por Aurora Vázquez Flores *
De Miguel Hidalgo a Benito Juárez y de Francisco Madero a Emiliano Zapata, nuestros “héroes” nacionales son hombres.
La historia promovida desde el estado mexicano es una historia militarista y machista; no reconoce la activa participación política que han tenido las mujeres, en lo individual y lo colectivo, dentro de la vida nacional, y se centra en relatar hechos —por lo general distorsionados y mal contados— de hombres armados. Cuando en ocasiones especiales (como los festejos por el bicentenario de la independencia) se recuerda a mujeres como Josefa Ortiz, se les integra en un modelo de participación masculina y en función de los hombres, tomando como eje de su incorporación sus relaciones sentimentales y no su propia determinación o sus reivindicaciones.
En la historia profesional la situación no cambia sustancialmente. La producción historiográfica que tiene a la mujer como sujeto social activo es relativamente escasa y, por lo general, no cuestiona el papel que las mujeres tienen dentro de la sociedad pasada y presente.

La historia nacional ha dejado en el olvido, por ejemplo, la importancia que tuvo para la División del Norte las mujeres no sólo al tomar las armas, sino al marchar junto a los combatientes; ¿puede alguien imaginar tarea de mayor importancia dentro de un ejército que encargarse de curar a los heridos y alimentar a la tropa? También se olvidó de Rosario Ibarra y el Comité Eureka, quienes al grito de ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos! han logrado dar nombre y rostro a 557 desaparecidxs políticos y liberar a 148 más. Relegó asimismo a la comandanta Ramona, quien junto a la ley revolucionaria de mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional dio gran ejemplo de la importancia de que la mujer pueda decidir sobre su vida sexual y reproductiva, así como participar de la dirección política de la comunidad. En fin, margina todos los días a organizaciones como el Comité de Madres y Familiares con Hijas Desaparecidas que día a día luchan contra el estado mexicano para encontrar y hacer justicia a mujeres desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juárez.
Pero el olvido de las mujeres en los relatos históricos también es el olvido de las mujeres de hoy. Porque las mujeres siguen ganando menos que los hombres por realizar el mismo trabajo. Porque el acoso sexual no cesa en el transporte público. Porque se nos niega el derecho a decidir sobre nuestra vida y nuestro cuerpo y, aún más, existen estados como el de Guanajuato, en donde ha habido más de 40 mujeres presas por abortar. Porque el lenguaje sigue siendo machista y excluyente de las mujeres.
Por todo ello —y por problemas mucho más profundos que no vienen al caso ahora—, el quehacer histórico no puede relegar a las mujeres como lo ha venido haciendo hasta ahora.
Interesante artículo. Por lo general en la historia, además, sólo se toma en cuenta la historia política y militar, no la de la vida cotidiana y otro tipo de historias, que también nos han hecho ser lo que somos hoy. También tiene que ver el que por la exclusión de las mujeres en la mayoría de las decisiones, sólo se destacan las mujeres que anduvieron en «cosas de hombres». Y aunque poco a poco ha cambiado eso, aún vemos casos como los de las «Juanitas» (que dejaron sus puestos a los hombres) u otros que aunque están en el poder, dan cuenta de que la naturaleza humana es igual cuando se corrompe, y no se diferencia por sexos (Martita Sahagún o Elba Esther… dando pena ajena a las mujeres, como quizá otros personajes pudieran darla también a los hombres (pero en general, a la naturaleza humana). // Lo que se reclama por justicia es la igualdad de oportunidades en la participación de la construcción de un país. La ética, en tanto, ya depende de nuestras conciencias -y patriotismo en este caso- seamos hombres o mujeres. Ojalá podamos construir un país más plural en este sentido.
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