por Rubén Amador Zamora, * Mario Vázquez Olivera ** y Luis Fernando Granados ***
El enfoque de “competencias” fue adoptado como principio rector de la educación secundaria desde 2006, pero sólo en la adecuación de 2011 se incorporó plenamente a los programas de historia. Esto quiere decir que cada uno de los bloques en que se divide el programa, y cada uno de los temas que componen los bloques, está ahora asociado con una “habilidad” específica, cuyo cultivo o enseñanza —dado el instrumentalismo del modelo de competencias— es el verdadero objetivo del proceso educativo. En principio fue una decisión acertada y coherente, pues de otro modo los objetivos generales de los programas de historia —la “comprensión del tiempo y el espacio históricos”, el “manejo de la información histórica” y la misteriosa “formación de una conciencia histórica para la convivencia”— no podían ser sino enunciados huecos, demagógicos.
El problema es que el emparejamiento de “aprendizajes esperados” y contenidos se hizo al parecer sin una idea general del sentido de los dos cursos de historia. En efecto, las habilidades no se enseñan —o promueven— de manera organizada y progresiva. Esto es, en el programa se presume que cada aprendizaje es autónomo y no tiene relación con el conjunto de ambos cursos. Para empezar, el objetivo pedagógico de cada uno los bloques de ambos cursos es exactamente el mismo, lo que implica, inevitablemente, que los cursos de historia deben ser repetitivos (y aburridos): cada bimestre, efectivamente, los estudiantes deben aprender la misma cosa aunque el vehículo —la información histórica— sea distinto. Y después de dos años, machaconamente, se espera de ellos exactamente lo mismo que se esperaba de ellos al final del primer bimestre.
Más todavía, la naturaleza de cada uno de los objetivos particulares, o sea los asociados con los temas, no refleja ningún sentido de conjunto, a tal punto que no es posible presumir que han sido pensados como parte de una secuencia pedagógica. Así, por ejemplo, el primer objetivo del curso bianual es valorar “los aportes de las civilizaciones de la antigüedad y la edad media” europea en la conformación del mundo moderno, lo cual es manifiestamente imposible toda vez que “valorar” es un aprendizaje de carácter actitudinal y por ello requiere el desarrollo previo de otras habilidades analíticas y éticas de las que el programa no dice nada.
Los demás aprendizajes son todavía más difíciles de alcanzar. Después de explicar las “características de las sociedades asiáticas y europeas, y sus relaciones en el siglo XV” y explicar las “características de las sociedades del antiguo régimen y su proceso de formación”, se espera que los estudiantes reconozcan la influencia de las ideas humanistas en los cambios políticos, culturales y científicos de los siglos XVI y XVII”. Dicho de otro modo, la expectativa es que los estudiantes desarrollen un conjunto de habilidades intelectuales —“valorar”, “explicar” y “reconocer”— para las que no están preparados, que son hasta cierto punto repetitivas, y que demandan habilidades intermedias para las que el programa no los prepara.
Al mismo tiempo, la propuesta pedagógica está todavía subordinada a los contenidos que deben aprender los estudiantes; es decir, son los temas los que organizan en los hechos cada uno de los bloques y de los cursos anuales y no los aprendizajes. Aunque al parecer la idea era subordinar los aprendizajes a los contenidos, el efecto de organizar los libros de texto cronológicamente es que los aprendizajes esperados existen de manera aislada y sin relación entre sí. Y si a eso se le suma la ingente cantidad de asuntos que deben ser abordados, discutidos o “enseñados”, es fácil comprender cómo el conjunto de los programas no puede sino reproducir una idea del pasado y del porvenir que no refleja el modo el que se construye el conocimiento histórico ni tampoco la manera en que el pasado se relaciona con el presente.
* Docente-tutor-investigador, Instituto de Educación Media Superior del Distrito Federal
** Investigador, Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, UNAM
*** Profesor de tiempo completo, Departamento de Historia, UIA
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