Historia del presente

Fascistas montados, fascistas motorizados

Harim B. Gutiérrez
@HarimBGutierrez

Son tiempos difíciles. La pandemia de Covid-19, mata a centenares de miles y devasta la economía mundial. Pero el inicio del siglo XXI tampoco ha sido idílico. Ha habido un ascenso de movimientos políticos autoritarios en América, Europa y Asia que señalan a los extranjeros como enemigos del bienestar, satanizan a todos los políticos y exaltan al “ciudadano común” como dechado de virtudes; sus líderes prometen mano dura y uso pronto de la fuerza; sus basamentos son fundamentalismos religiosos, racismos y nacionalismos desbocados.

Signo de los tiempos es el Frena. Su oferta es sencilla: derribar a AMLO, “traidor a la patria” y fuente de todos los males, para así salvar al país. Está contra de los políticos en general y la existencia de partidos políticos. Su líder, Gilberto Lozano, de retórica incendiaria, anticomunista y populista, odia a los centroamericanos, cultiva su imagen de hombre duro y alardea de su gusto por la violencia. Su movimiento ha exhortado a los militares para que den un golpe de estado. Ha atraído un coro donde destacan fanáticos religiosos, promotores del mito de la conspiración judía mundial, neonazis y fascistas.

Hasta hace unos días, sus actos públicos más visibles eran sus pintorescas caravanas automotrices con banderas, lemas anticomunistas, imágenes de la Virgen y crucifijos. Eso recuerda a una organización fascista mexicana de la década de 1930: los Camisas Doradas. Entonces había una situación con algunas características parecidas a las de hoy.

El capitalismo pasaba por la peor crisis de su historia: la gran depresión. Las ideas económicas y políticas liberales, así como los regímenes democráticos presidencialistas y parlamentarios, estaban desacreditados. Mientras que los capitalistas liberales se hundían, la Unión Soviética dirigida por José Stalin se libró de la depresión para transformarse en una superpotencia industrial y militar, si bien con un costo humano espantoso. En Italia y Alemania, los grandes capitalistas hallaron la salvación en las políticas de Benito Mussolini y Adolf Hitler. Los nazis en Alemania construyeron una formidable maquinaria industrial y militar para lanzarse a una guerra de conquista por tierras y riquezas; además, se basaron en una ideología racista que consideraba a los demás pueblos como seres inferiores que era menester exterminar o esclavizar.

El comunismo y el nazi-fascismo eran alternativas al capitalismo liberal. Esa pugna repercutió en México. Aquí, comunistas y ultraderechistas tuvieron un apoyo significativo. Sin embargo, no bastó para poner en peligro al estado surgido de la revolución, el cual halló una vía al capitalismo que admitía la propiedad y las empresas privadas, pero también reservaba un papel económico estratégico al estado. Los gobiernos de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas fueron nacionalistas, populistas, corporativistas y aliados de obreros y campesinos. En ese ambiente crispado —apenas terminaba la guerra cristera— las políticas reformistas de Cárdenas alebrestaban a derechistas que, sin matices, las tachaban de comunistas.

El 25 de septiembre de 1935 fue fundada la Alianza Revolucionaria Mexicanista (ARM) en la ciudad de México. La formaron ligas y comités antichinos y antijudíos: una base xenófoba, racista y antisemita. Según Mario Gill, sus principios eran exterminar al “socialismo rojo importado de Rusia”, declarar “traidores a la patria” a quien comulgara con extranjeros de “credos disolventes”, negar la nacionalidad a “extranjeros indeseables”, restringir la inmigración china y judía, destruir el antagonismo entre capital y trabajo, y exterminar el “liderismo” que inquieta y divide a los pueblos, explota a los obreros y corrompe a los gobernantes.

Dice Alicia Gojman que grupos nacionalistas como la ARM condenaban al estado por la persecución a los católicos, acusándolo de ser “liberal-masónico-judaico” y de planear la llegada de colonos rusos, chinos y judíos para “descatolizar” a México.

El fundador y jefe de la ARM fue Nicolás Rodríguez Carrasco, antiguo villista y constitucionalista. Su discurso, según Ricardo Pérez Montfort, partía “de un sistema de opuestos, lleno de verdades absolutas asumidas como un acto de fe”, y gustaba de los adjetivos grandilocuentes. Sus valores: trabajo, familia, patria, honor, propiedad, moral y bandera.

Rodríguez creó una organización paramilitar supuestamente de cinco mil hombres armados: los Camisas Doradas. Decían ser “los hércules que salvamos el honor nacional”, quienes “por la firmeza de sus principios” y “la honradez de sus procedimientos” sembraban el miedo “entre las filas rojas y salvajes”. Describían a los comunistas como “congestionados de ambición y maldad, se arrojan los unos a los otros, como hienas, para disputarse los bienes ajenos, que son su único ideal […] hordas rojas y salvajes”.

La ARM recibió apoyo del cacique de San Luis Potosí, el general Saturnino Cedillo, de empresarios de Monterrey y de integrantes de la Confederación Patronal de la República Mexicana. Buena parte de su gente era de origen clasemediero o militares de baja graduación.

El 20 de noviembre de 1935, Rodríguez marchó al Zócalo de la ciudad de México con 75 jinetes y 100 hombres a pie, uniformados con camisas doradas. Para confrontarlos, se organizaron comunistas y sindicalistas del Comité de Defensa Proletaria (por cierto, algunos de la ARM dobleteaban como rompehuelgas). Cuando la ARM llegó al Zócalo, sus jinetes fueron embestidos por taxistas del Frente Único de Trabajadores del Volante. Hubo 3 muertos y casi 50 heridos. Rodríguez recibió heridas de armas punzocortantes, pero sobrevivió.

La ARM fue proscrita. Rodríguez se exilió en San Antonio, Texas. Desde allí participó en conspiraciones contra Cárdenas. La ARM, clandestina, sobrevivió unos años más. En 1938, tras la expropiación petrolera y el fracaso de la rebelión de Cedillo y la muerte del cacique, la coyuntura favorable se acabó. Rodríguez, amnistiado, regresó en 1940; poco después falleció en Tamaulipas.

Pérez Montfort resumió así a la ARM, en términos que parecen describir al antiobradorismo del Frena: “No parecen tener muy claro qué es lo que defienden; no tienen un programa de acción definido, solamente se saben anticomunistas, pero en términos irracionales; más por miedo que por convencimiento. Miedo a verse afectado por los cambios; en fin, miedo al cambio: reaccionario.”

La extrema derecha fracasó. El régimen de la revolución permaneció en el poder. La oposición de derecha en general siguió siendo minoritaria. Ahora, 85 años después, sigue la polarización. Ante la ostensible decadencia del PRI y el PAN, ¿los fascistas motorizados de ahora tendrán su oportunidad?

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