por Benjamín Díaz Salazar *
En nuestro país se ha despertado una extraña manía por transformar la sangre, la muerte y la tragedia en extensas páginas de guiones y versos musicalizados. La pasión es el narcotráfico. Movimiento furtivo que vuelve a la violencia cotidiana y que transforma la vida al margen de la ley en una forma de concebir la realidad social.
La vida clandestina, de aquello que sucede al abrigo de la ilegalidad, causa un extraño pero inminente interés. ¿Cómo viven?, ¿qué piensan?, ¿a dónde van? son algunas de las preguntas que se despiertan al calor de aquel mundo bandolero. Sin embargo, en las últimas décadas, el narcotráfico se colocó como un referente de la cultura nacional en todos los niveles.
El “jefe de jefes” se abrió paso, de la mano de “Camelia”, en los oídos de miles de mexicanos que escucharon cómo, con una gran facilidad, se narraban las andanzas que el contrabando tenía en el norte del país. El narcocorrido se convirtió en la forma de difundir las hazañas de aquellos capos en el norte, sus logros en el tránsito de droga y el regocijo de sus logros al salir librados de la justicia. Tras la fuga más sonada de la historia —la primera de aquél líder criminal— se abrió paso una nueva interpretación de aquella vida. El morbo de la población exigió conocer más y el narcocorrido se sacudió los remanentes del corrido y se decantó por revelar la vida, el gozo y el placer con que se vive.

La música buscó aliados. En el cine y en la literatura se entendió lo taquillero del tema y se explotó, de una manera tan brutal que aquello que sonaba tan lejano con el tráfico en Texas podía conocerse en una sala de cine o al calor de una taza de café. México descubrió, poco a poco, lo que se quiso mostrar del tráfico de drogas, pero sobre todo, de las redes de influencias tejidas.
Desde hace algunos años, la industria televisiva descubrió el éxito del tema. Se aprovecharon coyunturas electorales, problemas sociales y “guerras” contra el narco para llevar a la pantalla chica la vida de estos personajes. Se dota a las y los partícipes del crimen de un rostro de estrella de televisión; se les otorga un carácter imponente y admirable, que hace que miles de espectadores repiquen aquellas frases que un escritor imagina para convertirlas en ley de vida.
Grandes producciones recrean las aventuras y andanzas de capos nacionales y extranjeros por el control de zonas de influencia. Así, se muestran formas de concebir el mundo, con la ligereza de una escena televisiva. Señalar que las series televisivas o las piezas musicales o las películas sobre el tema son las culpables de los crímenes del país resultaría incrédulo y poco convincente. Sin embargo, esa cercanía, pero, sobre todo, esa banalización de la violencia, marcan un nuevo rumbo en nuestro país.
El narcotráfico ha trascendido los límites del cine, de la radio o de la televisión. Se cree que por usar un tipo de ropa o accesorios, por consumir algún tipo de licor o escuchar un tipo de música, se está dentro de la moda. Los llamados buchones (jóvenes que adquieren la “moda” del narcotráfico) recrean más allá de un simple estilo de vestir y vivir, pues son el reflejo de una sociedad que considera que esa es una única forma de enfrentar la realidad.
Un asesinato, un secuestro o un ajuste de cuentas se convierten en algo tan normal que poco preocupa a la población un multihomicidio, un levantón a plena luz de día o un desfile interminable de convoyes militares por las calles de su ciudad. Nos hemos acostumbrado a la violencia, al dolor y a las pérdidas. Hemos hecho de la tragedia una forma de vida y poco creemos ya en otra realidad.
¿Qué está pasando en México? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Qué nos espera? Vivimos en una constante incertidumbre. Creemos que entre más tanques y camionetas con militares desfilen en las calles todo será más tranquilo. ¿Cómo desacostumbrarse de la violencia? Estamos creando un ambiente en donde nos resulta de lo más normal toparnos con noticias de decesos y catástrofes. ¿Qué hacer? ¿En quién confiar? Suplico a aquélla o a aquél que posea una respuesta que la comparta. México está siendo violentado, ya por el narcotráfico, ya por sus dirigentes, ya por la indiferencia de sus habitantes.
Es lo que me pregunto diario Benjamín, que pasa con nosotros que vivimos tan tranquilos dentro de este caos, aguantado un sistema dominado por gente que sólo ve por su propio provecho y permite que toda la población vea de manera normal hechos indignantes para el ser humano como lo que paso en Ayotzinapa, las desapariciones inexplicables de miles de personas diariamente, niños explotados, trata de blancas, tráfico de órganos. De todo eso lo menos peor es habar de drogas, las drogas son el menor problema pero de esa manera se deslindan de los grandes problemas de nuestro país y todo eso se resume en lo que tu muy dices «acostumbrarse a la violencia».
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en dianast28y comentado:
Un texto muy de nuestro contexto.
Me gustaMe gusta