por Wilphen Vázquez Ruiz *
La historia de la ciencia nos ofrece la oportunidad de entender la manera en que los procesos sociales, tecnocientíficos, económicos y políticos relacionados con una disciplina específica han tenido lugar y, a partir de ello, establecer tendencias de desarrollo y señalar la pertinencia de cambios en los criterios en que se funda una política científica auspiciada por el estado. El devenir de la genética humana en nuestro país es un claro ejemplo.
La evolución de esta rama de la ciencia en México puede ser dividida en cuatro etapas. En la primera de ellas (1949-1968), Mario Salazar Mallén llevó a cabo investigaciones referentes a los grupos sanguíneos de indígenas y mestizos del país, las cuales fueron ampliadas posteriormente por Rubén Lísker y Francisco León de Garay. Durante la década de 1960 surgieron laboratorios e instituciones públicas que, además de impulsar el área clínica, también se interesaron en la capacitación de recursos humanos calificados para la investigación. En ello hay que resaltar el establecimiento del primer programa de posgrado en medicina con especialidad en genética médica, dirigido por Salvador Armendares y avalado por la UNAM, en el Hospital de Pediatría del IMSS en 1969, lo cual permite identificar la segunda etapa de desarrollo de esta ciencia (1969-1987).
En este segundo periodo se presentó un marcado proceso de institucionalización en el que tomaron parte casas de estudio, hospitales, institutos de investigación y de salud, todos ellos públicos. En esta etapa se fijó una tendencia hacia la genética médica que, a diferencia de la clínica —encargada de la atención al paciente—, se dirigía al estudio de los posibles factores genéticos que influyen en el desarrollo de una patología. El término de la etapa lo marcaron los estudios que el propio Salvador Armendares publicara sobre el desarrollo de la genética humana en nuestro país, en los que señalaba que la comunidad de genetistas, en aquel entonces de nueve individuos, habían sido citados 116 veces en revistas con índice de impacto.
En esta etapa hay que destacar el surgimiento del Conacyt, que a partir de su fundación en 1970 se convirtió en la instancia más importante en el país en materia científica en cuanto a asignación de recursos, ya sea para la formación de cuadros especializados o para la importación de bienes de alta tecnología. Cabe decir que en las últimas décadas la situación del Conacyt no ha sido la ideal, pero ello merecerá un comentario aparte.
En la tercera etapa de desarrollo, que transcurrió entre 1988 y 2003, podemos señalar algunas peculiaridades. Por un lado está que el número de laboratorios de la especialidad no varió mucho con respecto a la etapa anterior: en 1987 existían 38 laboratorios y para el segundo lustro de la década de 1990 apenas rebasaban los 40. Empero, lo que se observó fue la capacidad de formar recursos humanos de manera explícita dentro del país, hecho que fue posible a partir de la creación de la licenciatura en ciencias genómicas en la Universidad Nacional en 2003, lo que concluye la tercera etapa. En el camino, las discusiones que generaba el avance de la genética humana alcanzaron áreas diferentes a las de la medicina y las ciencias de la vida, lo que se muestra con el surgimiento de diferentes agrupaciones en las que se discutía no sólo la necesidad de fijar una política científica que incluyera el desarrollo de esta área del saber, sino las implicaciones que debían ser consideradas como parte de tal desarrollo.
Las agrupaciones a las que nos referimos incluyen el Núcleo de Estudios en Salud y Derecho (1992), las Comisiones Nacionales de Bioética y del Genoma Humano (2000), la Sociedad Mexicana de Medicina Genómica (2000), el Centro Nacional de Medicina Genómica (2001), la Fundación Mexicana para la Salud —de carácter privado—, El Colegio de Bioética A.C. (2003) y el Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN) en 2004, con lo que inició la cuarta etapa de desarrollo, que continúa hasta la fecha.

El INMEGEN ejemplifica las intenciones y limitantes que han caracterizado a la política científica del país. Creado por decreto presidencial en julio de 2004, el Instituto comenzó a operar en octubre del mismo año con un par de problemas. El primero de ellos fue que debido al rechazo de la fracción de Acción Nacional en la cámara baja, el INMEGEN no realizaría investigaciones con células madre o troncales al tiempo que no se emplearían ni desarrollarían técnicas de clonación. En lo económico, el instituto inició sus operaciones tan sólo con la quinta parte de los recursos requeridos, lo que —en palabras de su primer director, Gerardo Jiménez Sánchez— retrasaría entre cinco y diez años la obtención de los resultados fijados en medicina genómica.
Las enseñanzas de todo esto son varias aunque por espacio destacamos sólo dos. La primera está en la importancia de valorar los factores sociales y políticos que intervienen en el proceso de institucionalización de una disciplina científica; la segunda radica en la necesidad que tenemos, como país, de establecer una política de desarrollo científico que tenga garantizados los recursos necesarios para su articulación. En ello el papel del estado es imprescindible, al tiempo que el de la sociedad debe ser reconsiderado. En otra ocasión hablaremos de ello.
Primero, quiero lanzar una pregunta por si alguien me sabe responder. ¿Hay algún programa para maestría de historia de la ciencia en la UNAM?
Segundo, respecto a la ciencia en México. Desafortunadamente, me parece que la ciencia en nuestro país ha seguido el mismo camino que las políticas económicas, sociales e incluso artísticas. Esto lo digo en el sentido de que siempre parece que se sigue más una agenda diseñada del exterior, y no una agenda que contemple desde dentro cuáles son los problemas nacionales y cómo atacarlos a partir de la creación de modelos sociales, económicos y científicos diseñados para el contexto mexicano. Ignoro si durante los años nacionalistas y populistas de la pos revolución fue así, pero durante gran parte del s. XIX ese fue el caso y en los últimos 20 años parece que se repite. Prueba de que esto mismo sucede en nuestros días es lo que se comenta en este artículo, pues vemos cómo a nivel mundial las ciencias genómicas adquirieron una gran relevancia, sobre todo con el desciframiento del genoma humano a finales del siglo pasado, y, al ritmo que eso se daba, vemos cómo florecieron diversos organismos dedicados al estudio genético (de la lista que se da en el artículo, sólo uno es de la década de los 90 del siglo pasado, y el resto nacieron durante el transcurso del nuevo siglo). Y sin embargo, aun cuando parece que el gobierno tiene un gran interés en ese campo de estudio, los recursos que suelta para la investigación son mínimos.
Esa actitud me parece que responde sólo a crear una ilusión, a adoptar la importancia de la ciencia solamente en el discurso, para mostrarle a todos (nacionales como extranjeros) que el Estado está a la vanguardia de la ciencia, aun cuando eso no es cierto. Lo importante es hacer parecer que el país está siguiendo la moda del momento, y mediante eso, el gobierno en turno crea su legitimidad de ser un Estado “moderno”.
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