por Jacinto Barrera y Gabriela Pulido
El Instituto Nacional de Antropología e Historia cumple 78 años de haber sido creado y de haber construido un papel protagónico en el manejo y protección del patrimonio tangible e intangible en México. La ley orgánica que lo creó le otorgó esa encomienda. Hoy en día, el INAH coordina su trabajo a través de su secretaría técnica, la
[…] que supervisa la realización de sus funciones principales y las actividades de los 31 centros regionales que posee el instituto en los estados de la república mexicana. El INAH es responsable de alrededor de 110 000 monumentos históricos, construidos entre los siglos XVI y XIX (el patrimonio cultural datado a partir del siglo XX está bajo el cuidado del Instituto Nacional de Bellas Artes), y de 29 mil sitios arqueológicos descubiertos hasta la fecha en el territorio del país; sólo ciento cincuenta sitios están abiertos al público
Es responsable de la operación de alrededor de cien museos. Tiene varios centros de formación académica, únicos en el mundo, entre ellos la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete y la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Desde que se anunció la formación de la Secretaría de Cultura y la incorporación del Instituto Nacional de Antropología e Historia a la misma, algunos investigadores por cuenta propia, así como la entonces delegación sindical de profesores e investigadores del INAH, comenzaron a denunciar públicamente que dicho proyecto buscaba, si no el desmantelamiento del INAH, sí su debilitamiento institucional: la pérdida de atribuciones, competencia, personalidad, patrimonio y autonomía, entre otros y que, con ello, sus tareas sustantivas —investigación, conservación y difusión del patrimonio cultural— se verían socavadas. Las respuestas a dichas llamadas de atención, por parte de voceros oficiales y oficiosos, fueron las que eran de esperarse: negaciones rotundas e insinuaciones sobre la subyacente paranoia en tales posturas.
Cuando inició 2016, se pidió a los centros de trabajo del INAH que mantuvieran el techo presupuestal de 2015, al cual se le aplicó una reducción de un 20 por ciento. Al inicio de 2017 sucedió lo mismo: se pidió a los centros de trabajo que mantuvieran el techo presupuestal del 2015, aplicándose la consabida reducción del 20 por ciento. Hagan cuentas.

Y más: siguiendo las órdenes de sus superiores y bajo mecanismos vergonzantes, las actuales autoridades del INAH han impuesto sigilosamente un recorte del 51 por ciento a la investigación en todo el Instituto; ¡51 por ciento! ¿Puede haber una más clara expresión que ésta del profundo desprecio por las tareas de investigación que profesan las autoridades de la Secretaría de Cultura, al imponerlo, y las autoridades del INAH, al aceptarlo? Estamos seguros de no equivocarnos al afirmar que ningún otro instituto, universidad o centro de investigación dependiente del presupuesto de egresos de la federación ha recibido semejante castigo. En este mismo sentido debemos entender la disminución del salario de los ayudantes de investigación del INAH, impuesto a partir del primero de enero. Por si fuera poco, sobre los investigadores del INAH pende la espada de Damocles del desconocimiento oficial de todas aquellas prestaciones que no estén incluidas en sus Condiciones Generales de Trabajo aunque hasta ahora hayan gozado de ellas.
Quizá por esta razón ha habido un oprobioso silencio público sobre esta situación. Como quiera que sea, estos son los ominosos signos que anuncian, ciertamente, el desmantelamiento de las tareas de investigación que actualmente se desarrollan en el INAH. ¿Podremos imaginarnos las siguientes medidas en contra del quehacer de dicha institución? ¿A cuanto se reducirá el año que entra el presupuesto de investigación del INAH?
La situación de nuestras colegas contratados y los asistentes de investigación, cuyo trabajo —al cambiar sus formas de contratación del capítulo 1000 al 3000— ahora es considerado como outsourcing, hace visible las estrategias para atacar a la institución desde su sector más vulnerable. Esta semana, la coordinación administrativa del INAH hizo viable este cambio, a pesar de las llamadas de atención, la manifestación numerosa del descontento y de haber recibido sugerencias hechas por parte de los investigadores. A partir del mes que entra, los asistentes de investigación serán considerados de facto como prestadores de servicios. Este proceso debe de ser revertido por parte de nuestras autoridades.
Lejos de suscribir la retórica neoliberal enarbolada por la Secretaría de Cultura —que ve en el gigantesco recorte un “momento de oportunidad” (La Jornada, 22 de marzo de 2017)—, los investigadores del INAH advertimos una calculada maniobra de desmantelamiento de las instituciones culturales de este país.
Para analizar el éxito o fracaso del INAH. en cada Estado de la nación, bastaría con ver sus éxitos o fracasos en cada Estado. Miremos Campeche, en su administración, en los efectos en los sitios arqueológicos, en los museos, en los monumentos históricos, en el saqueo arqueológico, en la investigación, En la sustentabilidad de los sitios. Sus investigadores realmente trabajan o están dedicados a disputarse los proyectos. El nepotismo; el decidir quien entra o no entra a trabajar en contratos o plazas Etc. En Campeche se me hace difícil ver a un INAH. Exitoso al cien por ciento sobre todo porque quienes han administrado nuestra cultura no son campechanos y bajo el lema de que son bienes de la nación deciden.
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Mas de la mitad de esto no tiene ningun sustento real, sus cifras no son reales y sus porcentajes son imaginarios. No dan ninguna fuente para comprobar tanta tonteria
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