por Aracely Cortés Galán *
En los discursos de los movimientos estudiantiles recientes es notorio que las referencias que tienen los jóvenes son el Consejo General de Huelga de 1999-2000 y los movimientos de 1968 y 1971. Se recuerda mucho menos la huelga estudiantil que se realizó del 29 de enero al 17 de febrero de 1987 en todos los planteles de la UNAM.
Tras varios meses de exploraración en la comunidad universitaria y en los medios de comunicación, el 11 y 12 de septiembre de 1986 el rector Jorge Carpizo puso a discusión en el pleno del Consejo Universitario el documento “Fortaleza y debilidad de la universidad”, que principalmente tocaba temas relacionados con el reglamento general de pagos, inscripciones y exámenes. El entonces secretario general de la UNAM, José Narro sugirió a los representantes se apegaran al artículo 35 del reglamento del Consejo Universitario, que determina que cuando un asunto es de obvia resolución pueden dispensarse los trámites para aprobarlo.
Las reformas planteadas no fueron bienvenidas por algunos de los consejeros universitarios que representaban al alumnado. Así comenzaron a realizarse distintas asambleas en las escuelas dentro y fuera del campus, y en la reunión del 31 de octubre se conformó el Consejo Estudiantil Universitario, que adoptó como lema central “derogación o huelga”. Durante el mes de noviembre tanto estudiantes como representantes de la rectoría se dedicaron a presentar sus posturas sobre las reformas. Después de la multitudinaria marcha del 6 de noviembre, la rectoría anunció su disposición a realizar un diálogo público con los estudiantes —que se transmitió por radio UNAM, alcanzando una audiencia de más de un millón de personas—, pero después de diferentes esfuerzos y pláticas no se pudieron llegar a acuerdos que cumplieran con las expectativas de ambas partes.
El activismo de los grupos estudiantiles fue respaldado por diferentes sectores de la comunidad universitaria; los trabajadores y académicos también manifestaron el deseo de discutir la reforma que por parte de rectoría se estaba proponiendo. Un sector que también se sumó en apoyo del movimiento estudiantil fueron los padres de familia, quienes en distintas reuniones decidieron apoyar a sus hijos.
El 15 de diciembre de 1986 se llegó al acuerdo de continuar con el diálogo público, con diez representantes por parte de la rectoría y diez por parte de los estudiantes. Se discutiría sobre los tres puntos relevantes de la reforma y los resolutivos serían asumidos por el Consejo Universitario. El encuentro se realizó en el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras: del 6 al 9 de enero de 1987 se discutió sobre dos proyectos de universidad que no pudieron conciliarse.
Las protestas en la calle de los universitarios en favor del CEU crecieron de manera exponencial y las movilizaciones eran cada vez numerosas. La contrapropuesta de los estudiantes era que se derogaran las reformas y se convocara a un congreso universitario. Durante todo el mes de enero de 1987 en diferentes espacios a nivel nacional se hablaba del conflicto dentro de la universidad. Los medios de comunicación estaban divididos: por un lado los que cumplen la función social de criminalizar la protesta social, en particular la que hacen los jóvenes; por otro lado, algunos diarios convencidos del activismo y el apoyo de la comunidad universitaria al movimiento estudiantil.

Sin posibilidad de acordar algo en concreto con la rectoría, los estudiantes pusieron las banderas rojinegras en las escuelas de la universidad, y en los 19 días que duró la huelga se hizo toda una estrategia mediática para convencer a la sociedad y a la misma rectoría de la necesidad de convocar a un congreso universitario, donde la participación de cada uno de los miembros de la comunidad estuviera representado. El 9 de febrero, diferentes universidades de país hicieron paros en apoyo a los estudiantes de la UNAM y se realizó una marcha con decenas de miles de jóvenes, que salieron a la calle a exigir la realización del congreso y la derogación de las reformas. (Para un recuento cronológico de los hechos, véase aquí.)
En la reunión del 10 de febrero, el Consejo Universitario decidió suspender las reformas y convocar a un congreso universitario. Las asambleas de las distintas escuelas discutieron si se debía levantar la huelga. Finalmente, en la sesión plenaria del 16 de febrero se acordó entregar las instalaciones y al día siguiente al mediodía los representantes de la rectoría pudieron entrar al campus. El congreso se realizó en el verano de 1990. Algunos de los acuerdos se retomaron y se ejecutaron, no todos. Lo cierto que es la universidad por muchos años se ha parecido más a la propuesta del CEU que a la que hacía por entonces la rectoría.
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