Historia del presente Opinión Política

Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre

por Bernardo Ibarrola *

[…] dile a la señorita Esperanza que mañana va a venir la señorita Lindbergh por el asunto de la vacante, que le diga que vaya a Personal y que vea a Sarabia. Tú dile a Sarabia que digo yo que la nombre y que la comisione aquí o en donde quiera que después le explico.
Augusto Monterroso.

I.

Digamos lo obvio, para no tener que estar hablando de ello el resto del tiempo: la actitud de esta persona respecto de los asuntos gremiales y sindicales y la actividad política, y la forma en que combina éstos con sus vínculos interpersonales (de carácter amoroso, sexual, de amistad y de jerarquía laboral), me parecen asquerosas. Otro punto de partida a declarar: no aspiro a la hagiografía ni la catilinaria, sino a la comprensión. Por eso puedo comenzar así:

El caso de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre es fascinante e ilustrativo. Fascina porque el personaje parece literario, pero es real: hijo de un famoso líder de los pepenadores de la capital, especie de monstruo mitológico que aspiraba a tener cientos de hijos, violaba a todo lo que se le ponía delante y fue muerto mientras dormía por varias de sus esposas. En cambio, su hijo Cuauhtémoc es como un Peter Pan gordo, chaparro, feo y buleable (como él mismo se ha calificado). Patético, frágil en extremo, casi conmovedor:

[…] a él le hablas de tú, se le saluda de beso en la mejilla como si fuera tu amigo de hace años […]. Te digo: es como si fueran sus amigas desde hace tiempo. Él vive solo totalmente, no tiene novia, esposa, hijos, nada […]. No es diario ni a cada rato ni te lleva a un hotel, ni hace contigo lo que quiere, ni te lleva a tu casa, ni te habla por teléfono, nada. Todo es dentro de horarios de trabajo. […] Realmente no está en tu vida personal.

Eso solía decir Priscila, su enganchadora, a las candidatas para integrar su serrallo. Cuauhtémoc Gutiérrez es el líder bravo de Iztapalapa que tomó a golpes el control del PRI-DF, que tenía en su oficina de jefe de partido un lienzo con retratos de Superman, Batman y Linterna Verde y junto a su escritorio dos Topogigios de trapo, sentaditos en una banca de parque. Cuauhtémoc es el niñote eterno sin amigos ni novia, un sátiro burocratizado, personaje no garciamarquesiano como su padre, sino de alguna descarnada obra de Hugo Argüelles.

II.

La ya célebre investigación periodística del equipo de Carmen Aristegui de principios de abril pasado demostró que había una sección de las oficinas de la presidencia del PRI-DF consagrada a prestar servicios sexuales para Gutiérrez de la Torre. Un servicio de visitadoras que, a diferencia de las imaginadas por Vargas Llosa, no visitaban a nadie; estaban sólo para servir a su patrón; para desempeñar, una por una, el papel de novias, como a él le gustan: ir con él a cenar o a bailar, acompañarlo un rato en su casa tras la jornada laboral, servirle el desayuno o la comida.

La sede del PRI-DF. (Foto: Marco Ugarte, AP.)
La sede del PRI-DF. (Foto: Marco Ugarte, AP.)

Lo que ha pasado desde entonces, las numerosas reacciones de distintos sectores de la sociedad civil y de los ámbitos de gobierno, han sido extraordinariamente ilustrativas. Un caso tan desmesurado de corrupción en un organismo de interés público y con recursos provenientes del erario, como son en México los partidos políticos, tendría que haber generado unánimes rechazos y acciones contundentísimas. Recuérdese que el pobre de Pantaleón fue enviado al más remoto destacamento andino y todos los papeles de su servicio de visitadoras destruidos de inmediato.

Pero, contra lo que el sentido común haría suponer, los exaltados denuestos no se tradujeron en acciones muy vigorosas. Aunque dos días después de que se dieran a conocer los primeros fragmentos de los videos y audios logrados por la periodista infiltrada, el PRI declaraba que la expulsión de Gutiérrez de la Torre de sus filas estaba en proceso, sus personeros fueron enredando las cosas con declaraciones contradictorias y para el 12 de junio se formalizó su renuncia a la presidencia del partido, pero no su expulsión, de tal modo que el hijo del Rey de la Basura seguirá engrosando las filas del Revolucionario Institucional.

