por Rafael Guevara Fefer *
Recordar es volver a vivir, decía un viejo anuncio que vendía película fotográfica Kodak. Sin duda tenía razón, aunque lo recuerdos individuales y colectivos, lejos de ser como un archivo de la computadora que es localizado y extraído mecánicamente de algún recóndito lugar del disco duro para ser utilizado en el momento preciso, son producidos por nuestra mente para solucionar problemas. Y cada vez que emerge un recuerdo, el contexto de su emergencia lo hace distinto al anterior.
Nuestras costumbres en común también precisan de recordar como parte de una comunidad en acción, que hace propaganda de algunos recuerdos y que trata de ocultar otros, pues la memoria también es política. Y por supuesto la memoria científica tiene una fascinante historia que incluye la aparición de los estudios filosóficos y sociales sobre la ciencia, así como el posicionamiento de un imaginario sobre el oficio de científico —que en ocasiones es muy lejano a la realidad.
Así que vamos vivir a través de recordar que hace 50 años Thomas Kuhn publicó su Estructura de las revoluciones científicas, libro que —según he podido observar con los oídos y lo ojos en las últimas dos décadas— es un hito histórico de la producción intelectual del siglo XX, y eso a pesar de la lluvia de críticas y reclamos que recibió por parte de expertos en asuntos de ciencia y de otros expertos de las repúblicas de las letras y los números.
El libro completo de Kuhn cabe en la siguientes frases de don Roberto Moreno de los Arcos:
Un método no hace una ciencia, la ciencia la hacemos los hombres que la queremos hacer. Los biólogos quieren hacer biología y hacen biología y les tenemos confianza; los que no somos biólogos sabemos que los biólogos van hacer biología.
Dicho de otro modo, la ciencia es asunto de científicos. Tal argumento, desarrollado a lo largo del libro de Kuhn, fue esgrimido por los hombres de ciencia al disputar a los hombres de las armas el control de la producción tecnocientífica de artilugios tales como la bomba atómica.

Cierto es que el libro de marras es mucho más que un producto de su tiempo; es también una sesuda reflexión que integra todo lo que usted quería saber sobre la producción científica y temía preguntar. A su vez, es un best seller con múltiples ediciones y reediciones, las cuales son parte del curriculum oculto y aparente de nuestras escuelas de educación media y superior.
Para vivir también se precisa de no olvidar. Por lo tanto, no debemos olvidar que la obra que nos ha educado en los últimos cincuenta años para pensar la historia de la ciencia desde nuestra mirada disciplinaria es en realidad muy poco histórica, pues sí hay sólo una estructura de las revoluciones históricas, la ciencia vive en un mundo paralelo al resto de las acciones humanas. En estos años he podido observar a algunos consumados historiadores, del norte y de sur, usar la Estructura para explicar su quehacer. Para no olvidar lo que dice Kuhn debemos seguir leyéndolo en toda su obra y seguir observando cómo las cienciasconstruyen su historia, sin olvidar que su quehacer es financiado por los ciudadanos.
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