por Benjamín Díaz Salazar *

Está por terminar un mes que tradicionalmente se distinguía por sus banderines y fanfarrias. Sucede, sin embargo, que en esta ocasión tanto los banderines como las fanfarrias brillaron por su ausencia. En el pase de lista de este onceavo mes diré que tampoco hubo violencia. Sólo una guerra sin cuartel en el estado de Michoacán. La economía cambió, aunque haya sido para mal. No hay que ir muy lejos. Basta compararla con el año anterior (véase el primer cuadro de la lista). Y hay que esperar más golpes a nuestros bolsillos una vez que los efectos de las reformas aprobadas y por aprobarse comiencen a sentirse en pleno.

No se reportaron abusos de autoridad. Sólo se ven calles repletas de policías, granaderos y un desfile constante de camiones cargados de elementos que “garantizan” nuestra seguridad y patrullan constantemente los sitios de mayor índice de criminalidad —sitios como Ciudad Universitaria, donde los estudiantes amenazan incansablemente el bienestar de la sociedad.

Para más de un mexicano la no-celebración (por no decir anti-celebración) de un aniversario más de la revolución mexicana resultó algo pasmoso. Lo interesante no radica tanto en ver cómo se redujo la fecha de la proclama maderista a una simple ocasión para condecorar militares, sino en el hecho de que el PRI ignore tan abiertamente lo que alguna vez fue (y lo fue durante largo tiempo) su mito fundador por excelencia —aunque todavía, muy a su pesar, no haya podido dejar de lado la figura de Lázaro Cárdenas.

Podría pensarse que se trata de una clara evidencia de que el PRI ha cambiado. Tal pensamiento, por supuesto, pecaría de ingenuo. Lo cierto es que el Partido (anti) Revolucionario Institucional y sus aliados en otros partidos le temen a la multitud. No quieren ver gente en las calles. Se han afanado en evitar a toda costa concentraciones masivas en las plazas principales de la capital. Como complemento de las “reformas estructurales”, y en anticipación de la protesta, ahora se proponen también dictar las formas adecuadas de marchar, alzar la voz, y discrepar.

Sueños de sosiego
Sueños de sosiego (Foto: Cuartoscuro)

El temor del gobierno federal se basa, quizá, en la plena conciencia del potencial revolucionario de la multitud. Debemos, en todo caso, presumir que si hasta un anquilosado desfile militar es ya fuente de sospechas, las manifestaciones públicas y masivas de desacuerdo son causa de todavía mayores ansiedades.  Después de todo, la gesta político-militar de principios del siglo XX no fue el resultado de personajes heroicos como Madero, sino de la fuerza que la movilización de la multitud representaba.

La tarea de mantener a la población alejada de cualquier manifestación colectiva es algo que, he de admitir, el gobierno federal ha sabido llevar a cabo. En el caso de la ciudad de México se ha hecho evidente la peculiar conciliación que el ejecutivo federal ha hecho con el gobierno local. De ahí, nuevamente, el apuro por alterar la «normatividad» con respecto a las manifestaciones y otros actos de protestas. Y aunque existen destellos de movilización, es evidente que nos hemos mantenido al margen.

Por si algo faltara, resulta que siempre sí vamos al mundial. En tiempos como estos es recomendable respirar hondo y mantener afinado el sentido del humor. Sobre todo en la víspera del primero de diciembre. Hay que sentarse a escuchar la vanagloriosa enumeración de los logros de éste el primer año del regreso del PRI al poder nacional. No hay duda de que el discurso de Enrique Peña Nieto estará repleto de notas optimistas y alentadoras. Sólo me resta decir que, por si alguien falta de confirmarlo, el PRI ha vuelto.

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