolas de balines, gases, palos y piedras ingresó al auditorio Che-Justo Guevara-Sierra en la madrugada de ese día. Las personas que se encontraban dentro del inmueble resultaron severamente lastimadas, por lo que se retiraron para recibir atención médica. El auditorio cambió de manos.

Al grito de ¡paramilitares! y ¡fuera porros del Che! comenzó una lluvia de envases de vidrio, gases, palos, explosivos, piedras y cualquier cosa que garantizara la pronta “recuperación” del inmueble. Mientras que algunos exigíamos la no-violencia, parecía que se alentaban los ánimos cavernícolas de más uno. Tras varios forcejeos y discusiones acaloradas en distintos puntos de la entrada al Che Sierra, una horda de aplausos anunció la reapertura del auditorio, pero ésta fue prontamente pausada por la fugaz huída de aquellos que habían irrumpido en el “orden” de la posesión del auditorio.

De inmediato, los dones maratonistas brotaron y se persiguió incansablemente a los responsables. Para su infortunio, uno de ellos logró ser alcanzado y recibió una ligera muestra del descontento. Sin embargo, el grito de no-violencia, y la defensa de algunos, lograron mantener a un joven veracruzano “a salvo”.

El espíritu jurista de los despojados apareció rompiendo plaza, exigiendo un “juicio” y adjudicando responsabilidad al único capturado. Como si fueran los indicados para aplicar justicia, los juzgadores comenzaron a decidir el futuro de aquel joven “detenido”. Entre gritos, ofensas, empujones, jaloneos y reclamos, el “representativo” y siempre “estudiantil” grupo decidió realizar el interrogatorio del normalista veracruzano en asamblea pública.

Al igual que en un juicio inquisitorial, una lluvia de preguntas cayó sobre el apenas consciente “detenido”. Sus respuestas fueron básicas: pregonó un desconocimiento de los nombres y afiliación estudiantil de aquellos que lo llamaron a la acción. Entre ofensas, reclamos y una asamblea cerrada —mas no por ello inaccesible al estudiantado—, las acusaciones de privación de la libertad y la movilización de autoridades no se hicieron esperar.

La sesión de preguntas se vio interrumpida en varias ocasiones. En un momento, miembros de otro grupo que, con el afán de “informar” sobre sus actividades, irrumpieron en la asamblea, fueron relacionados con los sucesos de la madrugada y ello desencadenó una trifulca de jaloneos y golpes. Tiempo después, dos paramédicos de la UNAM ingresaron a valorar el estado de salud del “detenido”. Varias voces resonaron —quejas, insultos, protestas—, pero ninguna solución.

Al cabo de cuatro horas, el joven fue liberado. Más o menos en este momento, las autoridades de la Facultad de Filosofía y Letras anunciaron el cese de labores por dos días. De igual manera, la rectoría extendió un pronunciamiento en contra de lo sucedido y anunció que presentaría una denuncia ante la Procuraduría General de la República.

Disputa por el espacio común. (Foto: Saúl López, cuartoscuro.com)
Disputa por el espacio común. (Foto: Saúl López, cuartoscuro.com)

Aunque tiene un letrero que lo anuncia “abierto al público”, lo cierto es que el Che Guevara resulta ser un espacio perdido para la comunidad estudiantil. La inaccesibilidad del diálogo entre los “poseedores” del auditorio frena las iniciativas para el adecuado uso de las instalaciones. Estos grupos de jóvenes —y muchos no tan jóvenes—, que ostentan la bandera de la insurrección, resultan también abanderados de la intolerancia. Aquellas quejas que lanzan contra el gobierno son las mismas que pueden dirigírseles. Cuando alguien promueve una idea contraria a sus ideales, se le ataca por todos los flancos posibles. Se desprestigia y acusa de “pro-gobierno” a toda persona que se atreve a cuestionar sus argumentos.

Más que encontrar un conflicto entre grupos anarquistas, socialistas, huelguistas del noventa y nueve, entre otros, una vez más vemos la imposibilidad de reacción de las autoridades correspondientes. ¿La suspensión de actividades soluciona el conflicto? Por supuesto que no. ¿Las declaraciones de repudio lo solucionan? De ninguna manera.

Es momento de que los estudiantes —y la verdadera mayoría— alce la voz. En una cuestión abierta al diálogo, es preciso y necesario que se tomen cartas en el asunto. Debe terminar el desinterés de los estudiantes por dar solución a estos conflictos. Es urgente la acción de las y los estudiantes para ejercer presión en las autoridades para que se garantice el adecuado uso de las instalaciones del Che-Justo Guevara-Sierra. Evitemos recaer en acciones que, en lugar de permitir, entorpezcan el camino de la recuperación del auditorio. Volvamos ese espacio  un espacio realmente de todos.

