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El león y su condición

por Pedro Salmerón Sanginés *

El 23 de junio, en la ceremonia de instalación del Consejo del Sistema Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (que se viene a sumar al IFAI o como ahora se llame, a la CONDUSEF, al INE, a la CNDH y demás organismos inútiles por el estilo… aunque a estas alturas, y con la clamorosa fuga del Chapo Guzmán, lo de inútiles parece extenderse al resto de las instituciones del Estado), el presidente Enrique Peña Nieto dijo:

Decía yo que este es un problema [la corrupción] a veces de orden cultural. Me he llevado por ello a veces algunas críticas que señalan que no es cultural. Si no lo fuera, porque además está en el orden mundial, no es privativo de nuestro país ni de nuestra sociedad, me parece que es un tema de orden global, está en todo el mundo y a veces más que aparejado a una cultura, lo está a una condición: a la condición humana […]

Lo que estamos haciendo es domar, auténticamente la condición humana, llevarla por nuevos caminos, estableciendo parámetros, estableciendo límites, controles, obligando a la apertura y a la transparencia, estamos estableciendo nuevos paradigmas y lo más importante: no lo está haciendo sólo el Estado mexicano, sino lo está acompañando la sociedad civil.

Entre todos estamos auténticamente domando y llevando para bien a nuestra nación a esa condición humana que ha venido evolucionando y que hoy adopta los signos y los parámetros de los cambios que se dan en el orden mundial y México es de los primeros en sumarse a esta evolución que se da en el mundo.

La empedrada sintaxis de la cita anterior sugiere que, probablemente, Peña expresase en ellos su posición personal, no la de los intereses que representa, ni la que suelen pulir o refinar sus asesores. En esa parte de su discurso, Peña parece colocarse en el bando de quienes creen que el ser humano tiene “naturaleza” o “condición” (es lógico: aunque no leyó completa la Biblia, se formó en las escuelas del ala más reaccionaria de la iglesia católica), lo que nos metería a una discusión filosófica. No entremos en ella, quedémonos con la corrupción, que para Peña es inherente a la “condición humana”.

¿Todos los seres humanos somos naturalmente corruptos, señor Peña, o sólo los políticos? Me gustaría hablarle de un político que, además, ocupó el cargo que hoy usted ostenta. Admiro a Benito Juárez, escribió Daniel Cosío Villegas al final de su exhaustivo y monumental trabajo sobre la república restaurada, admiro a Juárez “por una última razón, que en su tiempo poco o nada significaba, pero que en los nuestros parece asombrosa, de hecho increíble: una honestidad personal tan natural, tan congénita, que en su época no fue siquiera tema de conversación, mucho menos de alabanza”.

Y esta razón aparece con una claridad meridiana al revisar el inventario que de sus bienes se levantó poco después de su muerte: el hombre que había sido diputado local, diputado federal, dos veces gobernador de Oaxaca, secretario de Justicia, secretario de Gobernación, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y presidente de la república durante 14 años y medio, ejerciendo en algunos periodos como auténtico dictador, tenía al morir bienes por valor de 155 233 pesos.

Y cuando Cosío Villegas asegura que en su época no se hablaba de aquella honestidad, que “poco o nada significaba”, es porque aquella era un rasgo común a su grupo y a su generación: hay anécdotas memorables que recuerdan que Guillermo Prieto, que entre otros cargos ocupó la Secretaría de Hacienda, tenía al morir una única levita, con la que lo enterraron; que Santos Degollado, caudillo con autoridad político-militar sobre medio país, cosía los botones de su casaca y las de sus oficiales; o que Vicente Riva Palacio armó su regimiento de caballería de su propio peculio y que concluida la guerra de intervención, se negó a cobrar sus salarios atrasados como general de división. La honestidad de Juárez es la de políticos como Francisco Zarco, Ignacio Ramírez, Ponciano Arriaga, Melchor Ocampo, Manuel Doblado, José María Iglesias, José María Mata y Matías Romero; es la de caudillos como Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza, Mariano Escobedo, José María Arteaga, Leandro Valle, Sóstenes Rocha o Porfirio Díaz.

