por Estefanía Blancas García *
Desde la última década del siglo XX —que estuvo marcada por la clonación de la oveja Dolly en 1996 y las polémicas subsecuentes en torno de la regulación legal de los organismos genéticamente modificados—, los medios masivos de comunicación han asumido un papel crucial en la difusión de la idea de que la biotecnología tiene un potencial ilimitado. La retórica dominante en el discurso mediático ha colocado a la ciencia como motor central de cambio y ha proyectado un futuro para la humanidad ya esperanzador, ya apocalíptico. Se trata de un relato que promueve la idea de una “revolución biotecnológica”, fincada en el argumento de que nos encontramos en una era de avance científico vertiginoso, posibilitado por grandes infraestructuras, poderosos instrumentos para el trabajo científico y el fácil acceso a partes biológicas.
Concuerdo con la química Kathleen M. Vogel —autora de “Framing Biosecurity: An Alternative Model to the Biotech Revolution?”, Science and Public Policy 35: 1 (2008): 45-54—, en que el modelo de la revolución biotecnológica ha ocasionado graves estragos en la reputación de las ciencias biológicas, en gran parte por su falta de atención en los aspectos contingentes del quehacer científico. La historia de la ciencia demuestra que las prácticas científicas no producen maquinalmente los resultados esperados, que la integración de tecnologías incipientes en la investigación no es automática y que la incorporación de los productos científicos en la vida cotidiana es gradual.
Hace aproximadamente un mes, The New York Times publicó un artículo (véase aquí), que pone bajo el reflector a la organización estadounidense de amateurs Diybio (Do It Yourself Biology) y a un proyecto que propone tomar radicalmente la noción de “luz natural” para crear plantas que brillan con biología sintética y que idealmente podrían sustituir a los postes de luz. El artículo tiene un título encantador: “A Dream of Trees Aglow at Night” (“Un sueño de árboles que brillan en la noche”). Se trata de la primera vez que la organización Diybio suscita gran revuelo: la noticia se esparció por doquier y, por ejemplo, reanimó la cruzada contra la biología sintética emprendida por el grupo ETC. La postura de ETC se puede conocer dando un vistazo a esta columna sensacionalista publicada en La Jornada el 18 de mayo pasado (aquí la nota).
En años recientes ha comenzado a proyectarse un escenario extremo de biología sintética casera en el cual las cocinas y los garajes serán laboratorios de biología que cualquiera podrá equipar, ya que los instrumentos necesarios para sintetizar genes serán tan accesibles como una laptop y los materiales biológicos a utilizar se conseguirán en tiendas en línea. Ello ha originado una alarma en materia de bioseguridad ante la amenaza de un bioterrorismo incontenible y masificado, lo cual distorsiona nuestra percepción acerca de las organizaciones independientes que hacen biología sintética.

La polémica de las plantas que brillan me sirve como pretexto para hablar de la organización Diybio y su defensa de la ciencia abierta. Diybio surgió con el fin de resistir los embates de la hegemonía en las ciencias biológicas representada por los sectores que componen un sistema cerrado de patentes y otras restricciones impuestas al trabajo científico. El sociólogo y periodista Alessandro Delfanti denomina Big Bio al conjunto de grandes corporaciones, universidades y organismos gubernamentales e internacionales que estructuran el sistema económico de las ciencias de la vida y enarbolan el estandarte de la revolución biotecnológica. Frente a la Big Bio han surgido organizaciones en Estados Unidos y algunos países europeos que buscan modificar el ambiente institucional centralizado en el cual la investigación biológica se desarrolla, pugnando por la apertura de las prácticas científicas.
Estas organizaciones suelen estar constituidas por académicos jóvenes, formados en centros académicos de vanguardia, y se caracterizan por defender el intercambio libre y abierto de información, por integrar actores que habitualmente están al margen del trabajo científico (es decir, los no científicos) y por el uso de internet como espacio de expresión y organización. La pugna de Diybio por la apertura del conocimiento puede entenderse como paralela al surgimiento del movimiento open source y de la creación de licencias públicas durante las últimas tres décadas del siglo XX. Los lugares en donde ambos movimientos (Diybio y open source) surgen y se desarrollan son coincidentes: a saber, Massachusetts y la bahía de San Francisco.
Fue en estos centros de producción científica y tecnológica que surgieron los entrepreneurs del siglo XXI: jóvenes universitarios con genio, carisma, dote para los negocios, creatividad y una idea revolucionaria en mente. Estos entrepreneurs suelen tener comienzos precarios y humildes, pasan un mal rato gestionando recursos, pero acaban dirigiendo compañías de vanguardia y haciéndose millonarios. La presencia del entrepreneur me conduce a sugerir que la apertura de espacios alternativos para la investigación biológica al margen de las instituciones constituye una gran oportunidad para que los científicos disidentes fragüen sus propias compañías biotecnológicas independientes, inscritos en las dinámicas del capitalismo digital y la economía open source. Ello supone abordar el modelo de la revolución biotecnológica desde otra perspectiva, planteando una rebelión científica en la cual los líderes son los entrepreneurs. ¿Cuáles serán los efectos que ello generará en la relación de la ciencia con el público?
Es importante evitar adoptar la retórica futurista y centralizada de la revolución biotecnológica, pues ello conlleva la reproducción de un modelo reduccionista y poco útil. Estamos presenciando una descentralización de la ciencia hacia un escenario en donde lo marginal y lo fronterizo es lo que cobra relevancia; por ello propongo que el estudio histórico de una organización como Diybio puede ayudarnos a colocar en una adecuada dimensión y perspectiva el ascenso de la biotecnología y los mecanismos legales que la regulan, poner en crisis el lugar común de la revolución biotecnológica y rastrear de dónde provienen los cambios fundamentales que han ocurrido en la manera en que son concebidas y practicadas las ciencias biológicas contemporáneas.
¿Qué tiene ver que lo «hipster» en el tema? Sólo es desvirtuar la idea general distrayendo la importancia del tema hacia algo superficial como una moda.
Me gustaMe gusta
Todo término es polisémico: si para alguien «hipster» es sinónimo de superficial o «a la moda», para otras personas es más bien una «subcultura» alternativa, «bohemia» y progre. Véase si no lo que dice esa fuente de sabiduría que es Wikipedia: http://en.wikipedia.org/wiki/Hipster_(contemporary_subculture)
Me gustaMe gusta
Me resulta muy emocionante que existan personas que están empezando a trabajar lo historia de algo tan relevante. Biología sintética y el movimiento DIY Bio son el resultado de un cambio radical en el esquema de pensamiento clásico en biología molecular. Esto ha permitido que un grupo importante de entusiastas de diversas disciplinas se atrevan a meterle manos a los systemas vivos por primera vez. Felicito mucho a Estefania por estar observando de cerca y de manera crítica la frontera de las ciencias biológicas, algo que es poco común en México. Donde por lo general, el dogmatismo caracteriza a los movimientos sociales antí-tecnológicos.
Me gustaMe gusta