por Wilphen Vázquez Ruiz *
Entre los fines que persigue este blog está acercar a nuestros lectores a asuntos diversos relacionados con la disciplina histórica. En el caso que nos ocupa ahora, pretendemos resaltar un segmento de la oferta cultural que ofrece la UNAM y recordar algunos aspectos relevantes de la historia de la ciencia, no sólo en lo que al mundo se refiere sino a nuestro propio país, así como la importancia que juega la diversidad biológica en México.
Iniciemos por la oferta cultural. Como es sabido, nuestra casa de estudios quizá sea la entidad más importante en cuanto a oferta cultural se refiere en el área metropolitana del valle de México por los conciertos, obras de teatro y exposiciones que presenta. Una de ellas llama la atención: Darwin: Apto para todas las especies, exposición que se presenta en el antiguo colegio de San Ildefonso hasta mediados de septiembre y que contiene una interesantísima colección de notas —entre las que se encuentra un cuadernillo en el que Darwin dibujó un árbol que da cuenta de la manera en que unas especies devienen de otras—, objetos, especímenes y artefactos que pertenecieron al creador de la teoría de la evolución reflejada en El origen de las especies, la famosa obra de este científico y naturalista británico publicada en 1859.
Sin atreverme a hacer comentarios sobre la museografía de la exposición, pues no es mi materia, me atrevo a decir que la muestra explica de manera clara los principales lineamientos de la teoría desarrollada por Darwin y, sobre todo, la manera en que llegó a ella tras años de investigaciones y un esfuerzo intelectual que sólo puede calificarse como genial. Por supuesto, Darwin no fue el primero en ofrecer teorías acerca del origen y evolución de las especies. Ya desde la antigüedad, pensadores como Heráclito, Anaximandro o Empédocles tenían disertaciones al respecto, y ya en la época moderna Georges-Louis Leclerc, conde de Bufon; Erasmus Darwin, Georges Cuvier y, por supuesto, Jean-Baptiste Lamarck, entre otros, también habían abordado el tema y ofrecido alguna teoría que explicara las interrogantes referentes al origen de la vida y la evolución de las especies. Sin embargo, tocó a Charles Darwin ser el primero en ofrecer una teoría completamente bien estructurada y, sobre todo, basada en las pruebas que dicho científico recolectó principalmente durante los años en que atravesó el mundo a bordo del Beagle (entre 1831 y 1836) y de un minucioso ejercicio de observación al que supo dar un sentido, tomando en cuenta los trabajos que Charles Lyell había realizado en geología, así como el de Robert Malthus en su Ensayo sobre el principio de población, donde señala que en tanto que la población humana crece de manera geométrica, la producción de alimentos lo hace de manera aritmética —lo que, aplicado a la tesis darwiniana, obliga a los individuos de una especie a competir entre sí y con los otras especies para asegurar su sobrevivencia.
Todos estos aspectos dieron la clave a Darwin para el desarrollo de su teoría y son bien abordados en la exposición, junto con el papel que jugó Alfred Wallace en la publicación de El origen de las especies —toda vez que el primero había llegado a conclusiones muy semejantes a las de Darwin— y, por supuesto, el contexto al que se enfrentó la teoría de la evolución en la Inglaterra del siglo XIX.
Lo anterior se logra en un recorrido de ocho salas, el cual culmina en una que se centra tanto en la diversidad biológica de nuestro territorio como en la obra de un científico y naturalista mexicano que realizara estudios detallados sobre la flora y fauna del país desde una perspectiva evolucionista. A este respecto la única crítica que me atrevo a hacer con respecto al discurso de la exposición es que el último núcleo temático sólo hace referencia a uno de los muchos científicos y naturalistas mexicanos a quienes atrajo este problema y que no recibieron mención alguna, aspecto que bien puede contrastarse con lo que nos ofrecen las investigaciones de María Fernanda Azuela o Rafael Guevara, por citar sólo dos autores. En cuanto a la sección que se enfoca en la biodiversidad del país, me parece que pudo ser expuesta de una forma que resultara más clara y seductora para el espectador, sobre todo en cuanto a la importancia que tienen nuestra biodiversidad natural y el cuidado del medio ambiente. De igual forma me llamó la atención que, siendo domingo el día en que asistí, no había ninguna actividad para el público infantil que visitaba la exposición.

Ahora, y para terminar este comentario, me parece pertinente señalar que si bien los estudios de la historia de la ciencia han presentado un auge por demás significativo, los trabajos sobre el darwinismo en México siguen siendo escasos y de ellos solamente menciono dos que, si bien son importantes, me parece que no terminan por resolver a cabalidad diferentes puntos relacionados con la recepción de esta teoría en México. Me refiero a los trabajos de Roberto Moreno de los Arcos, La polémica del darwinismo en México, siglo XIX (1984), y de Rosaura Ruiz, Positivismo y evolución: Introducción del darwinismo en México (1987). Por supuesto, el tema ha sido abordado por los biólogos; sin embargo, sin restar en absoluto el valor que tiene esa serie de trabajos, considero que el tema sigue siendo una asignatura pendiente para los especialistas en historia de la ciencia, sobre todo porque deben contemplarse además, los aportes de otras subdisciplinas como son la historia social y la historia cultural. No me queda duda que con el tiempo el tema será abordado y enriquecido por las herramientas propias de nuestra disciplina.
Qué tal. He leído la nota y me ha parecido interesante. Sobre los trabajos de la recepción del darwinismo en México, quiero comentarles que en mayo del año pasado me titulé de la Universidad de Guadalajara (UdeG) con mi tesis «Y todo por lo que dijo Darwin. La recepción del evolucionismo darwinista en Guadalajara». Espero poder aportar al conocimiento sobre este interesantísimo tema desde la Historia de la Ciencia.
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