Acciones Conmemoraciones

Un monumento se transforma

por Carlos Betancourt Cid *

Cuando se colocó la primera piedra de lo que iba a ser el monumento al bicentenario de nuestra independencia, el anuncio oficial invocaba que se trataría de una obra que con el tiempo sería emblemática. Se hacía alusión a la trascendencia que obtuvo el llamado “ángel” de Reforma, erigido en tiempos porfiristas, y se pretendía que el flamante monumento fuera la competencia contemporánea al inaugurado en 1910. El anhelo tenía validez, pero la ejecución del simbólico hito arquitectónico, como se le llamó y que hoy estorba a la vista en la misma avenida donde está la columna de Antonio Rivas Mercado, resultó más que fallida.

Después del retraso que sufrió la obra y que ocasionó que fuera inaugurada 15 meses después de la fecha prometida, además del escandaloso precio que todos los mexicanos tuvimos que pagar por ella, lo concluyente es que no es insignia del proceso histórico que se conmemoraba y su significación se encuentra en el limbo de la indecisión, pues las autoridades no saben a ciencia cierta qué hacer con ese armatoste.

La administración que lo erigió intentó, en un principio, ofrecer una nueva perspectiva de uso para ese espacio y convocó a los creadores interesados en la cultura digital a tener presencia en sus instalaciones. Se le llamó Centro de Cultura Digital Estela de Luz y comenzó a desarrollar actividades con una  clara tendencia hacia el uso de tecnología de punta en diversas producciones artísticas. El lugar comenzó a ser conocido entre el público y los actos que ahí se presentaron aparentaban que la motivación bicentenaria de su creación pasaba al olvido. Sin embargo, con la llegada de un nuevo presidente de la república y, por lo tanto, de otros responsables en Conaculta (instancia a la que se entregó el inmueble), decidieron detener ese tipo de afanes.

Desde entonces el monumento viaja a la deriva. Varios intentos de la sociedad han querido apropiarse del espacio para reivindicar sus exigencias. El Movimiento por la Paz y la Dignidad, convocado por el poeta Javier Sicilia, cuyo hijo fue víctima de la violencia desatada el sexenio pasado, solicitó que se nombrara como memorial en recuerdo de los afectados por la ruta sangrienta de los últimos años. A pesar de que contó con el apoyo de algunos legisladores, el proyecto no ha podido fructificar.

Fueron también los jóvenes del #YoSoy132 quienes vieron en ese punto el espacio idóneo para ofrecerle vitalidad a su organización. A los pies de la torre de cuarzo se reunieron para comenzar sus protestas, considerando que lo único que representaba esa construcción eran los malos manejos de un gobierno incapaz de convocar a un sentimiento de unidad a través de la conmemoración. Por eso, cabe decirlo, los “festejos” fueron un fracaso. Un año después de su lanzamiento como grupo organizado, el #YoSoy132 se volvió a reunir a los pies de la ¿emblemática? construcción, lo que reasignó su uso como centro de protesta y no de remembranza histórica.

En los últimos tiempos este sentido se va consolidando. Un grupo de miembros de la organización Greenpeace se atrevió hace poco a escalar hasta la parte más elevada de lo que tendría que haber sido un “arco” y desplegó un letrero monumental para oponerse al uso de transgénicos. Ya antes un ciudadano había ejecutado la misma acción de protesta, poniendo en riesgo su vida. En fechas recientes se tomó ese espacio como el punto de partida de una singular crítica, en la que ciclistas de ambos sexos, con poca ropa, emprendieron una marcha en sus bicicletas con la intención de no pasar inadvetridos por los automovilistas.

La estela refuncionalizada
La estela refuncionalizada

Lo cierto es que la memoria del pasado pasó a segundo plano y la edificación aludida va adquiriendo su propio significado, otorgado por la gente de la calle y no por los funcionarios, quienes, desde la comodidad de sus puestos, adquiridos por “amiguismo” y no por sus méritos, buscaron la trascendencia personal por medio del despilfarro de los recursos que administraron. En este caso, para decirlo de forma coloquial, “les salió el tiro por la culata”, pues más que inmortalizarse como aquéllos que entregaron a la ciudadanía un distintivo de celebración, serán mencionados por su ineficacia y por la Estela de corrupción que sustituyó a lo que debió haber sido, como rezaba la frase que encumbraron entonces: inspiración para sentirse “orgullosamente mexicanos”.

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