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Agravio y movilización

por Huitzilihuitl Pallares Gutiérrez y Daniel Ramírez Guzmán

Con la liberación de los precios de los combustibles, los mexicanos no sólo hemos hecho frente al incremento de la gasolina y otros energéticos, sino también al alza de los alimentos y otros bienes. Ante esta situación, en diversos puntos de la república, cientos de ciudadanos no dudaron en salir a las calles para protestar contra el gasolinazo y exigir la derogación de la reforma energética y la renuncia de Enrique Peña Nieto.

Es necesario hacer hincapié en el hecho de que el gasolinazo no es la única causa del malestar ciudadano, sino el último de una serie de agravios cometidos por un gobierno que ha mostrado una constante incapacidad para entender las demandas y las necesidades más apremiantes de sus gobernados. Las protestas de los últimos días en todo el país son el grito de una sociedad que se encuentra harta del mal gobierno. Expresan el deseo de miles de personas de hacer algo ante el desolador panorama del año que comienza.

Día tras día, las personas ven con decepción y con enojo que el dinero, que tanto esfuerzo les cuesta ganar, les alcanza para menos. En la petición que se aloja en el sitio Change.org contra el gasolinazo se puede leer: “¡Nosotros los mexicanos no podemos decir que sí al alza de los precios [de la gasolina], [¡]no nos alcanza!” Tan sólo la tortilla, alimento básico de la dieta de los mexicanos, ha alcanzado los 17 pesos por kilo —en diciembre costaba alrededor de 12 pesos—; en algunas partes del país, como en Hermosillo, Sonora, incluso subió a 20 pesos, según datos de la Procuraduría Federal del Consumidor (aquí una nota al respecto).

En lo que va del sexenio, los mexicanos se han empobrecido gradualmente. En 2016, 2 millones 967 mil personas percibían un ingreso promedio de cinco salarios mínimos al día (alrededor de 10 mil pesos mensuales); en contraste, 2007 eran cinco millones los que ganaban esa cantidad. Por otro lado, la cifra de mexicanos que perciben un salario mínimo al día pasó de los 6 millones 756 mil en 2012 a 8 millones 17 mil en 2016; es decir, actualmente, alrededor de 13.11 por ciento de la población económicamente activa del país gana un salario mínimo. Al mismo tiempo, el número de personas que viven en pobreza extrema alcanzó el 53.2 por ciento de la población total de México (aquí y aquí un par de notas sobre el asunto).

Las cifras ilustran una realidad dolorosa, en la que, por un lado, millones de mexicanos permanecen en la miseria y otros miles ven reducida su capacidad adquisitiva y, por el otro, en la que el malestar en nuestra sociedad se acrecienta al observar cómo la clase política se otorga así misma cada vez más prebendas y privilegios —en tanto que las propuestas de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos que votaron por ellos se diluyen, tal y como ocurrió, entre otras, con la promesa de reducir el precio de los combustibles.

Es necesario recordar que, como parte de su programa electoral, Enrique Peña Nieto ofreció hacer frente al empobrecimiento de los mexicanos y al encarecimiento de la vida, a través de una serie de reformas estructurales de corte neoliberal, entre las que se encontraba la reforma energética. Dicha reforma fue vendida a los mexicanos con bombo y platillo, cual panacea para Pemex —presentado a los mexicanos como un enfermo terminal— y para la crisis que atraviesa el país.

Para convencer a la ciudadanía, el gobierno federal —por medio de un enorme gasto en publicidad— intentó convencer a los mexicanos de los beneficios que la reforma energética traería en su vida cotidiana, apelando especialmente en la futura disminución de los precios de la electricidad, el gas y de los hidrocarburos. Pese a ello, hacia septiembre de 2016, al presentar su cuarto informe de gobierno, Peña Nieto se desdijo y enfatizó que sus compromisos fueron distorsionados ya que, según él, nunca mencionó “que no fuera a incrementarse la gasolina” (aquí la nota). Al negar que los precios de la gasolina no iban a subir y al hacer real esta situación, tras el anuncio emitido en diciembre pasado, Peña Nieto ha vuelto a defraudar a los mexicanos, agraviando e indignando de nueva cuenta a todo el país, perdiendo la poca credibilidad y la autoridad que le quedaba. Además de que al exclamar en su último mensaje en cadena nacional “¿qué hubieran hecho ustedes?”, parece que lo que realmente quiso decir fue ya no sé qué más hacer ante el desmadre en el que se encuentra el país.

En Guadalajara.(Foto: Rafael del Río.)
En Guadalajara. (Foto: Rafael del Río.)

La tardía, necia y timorata respuesta del gobierno ante esta situación ha acrecentado el encono y las burlas de los mexicanos dirigidas contra el presidente y su gobierno, pero también el desafío de lo que la sociedad debe y puede hacer. Como hemos observado, miles de personas han decidido salir a las calles, a pesar de los intentos de disuadir la protesta mediante la actuación de ciertos individuos que, a través del saqueo a tiendas de autoservicio, han pretendido sembrar miedo y parálisis en la sociedad, así como desviar la atención de la esencia del problema.

Debemos insistir en que los saqueos nada tienen que ver con la protesta social. En los múltiples videos que circulan en las redes sociales se puede apreciar cómo en las manifestaciones se infiltra un grupo de personas —generalmente jóvenes que portan prendas comunes (como gorras, paliacates o mochilas)— para actuar perfectamente coordinados y cometer pillaje o actos vandálicos. Un ejemplo claro es lo sucedido el 5 de enero en Monterrey, en donde una manifestación, que se convocó para iniciar alrededor de las 17:00 horas en distintos puntos de la ciudad y que habría de concluir con una concentración en la Macroplaza, terminó en zozobra. La irrupción de un grupo de jóvenes encapuchados detonó el caos; ante los destrozos al palacio de gobierno, la sociedad neolonesa comenzó a gritar “Ése no es el pueblo, ése no es el pueblo».

Las manifestaciones del fin de semana demuestran, por un lado, la determinación del pueblo mexicano de seguir en pie de lucha y, por el otro, que se ha vencido el miedo. Es apremiante extender la invitación para salir a las calles con el objetivo de expresar nuestra inconformidad y configurar un verdadero movimiento social con acciones concretas que obliguen a cambiar el estado actual de las cosas. ¡No al gasolinazo! ¡Fuera Peña Nieto! ¡Muera el mal gobierno!

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