Amigas, amigos, compañeros y compañeras de Xalapa
En febrero del año 2015 el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIHS) de la Universidad Veracruzana contrató a Luis Fernando como profesor investigador de tiempo completo. En estos años de plenitud intelectual dejó huellas profundas en la vida de sus estudiantes, colegas y amigos. Sirva este pequeño texto como homenaje para dar testimonio de lo que significó su paso por Xalapa para nosotros.
A diferencia de muchas personas de la academia -y a contracorriente de las imposiciones individualistas- a Luis Fernando le gustaba el trabajo en equipo. Hombre de una pieza, capaz de tocar en las diferentes pistas de aquel mundo -LF era investigador, maestro, coordinador, gestor, editor y vinculador con otras instituciones, colegas. Nos dio todas las herramientas y facilidades para colaborar en proyectos interdisciplinares. Esta característica tan suya lo convirtió en un faro que nos guiaba en las tormentas más encrespadas sin dejar de ser un tripulante más del barco.
Desde su llegada a Xalapa puso manos a la obra y armó un Taller de historiografía contemporánea (THC), como un espacio para:
“[…] aprender y reflexionar sobre cómo se investiga, cómo se argumenta y cómo se escribe la historia de carne y hueso—no la de manuales.”[1]
Dos o tres veces al semestre lanzaba una botella al mar con una invitación: “Lea el libro, venga a discutirlo con su autora”. La única condición era que el libro fuera de reciente publicación. El intercambio era justo, pues quienes escribían tenían el gusto de escuchar a un grupo de lectores ávidos de libros nuevos, mientras que éstos podían hacer todas las preguntas a una persona que acababa de concluir un trabajo de muchos años de investigación y escritura y que se moría de ganas de saber qué pensaban quienes acababan de leerlo. Ahí LF se mostraba como lector; incisivo, pero respetuoso con preguntas certeras que, si bien en más de una ocasión sacaron de balance a los autores, siempre acababan por abrir de manera natural diálogos colectivos.
Entre 2016 y 2020 se leyeron veintidós libros -dos más quedaron pendientes cuando inició la pandemia- y en cada ocasión el IIHS tuvo la oportunidad de recibir a las y los autores. El recorrido inició con Guerra y gobierno de Juan Ortiz Escamilla y En el espejo haitiano de LF, después llegaron Cecilia Sheridan, Romana Falcón, Ricardo Pérez Montfort, Mauricio Tenorio Trillo, Aurora Gómez Galvarriato, América Molina del Villar, Peter Guardino, Daniela Spencer, Charles F. Walker, Gerardo Martínez, Juan Pedro Viqueira, entre muchas personas más que, al salir, mostraban contentas y sorprendidas de la genialidad del formato que no era una típica presentación de un libro, sino algo mucho más enriquecedor. El cariño, la perfección y la dedicación de LF, el “devorador de libros”, quedaron plasmados en cada cartel que diseñó para promocionar el taller que se llevó a cabo sin interrupción.
También a inicios del 2016 LF se integró al grupo de colaboración “Territorio y cultura”, mismo que con el tiempo se transformó en el Cuerpo Académico “Espacio, Tiempo, Cultura” (ETC). En sus propias palabras:
“[…] cinco investigadores del instituto, un puñado de colegas de otras dependencias o afiliados a otros grupos de trabajo y unos cuantos estudiantes comenzaron a reunirse una vez al mes para discutir borradores de artículos y capítulos que de algún modo se ocupaban de problemas espaciales, territoriales y de paisaje o que, directamente, estudiaban el espacio, el territorio y el paisaje [..]”.[2]
En este marco se dieron debates conceptuales, acaloradas y enriquecedoras discusiones y diálogos genuinamente interdisciplinarios, en un ámbito respetuoso, sin barreras jerárquicas y siempre con el afán de mejorar los trabajos y fomentar la reflexión. Las siglas ETC brindaban apertura a temas variados, aunque siempre con una perspectiva espacial. Tal vez la principal enseñanza que LF nos compartió a quienes asistimos, es que se requiere disciplina y lucidez para hacer aportes verdaderamente valiosos en un campo académico particular, sin olvidar que es preciso aprender de textos y experiencias de diversos campos para poder contribuir al conocimiento, generando discusiones más amplias; ésas que a él le interesaban.
Durante el segundo semestres de 2019, el Cuerpo Académico organizó el seminario-taller “El Mediterráneo a los 70, re-lectura del clásico de Fernand Braudel”. Ahí, de diez a doce académicos se reunieron semanalmente para comentar la obra del historiador francés. Fue por supuesto un proyecto nacido de la mente burbujeante de LF, que ya la había leído casi treinta años antes, pero quería repetir la experiencia, en el idioma original, de manera colectiva y compartida, con el propósito de fomentar la discusión, con la nueva mirada que le daban sus años de experiencia como lector ávido, casado con la historia y amante de la geografía. En efecto, para nuestro compañero, el tiempo y el espacio eran ejes indisolubles para estudiar cualquier fenómeno social, como lo reiteraba a menudo.
Con el mismo espíritu de lector de clásicos, organizó dos coloquios, uno en 2016 cuando animó a varios especialistas a volver a leer a Roots of Insurgency de Brian Hamnett y From Insurrection to Revolution de John Tutino. El seminario fue de dos días y se llevó a cabo en las instalaciones de la Biblioteca del campus Xalapa (USBI). Del segundo, en 2018, resultó el libro Uso y valor de Henri Lefebvre. Siete ensayos a propósito de ‘El derecho a la ciudad’, próximo a publicarse. El proyecto comenzó como otros de LF, con algo sencillo y que en su ello encarnaba lo complejo: conmemorar a un autor de un clásico para la historia, en esta ocasión los 50 años de la publicación de El derecho a la ciudad de Henri Lefebvre.
El principio era simple, sin pretensiones: invitar a un grupo de colegas -siempre haciendo énfasis en que entre las personas convocadas prevaleciera la diversidad- a leer una obra de la que todo el mundo hablaba -o citaba- pero pocos leían, sobre todo a cabalidad. En el coloquio inicial de agosto 2018 “El derecho a la ciudad. Medio siglo de una idea revolucionaria”, cada uno expuso cómo su lectura de Lefebvre le permitía enriquecer su propio trabajo desde un enfoque distinto. En contra de la norma dictada por una academia cada vez más rígida, el proceso artesanal -en el que Luis Fernando fungió mucho más allá del papel formal de coordinador- tomó su tiempo; seminarios virtuales, pláticas de café, intercambios de ideas en los pasillos y cenas después de nuestro seminario del último jueves de cada mes.
Los que participaron de esa empresa aprendieron cómo la resistencia está en la acción, la coherencia en el hacer y el impulso en la fiesta. Así trabajaba LF y así aprendimos con él, a disfrutar la delicia de la academia, cuando la magia fluye en la vida cotidiana y en los pequeños detalles. La lucha porque la investigación sea de carne y hueso y no un mezquino retazo de oropel.
[1] https://www.facebook.com/thcuv/photos.
[2] Presentación del Grupo de Colaboración “Territorio y Cultura”, Coloquio Interno del IIHS-UV, 7 de diciembre del 2016. Texto redactado por Luis Fernando Granados.
Con cada escrito lo conozco un poco mejor. Al Luis Fernando de carne y hueso no lo conocí, siento que me perdí de algo importante. Pero ahí queda su legado, sus libros que seguro seguiremos disfrutando siempre.
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