Y no sólo en esa generación. Hay varios presidentes de la república que hicieron de la honradez, aunque fuera individual, parte significativa de su estilo personal: Manuel Gómez Pedraza, José Joaquín Herrera, Mariano Arista, Francisco I. Madero, Lázaro Cárdenas y Adolfo Ruiz Cortines, entre otros. Ninguno de ellos habría protagonizado un sainete tan vergonzoso como el de la Casa Blanca.

De modo, señor Peña, que se equivoca usted: suponiendo que exista una “condición” o “naturaleza” humana, la corrupción no es inherente a ella ni parte de ella, pues hay, habemos millones que la repudiamos y no participamos en ella. Tampoco es parte de la “condición” de los políticos ni de los presidentes de México. La corrupción podrá ser inherente, señor Peña, a su grupo político, a su gobierno, a su estilo personal. No a la “condición humana”, suponiendo que tal cosa exista.

5 comments on “El león y su condición

  1. Limitar la corrupción al circulo peñista es muy maniqueo don Pedro. Los protagonistas de los «videoscandalos» (por ejemplo) eran de otro círculo.

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    • Pedro Salmerón

      como acostumbra, ud leyó lo que se le dio la gana y a partir de esa lectura hace un comentario sin sentido, sólo por joder. Me alegro de tenerlo bloqueado en mis redes sociales.

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  2. Miguel López Jaime

    Según Peña Nieto la corrupción es inherente a la “condición” o “naturaleza” humana, eso dice para tratar de generalizarlo en la sociedad y con eso justificar la corrupción. La corrupción no se limita a un círculo específico, sea del que sea, la diferencia es la forma en que se aplican sanciones o en la que, los responsables, salen libres y hasta «respetables» por la impunidad y tráfico de influencias. Definitivamente nos debemos referir a esos tiempos para cambiar este régimen «podrido».

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  3. es una tristeza escuchar a nestro presidente,aunque no hayamos votado por el,es nuestro por las transas y la corrupcion en las elecciones,nos pónen en el ,mismo costal a todos y nos manipulan ,nos sacan .los impuestos que mal gastan Nos obligan a soPOrtar dipuados y senadores analfabetas e ignorantes,creen que somos ciegos y que no vemos todas sus mentiras y la corrupción,que meten policias a dirigir el metro y gandallas de embajadores,hasta de presidentes armados como titeres y a penas saben leer.El pais va de mal en peor y con los maeestros que tenemos para nuestros hijos,la mancha de ignorancia se extiende cada vez mnás.El secretario de educación de retirarse y dejar l.ugar a alguién que tenga cerebro para poner a todos estos » maestros» en orden.y se haga un control demográfico serio para evitar la sobrepoplacpon peligrosa. .

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  4. Fausto García

    Hay algo que me gustaría decir. En una lista tan grande de personajes decimonónicos honestos, cualquier distraído podría pensar que efectivamente la honestidad era un valor universal. Pero también podríamos mencionar un montón de nombres que pasaron a la historia como modelos de corrupción. Ahí tenemos en primer lugar a Santa Anna, «nuestro mejor vendedor» como le llamó alguna vez Oscar Chávez. La fortuna sospechosa del banquero Escandón, gran amigo de muchos políticos o varios gobernadores que también se enriquecieron Y también toda esa panda de «científicos» porfiristas que se aprovecharon de leyes a modo para incrementar sus fortunas. Peña se equivoca al creer que todos los humano son corruptos por naturaleza. Pero de eso a que «una honestidad personal tan natural, tan congénita, que en su época no fue siquiera tema de conversación, mucho menos de alabanza» pues creo que tampoco.

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