Pedro Salmerón Sanginés
1.
Salvador Borrego Escalante fue el mayor difusor y propagandista del nazismo en México, el principal defensor de Hitler y el más leído de los fascistas, como escribimos en este mismo espacio hace unos años. Pero, ¿únicamente fue eso?, ¿era un autor aislado? Rodrigo Ruiz Velazco Barba nos recuerda que hubo otros intelectuales que en los años treinta y cuarenta del siglo pasado fueron abiertamente partidarios del nazismo o el fascismo, pero ninguno fue tan pertinaz ni tan leído como Borrego.
A sus veinte años, en 1935, Borrego empezó a trabajar como periodista en Durango, de donde saltó en 1936 a Últimas Noticias. En 1947, junto con su jefe Miguel Ordorica, Borrego pasó a la naciente cadena de diarios del coronel José García Valseca, quien le encargó en un principio la dirección de El Sol de Guadalajara. Durante el sexenio de Miguel Alemán fue uno de los directores de la línea editorial de la Cadena García Valseca: ferozmente anticomunista y muy proclive al gobierno.
2.
José García Valseca empezó a construir un emporio periodístico en su Puebla natal, en 1929, a la sombra de un poderoso socio y protector: Maximino Ávila Camacho. Hacia 1945 tuvo la visión de abandonar el barco del cacique poblano para subirse al del cachorro de la revolución, Miguel Alemán Valdés, bajo cuya protección crecieron sus negocios hasta convertirlo en un excéntrico y dilapidador magnate. En sus años como socio de “el jefe Maximino”, García Valseca fincó larga y duradera amistad con Gustavo Díaz Ordaz, quien también hizo sus pininos políticos bajo el ala del represor y corrupto hermano mayor del presidente Ávila Camacho.
A propósito de la familia Alemán y los medios de comunicación, Salvador Borrego también podría ilustrar el acercamiento de Miguel Alemán Velasco, Emilio Azcárraga Milmo y Eugenio Garza Lagüera en Monterrey, en 1971-1973… para contar la génesis de Televisa.
3.
De manera simultánea a su labor en la organización de García Valseca, Borrego colaboró con Salvador Abascal en la Editorial Jus, el periódico Hoja de Combate y otros proyectos ultramontanos o abiertamente fascistas. También se vinculó con el MURO, el Yunque, Pro-Vida y las principales organizaciones de la ultraderecha nacional.
En 1951 publicó el primero de sus 57 libros. En 1953, el más influyente, Derrota mundial (que desde la edición de 1955 lleva un elogioso prólogo de José Vasconcelos): una feroz catilinaria contra el comunismo y la conspiración judeomasónica o judeobolchevique, a la vez que apasionada defensa de Hitler y la Alemania nazi, que había hecho el más heroico esfuerzo de la historia por contener aquellos diabólicos tentáculos. De más está decir que niega el Holocausto y cualquier crimen del nazismo.
Hasta aquí, todo parece formar parte de una subcultura de la ultraderecha (con todo y los casi 200 mil ejemplares de Derrota mundial a lo largo de cincuenta años). Pero hay un hecho y un sainete que colocan a Borrego muy cerca del gran vocero y jefe intocable de la derecha empresarial: Eugenio Garza Sada.
4.
En 1938, cuando se articulaba la derecha anticardenista, el Grupo Monterrey, que se había enfrentado directamente con el presidente en 1935 y 1936, buscaba los medios para derribar al cardenismo. Pareció encontrar una palanca en el PAN, pero el candidato Manuel Ávila Camacho, vía su jefe de campaña, Miguel Alemán, negoció con el “grupo”, que retiró su apoyo al PAN y llegó a un pacto con el partido gobernante que duró, por lo menos, hasta 1970.
Al mismo tiempo, Luis G. Sada llegó a un acuerdo con la familia Junco de la Vega para fundar en 1938 El Norte, antecesor del actual Reforma, y que, según Reporte Índigo, hasta 1967 fue incondicional del “grupo” hasta que hubo una disputa por razones de dinero entre Rodolfo Junco de la Vega y Eugenio Garza Sada, quien decidió abandonar a El Norte y buscarle competencia. Garza Sada se alió entonces con García Valseca y prohijó Tribuna, surgido en 1968 y de cuya dirección se encargaría muy pronto la estrella de la Cadena García Valseca: Salvador Borrego.
5.
Entre tanto se produjeron una serie de hechos de los que Garza Sada culpó al “comunista” presidente Echeverría: las sucesivas renuncias de los gobernantes de Nuevo León y el Distrito Federal, dos regiomontanos directamente vinculados o subordinados al “grupo”, y la ruptura, vía el Frente Auténtico del Trabajo, del férreo control que sobre los obreros de Monterrey, por medio de sindicatos blancos y la CTM local, mantenía el “grupo”.
