Divulgación Lenguajes

Empeñarse en divulgar

por Carlos Betancourt Cid *

para Pedro, por abrir brecha

De todos nosotros es conocido el actual fenómeno literario que ha llenado de volúmenes las librerías, relacionados con un concepto que debe ser caro para los historiadores profesionales: el de la divulgación histórica. Son miles y miles las páginas impresas, en ostentosos tirajes, ejecutadas por escritores con innegable oficio, las que han colocado en la discusión de nuestra disciplina este tono ligero puesto en práctica para relatar los hechos del pasado, en el que se cometen, por decir lo menos, descuidos ocasionados por la falta de análisis y el escaso rigor en el proceso de investigación que les antecede. El éxito pecuniario para los autores de tales trabajos viene acompañado de fama editorial y les otorga credenciales para aparecer en los medios públicos como autoridades en materia histórica, propagando en su discurso, entre otras perlas, el descubrimiento de “otra” historia o los afanes de “desmitificación” de los protagonistas de tiempos idos.

Por eso no es de extrañarse que desde este espacio se trabaje una veta crítica hacia esas producciones editoriales y se cuestione cuál es la penetración que han logrado en la conciencia común, distorsionando la manera en que se asimila entre la sociedad mexicana el saber de la historia. La discusión dará para mucho, mas yo quisiera emprenderla por lo siguiente:

Entre las herramientas de estrategia en mercadotecnia aplicadas por las casas editoriales y los autores mismos de las obras en cuestión, se destacan dos términos: difusión y divulgación. Cabe decir que tales acepciones han sido utilizadas en varias aportaciones de este intercambio virtual de ideas, en las que he percibido cierta confusión, producto quizá del vasto espectro que encierran ambos conceptos. Para el propósito del presente planteamiento me apegaré a la sencilla explicación del experto venezolano en ciencias de la comunicación Antonio Pasquali, quien, respetando el sentido primario de los términos, concibe difusión como “derramar o desparramar libremente” y divulgación como “vulgarizar y hacer accesible al público”. Pasquali agrega una categoría más, diseminación, la que comprende como “sembrar selectivamente en el lugar más apropiado”. Bajo estas premisas, a continuación resumo la propuesta concreta.

Teórico de la comunicación
Teórico de la comunicación

Partiré de un ejemplo que puede parecer trivial, y que se aleja del ámbito de la producción editorial, pero que contiene en esencia la formulación para discernir entre difusión y divulgación de productos históricos. Existe en el canal de televisión privada History Channel un programa cuyo título en español se traduce como El precio de la historia. En él se documenta el actuar de los dueños y trabajadores de una casa de empeño de Las Vegas para adquirir objetos históricos con la intención de colocarlos posteriormente entre coleccionistas privados. Por supuesto que los propietarios del establecimiento compran las piezas ofrecidas a precios bastante reducidos, pues finalmente para ellos es un negocio. Empero, en el proceso de autentificación de algunos verdaderos tesoros del pasado la certificación ejecutada por expertos le otorga relevancia a los contenidos de la emisión televisiva, ya que ilustra al auditorio de manera amena, captando su interés. El ejercicio es interesante si se observa atentamente su estructura a partir de lo establecido líneas arriba.

Se trata de un producto que “desparrama” sus contenidos por uno de los medios de comunicación más extendidos del planeta, la televisión. “Vulgariza” los asuntos abordados a partir de objetos históricos, con una estrategia de mercadotecnia que descansa en provocar en el televidente la expectación por conocer el valor de un objeto que ha sobrevivido tras su paso por el devenir humano. Y “siembra” entre los interesados y conocedores datos específicos como, por ejemplo, la manera en que se valoran los restos que permanecen de lo que aconteció. En fin, en el programa se redondea la fórmula de Pasquali y se cumple el objetivo de difundir y divulgar la historia.

Así, al traer a colación en esta oportunidad este modelo de cómo la difusión de los hechos del pasado puede ser promovida desde varias trincheras, solamente me queda lanzar una pregunta al aire: ¿cuáles van a ser nuestras ideas como profesionales de la historia, adecuadas a la realidad mexicana, para atajar el daño que hacen aquellos que nos presentan cínicamente la tergiversación de los hechos, refugiados en la “divulgación histórica”?

4 comments on “Empeñarse en divulgar

  1. Pedro Salmerón

    Se agradece, mi estimado. Antes había en H. Ch. programas de reproducciones de batallas de la historia gringa, en que se expérimentaba con el armamento y sus efectos, las formas de combatir y cosas similares. ahora, el canal 8que siempre ha sido cercano a los republicanos y para América latina es manejado por ciubanos de Miami) va de mal en peor.

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  2. Definitivamente concuerdo con la propuesta de este pequeño artículo en tratar de elevar una crítica constructiva (y por qué no; destructiva) contra este tipo de materiales editoriales que «maltratan» el rigor y la investigación que todo proceso histórico debe tener. Empero, tal como lo he manifestado en otras ocasiones, yo y otros muchos más estudiantes de maestría, doctorado o licenciatura, se necesita urgentemente de un trabajo serio de divulgación (a nivel local y nacional) que pueda cubrir y satisfacer las necesidades del público en general que se interesa por la historia. Es de vital importancia abrir seminarios, redactar artículos, generar revistas y abrir un canal de comunicación visual y oral donde los historiadores profesionales «no rehuyan» a su responsabilidad de hacer más comprensible la historia y se escuden sólo en mantenerse en su nicho académico, cuyo problema es que resulta inaccesible para las personas de criterio amplio pero limitado en estudios universitarios de Historia. Los investigadores de divulgación de la ciencia nos llevan, a nosotros, años luz de distancia, pues podemos ver en cine, radio, televisión y medios artículos o cápsulas por doquier donde se detalla profesionalmente los contenidos de la física, la química, la biología, las matemáticas, etc. Incluso los filósofos (que es a dónde voy a dirigir mis próximos estudios profesionales) también se han puesto las pilas y han lanzado varias publicaciones donde el público en general entra en contacto con la metafísica, la ontología y hasta la epistemología con planteamientos que les impulsan a reflexionar sobre el ser y su impacto en el mundo real.
    Pido disculpas antes de decir esto, pero, la academia histórica no sólo ha fracasado en llevar al público en general las noticias frescas de su quehacer, sino que ha pecado de indolencia y soberbia al considerar que el género de la «divulgación» es poco menos que nada importante, afortunadamente esto ha ido cambiando poco a poco… Aun nos quedan esperanzas…
    Gracias, sigo siendo lector devoto de su blog, aunque reniegue un poco de mi formación como historiador en favor de la filosofía, jejeje…

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  3. Es interesante la reflexión y mucho ya se ha dicho sobre los escritores que sin ser historiadores se dedican a divulgar historia. Acerca del programa ya tiene algún tiempo en la televisión y a mi se me hizo un verdadero acierto, al parecer la gente le teme a la historia y en cuanto escuchan esta palabra salen corriendo, lo que hace este programa es divulgar la historia sin que la gente se de cuenta, un logro sin duda.
    Ahora, yo también preguntaría ¿Qué podemos hacer como historiadores para jugar el mismo juego de esos usurpadores, cómo nos podemos acercar a las personas?

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    • Angélica Rodríguez

      Divulgando a la gente, participando en los medios masivos, en páginas web, escribiendo artículos, etcétera, no hay de otra…

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