Historiografía Teoría

Ecos confusos del pasado

por Gerardo López Luna *

En los estudios históricos encontramos explicaciones a problemas humanos de diferente índole. Con la finalidad de establecer un problema para luego resolverlo, las obras historiográficas —dentro de su narración y análisis— confrontan fuentes de distintas épocas basadas en teorías aceptadas del conocimiento. Las instituciones y constructos sociales que nos permiten cumplir con nuestra función en la vida son la comprobación empírica de la historia de la humanidad.

Por esa razón, en los documentos pasados y actuales buscamos datos, censos, gastos, ingresos, cosas, etc., alimento para tablas y gráficas de comparación y tendencia, que nos ayuden a encontrar el porqué de nuestras cotidianidades. Pero también, al modo de un eco ensordecedor, aparecen invariablemente virtudes y vicios con los que jugó el libre albedrío en las personas del pasado.

En los libros de historia nos entusiasman particularmente sus notas al pie y la manera en que se relacionan; nos emociona cuando proponen explicaciones que conducen a dudas con infinidad de condicionales que, quiéranlo o no, empoderan la condición humana más allá de las frías superestructuras. Asimismo, aunque inventados, también nos conmueve leer grandes discursos como el de Camilo de Ardea en la Historia romana de Tito Livio o como el de Luis de Guicciardini en la Historia de Florencia de Maquiavelo.

Imaginación historiogáfica: Jacques-Louis David
Imaginación historiogáfica: Jacques-Louis David

Ese recurso de los fundadores de nuestra disciplina no sólo sirvió como un elemento pragmático de construcción de alguna identidad; fue también un gran recurso para, en pocos párrafos, describir el proceso, la época y la condición humana de ese imaginado pasado. Hace casi 80 años se postulaba que si el historiador quería que su disciplina se consolidara como una ciencia, debería dedicarse a encontrar “porqué se cree en la idea” de los hechos (creencias) y no en la idea, que necesariamente “va de lo real a lo imaginario”.

El historiador debe atender a los “datos duros” y las teorías, pero también a las explicaciones humanas, porque los procesos se generan, desarrollan y concluyen también por acciones viles o virtudes iluminadas.

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