En el ámbito de las instituciones electorales las cosas siguieron un camino parecido. El 9 de abril, Diana Talavera, consejera presidenta del Instituto Electoral del DF indicó que se había iniciado una investigación sobre la red de prostitución en el PRI-DF y advirtió que, en virtud de ésta, el partido podría hasta perder su registro. Casi cinco meses después, el 25 de agosto, el IEDF exoneró a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre y, por ende, al PRI-DF.

Queda sólo la pista penal. Proponer trabajo de edecán con anuncios en el periódico y luego, a la hora de la contratación, explicar que el trabajo consiste, además, en prestar servicios sexuales, es un delito tipificado en el artículo 19 de la ley para sancionar la trata de personas, y se castiga con una pena de entre 5 y 10 años de prisión y una multa de entre 4 mil y 30 mil días de salario mínimo. Desde el 3 de abril hay una denuncia interpuesta por el PRD-DF en contra de Gutiérrez de la Torre por trata de personas y desvío de recursos públicos. El 10 de julio, luego de muchos ires y venires, la Procuraduría General de la República anunció que no atraería el caso al ámbito federal y que éste seguiría siendo competencia de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal. El 21 de agosto, la PGJDF declaró que sólo había una averiguación previa contra Gutiérrez de la Torre, por “delitos de acoso sexual y trata de personas”, en trámite para ese momento.

Además queda el bochornoso espectáculo de los secuaces de Gutiérrez, montando contraacusaciones a algunos periodistas, chayoteando a otros (¿Alguien con fines políticos hizo este trabajo y lo filtró al medio?, preguntó Ciro Gómez Leyva al aire, el 7 de mayo) e intentando intimidar con amenazas y a golpes a activistas de organizaciones no gubernamentales.

III.

Quienes han tomado las decisiones políticas en torno a este episodio lo han minimizado y han evitado imponer verdaderas sanciones, tanto en el seno del partido en el poder como en esos extraños órganos de gestión y deliberación política a través de la administración de elecciones y partidos que son los institutos electorales. Mientras vemos qué decisiones toman los jueces, es posible deducir alguna conclusión y muchas preguntas obvias.

1. La red de prostitución de Gutiérrez de la Torre es llamativa no por excepcional, sino por representativa, por más que lo sea en grado superlativo. De lo contrario, su represión habría sido contundente y aprovechada por muchos para darse baños de pureza. No ha sido el caso.

2. ¿Cuántas (y cuántos) edecanes contratadas en todos los ámbitos de gobierno se prostituyen, como parte de su trabajo? ¿Cuántos (cuántas) edecanes hay? Es decir, ¿cuántos reciben sus salarios del erario público?, ¿cómo se justifica laboralmente su existencia?, ¿qué argumentos se utilizan (si se utiliza alguno) para asociar sus responsabilidades laborales a cierta apariencia?

3. ¿Cuántos “auxiliares administrativos”, auxiliares a secas y otros cargos y funciones se prostituyen sistemáticamente como parte de su trabajo? ¿Cuántos lo hacen o lo han hecho eventualmente?

4. Si una parte significativa del gasto público (aun poco es demasiado) se destina a pagar a personas para que presten servicios sexuales a sus jefes (o a quienes se los indiquen éstos), es lógico suponer que también lo es para otras muchas cosas: desde otros servicios personales a los funcionarios hasta la creación y entrenamiento de cualquier tipo de agrupación: desde activistas políticos hasta grupos de choque y aun paramilitares.

5. El uso extensivo y sistemático de los recursos públicos con fines privados —la más elemental de las definiciones de corrupción— se convierte entonces en elemento central del ejercicio cotidiano del poder en México. Los partidos, cuando están en la oposición, no lo denuncian ni procuran su contención, pues aspiran a utilizarlo del mismo modo cuando les llegue el turno (si es que les llega alguna vez).

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