por Dalia Argüello *
Al hablar de enseñanza de la historia, es casi un lugar común el rechazo a la “historia oficial” y a la manera tradicional de enseñarla por medio de la memorización de datos y fechas. Para la construcción de alternativas, desde el ámbito de la historiografía y la psicopedagogía se ha propuesto la incorporación del método histórico en las aulas para centrar la enseñanza en la formación de habilidades y procedimientos, que permitan a los estudiantes pensar históricamente.
Estas investigaciones han cristalizado en una propuesta institucional de amplio alcance que está relacionada con la formación de profesores normalistas, que son de quienes los niños reciben sus primeras nociones acerca de la historia en el ámbito escolar, y que influyen para bien o para mal en su disposición a seguir aprendiendo, en su concepción acerca del estudio del pasado y, sobre todo, en la definición de sí mimos como sujetos históricos.

Esta propuesta es parte de la «reforma curricular de la educación normal» de 2011-2012, con la que se modificaron los planes de estudio de las escuelas normales para incluir la educación histórica en la formación docente. El propósito de esta reforma es que los futuros docentes tengan acceso al conocimiento profundo de la disciplina a través de sus debates teóricos y de esta manera se pongan en contacto con la forma en que los historiadores “hacen historia”. La modificación curricular descansa en la premisa de que el desarrollo del pensamiento y la conciencia histórica en los alumnos de educación básica depende de una sólida formación de los docentes en esa misma dirección. Es por esto que los programas buscan cambiar el epicentro del trabajo en las aulas, de los libros de texto hacia el trabajo de investigación y el manejo de fuentes primarias.
Como parte del Programa nacional de desarrollo profesional para el personal docente de historia de las escuelas normales, esta propuesta de educación histórica involucra acciones de fomento a la investigación y el rescate de archivos locales, para que sean docentes y alumnos quienes participen en la reconstrucción de la historia de la educación normalista, y de sus propias comunidades en las diferentes regiones del país. (Más detalles pueden consultarse aquí.)
En días pasados tuve la oportunidad de asistir a uno de los cursos de inducción a los programas de estudio reformados, ofrecido por la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación de la SEP a profesores de la región sur sureste del país. El propósito del curso era que los profesores se familiarizaran con el enfoque de la educación histórica, que adquirieran ideas útiles para implementarlas en sus aulas y, además, que compartieran reflexiones en torno de su práctica docente y los supuestos teóricos e ideológicos sobre los que descansa.
Para mí resultó por demás impactante esta reunión de profesores normalistas que desde Bacalar (Quintana Roo) hasta Ixtepec (Oaxaca), pasando por Tapachula (Chiapas), compartían una misma problemática: en las escuelas primarias la materia de historia está en peligro de extinción. Debido a la presión que significa para profesores y escuelas la prueba Enlace, las horas-clase se destinan casi por completo a español y matemáticas, algo de ciencias naturales, y sólo al último —si las ceremonias, festivales, días festivos y demás actividades dejan algo de tiempo— se ve algo del libro de historia.
Por otro lado, como ni a los profesores ni a los alumnos les gusta ni les interesa la materia, prefieren evitarla. Es obvio, pues, que si lo que leen en el libro de texto no son más que recuentos tediosos de acontecimientos lejanos, de personajes acartonados y en un lenguaje poco amable para su edad, los alumnos difícilmente logren conectar la información con su propia experiencia y sientan dicho conocimiento ajeno y artificial.
En este sentido, la propuesta de educación histórica en el aula abre grandes posibilidades para que los docentes dejen de ser reproductores de lo ya dicho, o técnicos que pongan en práctica programas de estudio, y se encarguen de desarrollar conocimientos y pensamiento histórico. Esta iniciativa de la SEP también resulta un llamado a los historiadores que producen para el autoconsumo, pues en la educación de niños y jóvenes hay todavía muchas batallas por librar.
Y mientras se siga fomentando la difusión de mentiras relacionadas con la historia nacional cualquier reforma que se haga ignorará el punto central del problema. Lo que ahora se enseña no sólo es sustento de un discurso totalitario impuesto por Lázaro Cárdenas y su «educación» socialista, sino que resulta totalmente obsoleto.
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Y cuando personas que estudiamos y nos formamos para formar mejores profes en la asignatura, nos niegan ingresar a dar clase en las Normales…
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Para historia, para español y para todas las materias. De nada sirve reformar programas de estudio si la gente que enseña en las normales sigue siendo la anquilosada gente de hoy.
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Explorar el mundo social debe ser un trabajo diario con investigación de tu pasado para tomar conciencia del presente, no enciclopédicamente, sino en la realidad; ésa es mi creencia.
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Estoy de acuerdo en que la educación histórica ofrece un abanico de posibilidades, y no necesariamente se debe contar con el archivo histórico de la escuela normal. Debemos mirar al entorno para revisar los recursos del contexto, así como las tics. Por otro lado, la enseñanza de una historia crítica nos corresponde a todos.
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Estimada Dalia:
Comparto su preocupación por la enseñanza de la historia en la educación básica. Pienso firmemente —enseño Historia de México I y II en preparatoria— que el problema es mucho más complejo. Visualizo dos niveles del problema: 1. ¿Cuál es el estatus epistemológico vigente de la historia, como campo científico? 2. ¿Qué, de la historia, cómo y para que debe enseñarse a los estudiantes de primaria y secundaria?
El modelo basado en el pensamiento histórico que menciona suena atractivo. ¿Cómo integrarlo funcionalmente en el currículo de eduación básica?
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Estimado Juan Izaguirre. Definitivamente pensar en la historia como materia obligatoria implica un amplio y complejo debate, especialmente a la luz de las reformas actuales, la vinculación de la escuela con el mercado laboral y la formación docente. Justamente este espacio está abierto para que todos participemos de este debate, pues las soluciones no saldrán de la alta burocracia. Lo invito a compartir sus reflexiones en este blog, y a participar en el curso taller de enseñanza de la historia que estaremos coordinando en el Ateneo Español a partir del próximo 23 de agosto. Está diseñado precisamente para reflexionar en torno a qué historia enseñamos y para qué, con el objetivo de ir construyendo alternativas prácticas, aplicables y concretas.
Saludos cordiales
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El articulo sólo señala lo que corresponde a la formación de docentes en primaria, que no están especializados en historia, si el escritor conociera un poco mas de la formación de docentes se encontraría que todo lo que menciona se trabaja en la Normal Superior y mas especifico en la especialidad de Historia.
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