por Luis Sandoval Salazar *
Huelga decir que la historia no es una disciplina exclusiva de historiadores. Una parte muy importante del quehacer del historiador es desempeñado por personas ajenas “al gremio”, que se valen de ella como un instrumento para justificar sus posturas ideológicas. En concreto es importante tomar en cuenta el gran peso que ejercen politólogos e internacionalistas en la disciplina. En este caso no se trata de hacer una revisión historiográfica de obras de historiadores no “profesionales” para entender su contribución. Basta ver la extensa obra que aparece de manera hebdomadaria o quincenal en revistas de gran tiraje y presencia internacional. A pesar de que no se trata de publicaciones de estricto rigor académico The Economist, Foreign Policy y Foreign Affairs son publicaciones que son consumidas por académicos y políticos ─los autodenominados “tomadores de decisión” ─ a nivel internacional.
Dado su formato, se sobrentiende que no se trata de artículos extensos justificados por un amplio aparato crítico o una abultada bibliografía; empero, sí son resultado de minuciosos procesos de investigación y reflexión. Si bien su principal objetivo es retratar la situación económica y política a nivel internacional de manera sucinta, no por ello dejan de prestarle una gran importancia al trasfondo histórico de numerosos acontecimientos. Hay que recordar que el celebre politólogo estadounidense Francis Fukuyama escribió en 1989 “El fin de la historia” como un artículo para la revista de política internacional The National Interest, mientras que en 2012 escribió “El futuro de la historia” para Foreign Affairs — artículos ambos de gran interés para el “gremio” de historiadores más allá de la pertinencia de sus postulados.
El recientemente fallecido Kenneth Waltz, fundador de la corriente neorrealista en los estudios internacionales influyó de manera muy importante a la revista Foreign Policy, donde el peso de la “historia contemporánea” o “historia del siglo XXI” es determinante en los análisis que publica. En el caso de The Economist, más allá de los reportes o briefs (el más reciente de América Latina correspondió a México) que escriben sus corresponsales (de cuyos nombres los lectores rara vez se enteran) sobre la situación política y económica en determinado país y que suelen ser los artículos de mayor extensión, hay también textos de carácter histórico.

Uno de los artículos que mejor ejemplifican esta vertiente fue el publicado en la semana del 22 de diciembre del 2012 con respecto a la “crisis” diplomática que se desarrolló entre Paraguay y sus vecinos del Mercosur, haciendo un breve pero muy pertinente análisis de las consecuencias que ha tenido una de las guerras más sangrientas ─en términos proporcionales a la población de Paraguay─ e inequitativas en la historia: la «guerra del 70”, de la triple alianza o simplemente o la “gran guerra”, como es conocida por los paraguayos. No sería exagerado afirmar que son pocas las personas fuera del Cono Sur, aún en el ámbito académico, que conocen la importancia y las consecuencias de esta guerra que enfrentó a Paraguay contra Argentina, Brasil y Uruguay. (Aquí está el artículo.)
Así, es necesario tomar en cuenta la importancia que tienen este tipo de publicaciones dentro del quehacer histórico. Su importancia radica en que ayudan a tender puentes entre investigaciones históricas y análisis de política nacional e internacional; son una muestra de la capacidad que tienen los “profesionales de la historia” para ingerir de manera más directa en la sociedad actual y en usar de manera pragmática sus investigaciones. Desgraciadamente son oportunidades rara vez utilizadas.
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