Ciertamente, sólo en la imaginación conspiranoica al uso de la época, tan bien novelada por Luis Spota, se podía hacer del FAT (o de los estudiantes de 1968, o de la Liga Comunista), un instrumento del régimen, pero así pensaban los hombres como Salvador Borrego, José García Valseca, Gustavo Díaz Ordaz o Eugenio Garza Sada. Y al mismo tiempo, la Cadena García Valseca enfrentó una fuerte crisis económica. A través de Salvador Borrego, que durante casi tres años fue el puente entre ambos magnates, Garza Sada se comprometió a “salvar” la Cadena (o a hacerla suya).

6.
Glosemos la versión de Salvador Borrego. Los “comunistas” de Julio Scherer por un lado y Luis Echeverría por el otro intentaron romper la añeja confianza entre Díaz Ordaz y García Valseca, sin lograrlo: la lealtad y el patriotismo de García Valseca en 1968, frente a los desórdenes marxistas-terroristas que se escudaban en los estudiantes, salvó la amistad.
Pero no evitó los problemas financieros de la Cadena García Valseca, ninguno realmente grave. Los cuentos y las cuentas de Borrego son detallados, pero lo que importa es que desde 1971 la cadena se pudo salvar, cuando Eugenio Garza Sada decidió hacerlo.
Garza Sada encargó la gestión a su hijo mayor, Eugenio Garza Lagüera, quien no compartía el entusiasmo de su padre y que, en versión de Borrego, retrasaba u obstaculizaba el proceso. Finalmente don Eugenio lo destrabó… y justo fue asesinado: “Y tocó la coincidencia trágica de que 12 días después —el 17 de septiembre— don Eugenio Garza Sada fuera asesinado por una guerrilla urbana” (Salvador Borrego, Cómo Garcia Valseca fundó y perdió 37 periódicos y cómo Eugenio Garza Sada trató de rescatarlos y perdió la vida [México: Tradición, 1984], p. 101, disponible aquí.). Garza Lagüera dio marcha atrás y los diarios de la cadena pasaron a manos del gobierno (que la vendió en 1976 a Mario Vázquez Raña, amigo de Luis Echeverría), mientras Bernardo Garza Sada gestionaba la reconciliación del “grupo” con la familia Junco de la Vega, vigente hasta el día de hoy.
7.
Para la derecha conspiranoica cercana a las ideas de Borrego, el asesino intelectual de Garza Sada fue el “comunista” Echeverría (sólo la más disparatada ignorancia o la más cerril ultraderecha puede llamarlo comunista). Y lo mató o dejó que lo mataran para impedir que se hiciera con la cadena e impidiera con su vigorosa voz que se impusiera en México “el socialismo comunizante” que ya se había impuesto en Chile (dijeron en diciembre de 1972 las voces mexicanas que casi aplaudieron el asesinato de Salvador Allende al año siguiente; véase Carlos Fernando López de la Torre, “Contra el ‘allendismo’: Las derechas mexicanas y su apoyo al golpe de estado en Chile”, Revista Izquierdas, núm. 20 [2014], pp. 1-26, disponible aquí).
Esa versión se mantiene hasta hoy. No se sostiene, de ninguna manera, frente a los testimonios incontestables de los guerrilleros de la Liga Comunista, los estudios académicos que se han hecho sobre el tema, ni frente a la más elemental lógica: sólo la repiten los conspiranoicos y personajes como Jorge Fernández Menéndez, quien la reescribió al tiempo que fungía como propagandista directo de Felipe Calderón y que el año pasado se sumó alegremente a la nueva criminalización de los guerrilleros. Por cierto, Gustavo Hirales, uno de los más polémicos de los supervivientes, calificado por muchos de ellos como “traidor”, descalificó con claridad su versión y sus fuentes, exhibiendo su ausencia de honestidad intelectual
* * *
P.S. Dos textos inclasificables que también hay que leer:
—“Lo que muchos callaron”, de Roberto Santa Cruz, disponible aquí.
—“Aún respira la herida”, de José Luis Esquivel Hernández, disponible aquí.
Gracias, por describir parte de la derecha y su relación con el poder político, económico y mediático, falta por describir aquella insertada en el poder popular, en las escuelas, en los sindicatos y en la era digital. Traigo, aquí, una frase acuñada por Umberto Eco «Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca», para señalar al fascismo y desenmascararlo, cada día, en cada parte del mundo
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Excelente trabajo, Dr. Salmerón. Como dato extra, durante el sepelio de don Eugenio, un publicista de Monterrey que estuvo presente en el funeral me comentó del maltrato (un empujón) al Presidente Echeverría frente a miembros del Estado Mayor, por parte de un familiar del fallecido. Tal era la prepotencia de los empresarios regios de la época.
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Estupendas cronicas. La verdad siempre nos hará libre. Leer esa etapa recrea y desentraña una versión que siempre fue tergiversada por la ultraderecha, que busca imponer su versión histórica. Por eso Salmerón, veracruzano, es admirado, su valentía va más allá de solo escribir. Tengo libros autografiados como los Carrancistas
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Gracias.
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