por Rubén Amador Zamora *
En recientes declaraciones, la presidenta del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, Sylvia Schmelkes, señalaba que en el currículo actual sigue “habiendo un exceso de conocimientos que no son indispensables. Estos se aprenden a costa del desarrollo de habilidades básicas y superiores y de valores de convivencia” (sus declaraciones pueden verse aquí). ¿Qué cara pondrían nuestros programas de historia ante estas declaraciones? ¿Los programas de historia integran “un exceso de conocimientos que no son indispensables”?
Existe una percepción general, sobre todo en la materia de historia, de que a más contenidos se corresponde un mayor aprendizaje. Mientras más contenidos tenga un programa más cosas sabrán los estudiantes. Por lo tanto, decidir cuáles son los “indispensables” para el estudio del pasado es una reflexión que rara vez se hace cuando se elaboran los programas de estudio. Tal parece que en historia lo que cuenta es que haya más contenidos en los programas porque del pasado “todo es importante”.
Veamos algunos ejemplos. El programa de historia de secundaria de tercer año, dedicado al estudio del pasado de México, está integrado por cinco bloques. Consideramos una media de 40 horas para el estudio de cada uno, puesto que se contemplan 200 horas al año para abordar los contenidos de los programas de historia. Tomemos como ejemplo el bloque cuatro: “La revolución mexicana, la creación de instituciones y desarrollo económico (1910-1982)”. El bloque se divide en tres partes: 1) panorama del periodo (una visión general del periodo a estudiar); 2) temas para comprender el periodo, y 3) temas para analizar y reflexionar (son temas que buscan captar el interés de los estudiantes).
Donde vale la pena detenerse es en los “temas para comprender el periodo” (seis en cada uno de los bloques). Uno de los temas del bloque cuatro es “Desigualdad y movimientos sociales” con los siguientes subtemas: 1) explosión demográfica; 2) migración interna, demanda de servicios y contaminación; 3) los movimientos políticos, sociales y gremiales; 4) el movimiento estudiantil de 1968 y su influencia; 5) las primeras guerrillas, y 6) del voto de la mujer a la igualdad de género.
Sin duda, todos estos subtemas son importantes y, además, son distintos a los tradicionales de historia política. Sin embargo, ¿cuánto tiempo tiene un profesor para abordar cada uno de ellos? Si consideramos que el profesor nunca falta, que no tocan días de asueto o puentes y que se aprovecha el tiempo de la clase al máximo, estamos hablando de unos 25 minutos por cada subtema. Es cierto que el profesor puede pedir que los estudiantes lean en casa, pero los profesores saben claramente que la lectura de los libros de texto requiere de orientación.

¿Otro ejemplo? Del mismo bloque, el tema “La cultura y la vida diaria se transforman” está compuesto por los siguientes subtemas: 1) nuevos patrones de consumo y popularización de la tecnología; 2) nueva dimensión de las comunicaciones y los transportes; 3) medios de información y entretenimiento; 4) el ocio, el turismo y los deportes; 5) las universidades públicas y la educación tecnológica; 6) la consolidación de una educación laica, y 7) del nacionalismo a las tendencias artísticas actuales. ¿Suena interesante, no? Pero si antes se consideraba un conocimiento “indispensable” que los estudiantes comprendieran el proceso revolucionario de la lucha armada, con esta gran cantidad de contenidos “extras” acaso se tendrán un par de horas en clase para estudiar el conflicto armado.
En general, éste es el esquema de los programas de historia de secundaria. Una gran cantidad de contenidos y, en consecuencia, menos tiempo para el desarrollo de habilidades básicas y superiores a las que hacía referencia Schmelkes. De ahí que, concluía la presidenta del INEE, necesitemos un currículo ligero en sus contenidos y claro en sus propósitos. Por ahora, los programas de historia de secundaria están lejos de corresponder con esta forma de pensar.
Completamente de acuerdo. Saludos Rubén.
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