por Luis Sandoval Salazar *
El pasado 9 de noviembre se cumplieron 23 años de la caída del Muro de Berlín, lo que para unos significó el triunfo de la “libertad”, y hasta el “fin de la historia”, y para otros representó un descalabro ideológico insuperable.
Hoy en día cada vez menos personas recuerdan el muro que durante 28 años materializó la partición económica política e intelectual del mundo. Se tiende a dar por hecho que su caída implicó la “victoria” de una cosmovisión frente a otra, la demostración empírica de que solamente un sistema de libre mercado que asigne “eficientemente” recursos puede hacer frente a la modernidad.

Sin embargo, a 23 años de la caída del muro y a casi 22 años del fin de la Unión Soviética, sigue resultando difícil para la mayoría de los académicos expresar de manera coherente las causas que volvieron “obsoleto” el modelo del “socialismo real”. Quizás en algunas universidades pueda estudiarse todavía la doctrina Zhdanov (que moldeó la manera en que la Unión Soviética interactuó con el mundo) o a Bujarin, Lenin o Marx, pero tienden a olvidarse los acontecimientos, tanto de índole política y económica, que marcaron los últimos años del llamado campo socialista: el fracaso del Consejo de Ayuda Económica Mutua, la perestroika y la glasnost, el golpe de estado contra Gorbachov de agosto de 1991, el izamiento de la bandera rusa sobre el Kremlin el 25 de diciembre de 1991, son nombres, términos y fechas que, a pesar de su relevancia histórica, se ven poco y se estudian aún menos.
Quizás es más sencillo predicar acerca de los defectos intrínsecos de las economías de “mando” o de “planificación central” en vez de estudiarlas a fondo. No obstante, al ver el precario estado de la economía internacional, y del modelo que “ganó” la guerra fría”, es menester encontrar alternativas viables —sobre todo después del fracaso de la “tercera vía”.
Ha pasado ya suficiente tiempo para preservar la objetividad de un estudio a fondo sobre las causas del derrumbe del campo socialista que logre romper con la visión tradicional y simplista. Es necesaria la caída del “muro” que representa la historia oficial.
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