por Luis Sandoval Salazar *
El pasado 11 de febrero, Corea del Norte realizó con éxito su tercer ensayo nuclear, provocando un alud de críticas y amenazas de sanciones, al igual que remembranzas de la guerra fría. Quizá la comparación más pertinente con respecto a la segunda mitad del siglo XX tenga que ver con los grandes mitos que en su momento causaron gran revuelo y que hoy en día son considerados simples notas al pie. El peligro que representa el programa nuclear norcoreano, al igual que su contraparte iraní, es constantemente magnificado y ocupa las primeras planas de los principales diarios internacionales, que casi siempre lo consideran como un factor de desestabilización internacional.
Durante el gobierno del presidente estadounidense James Carter (en medio del supuesto período de “distención”) constantemente aparecía en la prensa el peligro que representaba la supuesta “influencia” soviética en Centroamérica. El Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador y el gobierno sandinista en Nicaragua —tan elocuentemente descrito por Salman Rushdie en The Jaguar Smile— eran vistos como importantes elementos de desestabilización en el hemisferio occidental, independientemente del tamaño de sus poblaciones y economías. El sucesor de Carter, Ronald Reagan invadió en 1983 la diminuta isla de Granada (en medio de una supuesta crisis de rehenes estadounidenses) no sin antes advertir el peligro que una isla de 344 kilómetros cuadrados representaba para la seguridad de Estados Unidos. No solamente era la reducida presencia militar cubana en Granada (que resistió tenazmente a la invasión), lo que ocasionó la violenta reacción estadounidense; Reagan se justificó adicionalmente con la posibilidad —por más absurda que fuera— de que la isla sirviera como base o punto de apoyo para los bombarderos estratégicos soviéticos.
Desaparecida la Unión Soviética a principios de la década de 1990, los mitos de las amenazas “estratégicas” o “coyunturales” a la seguridad nacional de Estados Unidos dejaron de tener sentido. Una nueva era unipolar vio un cambio en las preocupaciones geoestratégicas que motivaron las intervenciones armadas por parte de los departamentos de defensa de las “democracias occidentales”. Éstas adquirieron un carácter “humanista” —tan bien definido por Noam Chomsky en El nuevo humanismo militar—, cuya primera demostración fue quizá la invasión estadounidense a Panamá en 1989. Si bien la primera guerra del Golfo, de 1991-1992, es ampliamente recordada por la enorme movilización de efectivos y recursos por parte de Estados Unidos y sus aliados (entre los que figuraban desde Arabia Saudita hasta Argentina y Polonia), las subsecuentes intervenciones militares de Washington son rara vez mencionadas en los antecedentes históricos que aparecen en las noticias actuales.
Cuando en la prensa se expone el caso de la peligrosidad que implica el enriquecimiento de uranio por parte de Irán, suele recitarse, a manera de mantra, las declaraciones que han hecho tanto Mahmud Ahmadinejad como el ayatollah Khamenei (sin siquiera explicar cuál es el lugar de cada uno en el escalafón de mando iraní). A pesar de que se trata de una contextualización útil para los lectores, sigue siendo un manejo demasiado parcial de los antecedentes históricos. Habría que tomar en cuenta que Irán, en cuanto nación moderna, jamás ha emprendido una guerra de agresión, mientras que Estados Unidos, tan sólo en la década de 1990, realizó las siguientes intervenciones: 1991, guerra del golfo pérsico; 1992, intervención humanitaria en Sudán; 1994, intervención humanitaria en Haití; 1998, bombardeo a Sudán y a Irak; 1999, bombardeo a la antigua Yugoslavia.

Irónicamente, en la prensa mexicana tampoco se recuerda mucho el bombardeo a Irak que ordenó el presidente George W. Bush a inicios de su mandato, el 16 de febrero de 2001, y que se desarrolló mientras éste visitaba el rancho del presidente Vicente Fox en Guanajuato. Se trató de un suceso muy importante para México, ya que le quitó la preeminencia mediática que iba a tener la negociación de una reforma migratoria por parte de Washington (la tan cacareada whole enchilada del canciller Jorge Castañeda). Sin embargo, hoy en día se le menciona pocas veces, incluso cuando se trata de la relación bilateral entre México y Estados Unidos. Cuando algún suceso adquiere relevancia mundial se desata una carrera en la “comentocracia” para opinar al respecto, y desgraciadamente sólo a través de cierta retrospectiva se logra juzgar si fue o no un mito (cuando irónicamente ya es demasiado tarde).
* Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
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