[N. de la R. Como la historia, ya sabemos,
no es más que una copia de Rashomon,
a este recuento y análisis de los sucesos
seguirán otros más en los próximos días.]

11 comments on “Tierra de todos, tierra de nadie

  1. Domingo Vivanco

    Ibas más o menos bien, aunque llamar estudiantes a esos es una gran tontería. Lo que no se entiende es tu último párrafo porque, o eres de nuevo ingreso, o vives totalmente desinformado y no sabes que hay gente que ha peleado porque se desaloje el auditorio desde hace años sin recibir respuesta. Han peleado, hablado, discutido, buscado soluciones y nunca han encontrado nada. Ni la dirección ni la rectoría los oyen, sino al contrario.

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    • Benjamín Díaz Salazar

      Estimado Domingo:

      Estoy al tanto de las anteriores inciativas, como sé que los frenos al desalojo se ponen «desde arriba». Sin embargo, la situación ha provocado una resignación en los verdaderos estudiantes, donde es preciso causar la reflexión.

      Ahora bien, me disculpo si las comillas no aclaran mi sarcasmo respecto a lo estudiantil de su postura.

      Agradezco la lectura.

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      • Domingo Vivanco

        Gracias por la aclaración; en efecto, no se entendió el sarcasmo.

        Sobre los estudiantes, hay un principio de enajenación y de adoctrinamiento que no debe perderse de vista, generado por los que habitan en el auditorio y fomentado por un sector de la academia que insiste en ver movimientos estudiantiles donde claramente no los hay. Así, el CGH, sus restos o sus excrecencias se multiplican sin saber y sin informarse, contentos con lo que leen en la Wikipedia, donde incluso se trabó el debate por el control del espacio y, al final, se perdió porque los administradores decidieron que el problema era político y resultaba más fácil permitir que se siguiera definiendo el proceso en la entrada correspondiente al inexistente Auditorio Che Guevara, en lugar de hacer lo correcto y redireccionar la entrada al Justo Sierra.

        No todo está perdido. Con, sin y a pesar de las autoridades, algo bueno sucederá en el auditorio, si bien los habitantes han optado por empequeñecerse para pasar inadvertidos, confiando como siempre en que, si no hacen ruido, todo seguirá como hasta ahora.

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  2. Pedro Salmerón

    Espléndido texto. Gracias

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  3. Bueno, la serie de dogmas de siempre: 1. No hay posibilidad de diálogo con los ocupantes. 2. Todo aquel que arguya razones políticas para criticar mi posición es un intolerante. 3. La intolerancia es incompatible con la izquierda. 4. Todo lo que esté administrado por el estado es de todos.

    Mientras no salgan de esos esquemas tan pedestres no van a entender lo que pasa en el auditorio ni mucho menos tendrán la posibilidad de hacerlo verdaderamente suyo.

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    • De acuerdo, el Estado no representa el llamado «interés general», ¿pero quién(es) sí lo representa(n)?, ¿un grupo de ‘iluminados-revolucionarios’?, ¿no es eso un mero interés particular?… (Por cierto, no soy de la comunidad de la FFyL ni conozco a las personas que han ‘controlado’ el auditorio).

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    • Benjamín Díaz Salazar

      Estimado Chalo:

      1. No la hay.

      2. La intolerancia se mide en el grado que se impide la crítica a tus posturas. Pero además, si nos etiquetamos políticamente por las críticas, vaya, esto será catastrófico.

      3.La intolerancias es incoherente con la izquierda, así de simple.

      4. Quizá no sea de todos con la administración de las autoridades, pero ahora tampoco lo es.

      Agradezco tu lectura

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  4. Enormeburgués

    ¡Oh Chalo, nuevo líder del auditorio Buenaventura Durruti, ilumínanos con tus análisis de la realidad imperante en el activismo de la FFyL! Muéstranos el esquema adecuado para comprender y hacer «nuestro» el auditorio. Sólo esperamos que tú y Jhonatan no lo retomen al estilo 114 bis.

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  5. Se ve que te hace falta mucha información hermano, seria bueno que te documentaras el abandono que le dio la rectoría y la administración al Che despues de la huelga y el desmantelamiento que sufrió el auditorio y todo lo hicieron para quitar, como es en las guerras, los símbolos importantes del estudiantado,

    A mi me parece que pecas de ignorancia y solo te mueve un coraje ajeno a ti, un coraje que te alienaron los susurros ajenos.

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    • Benjamín Díaz Salazar

      Estimado «Yo»:

      En primer lugar, agradezco la molestia de leer el texto. Ahora, puntualicemos. El auditorio se llama Justo Sierra, por lo tanto, el abandono al que haces referencia es consecuencia del «cambio de administración». Lo cierto es que, ante la «toma», resultaría imposible una doble administración.

      El pecado de la ignorancia resulta el más grato placer. Los susurros del coraje vienen de mi indignación universitaria, no más.

      Agradezco la lectura

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