por Estefanía Blancas García *
La historia del movimiento open source se remonta a la década de 1960, cuando las bases de los sistemas operativos y de internet comenzaron a desarrollarse en centros académicos como la Universidad de Berkeley y el Massachusetts Institute of Technology, y en laboratorios de empresas como Xerox, la telefónica Bell y General Electric.
Los desarrolladores y programadores en los años sesenta y setenta estaban habituados a compartir el código fuente de los sistemas en los que trabajaban, incluso cuando pertenecían a distintas organizaciones. Las empresas sugerían a sus ingenieros hacer investigación a la par de sus labores habituales. Gracias a ese esfuerzo, en los laboratorios de AT&T fueron desarrollados tanto el lenguaje de programación C como el sistema operativo Unix, base del actual kernel de Linux, la conocida organización productora y distribuidora de software libre.
La filosofía open source de Linux tiene su origen en los años setenta, con la instalación sin costo o por un precio mínimo del software Unix en múltiples instituciones; después de la creación de Usenet en 1979, una red que logró conectar a los usuarios del incipiente sistema operativo, se aceleró el intercambio de código fuente y los proyectos de desarrollo de software se convirtieron en tareas auténticamente colectivas. Ello ocasionó que a AT&T le fuera imposible reclamar la propiedad sobre Unix a inicios de los años ochenta, pues sus programadores decidieron voluntariamente formalizar el carácter público y gratuito del software.
Desde entonces, el movimiento open source se ha esparcido por doquier y ha generado un gran entusiasmo por el potencial académico de internet y la posibilidad de compartir conocimientos masivamente. Al mismo tiempo, una cantidad alarmante de usuarios de la red consideran que la defensa de la propiedad intelectual ha perdido el sentido. Más allá del intercambio ilegal de libros, cine y música, se trata de una auténtica pérdida de autoría, explícita en las prácticas científicas actuales, presentes en blogs y otros sitios web.
Si bien la ciencia ha sido desde siempre una práctica colectiva, nunca antes había sido posible que un matemático compartiera un problema en un blog para invitar a colegas científicos de todo el mundo para sugerirle posibles soluciones: es el caso de Polymath Project. Y si las matemáticas parecen un asunto muy críptico, también existe el caso de Galaxy Zoo, un sitio web en el cual el usuario puede acceder a un banco de imágenes astronómicas para colaborar en la clasificación de galaxias; todo ello sin que sea necesario comprobar que se tiene un grado académico en ciencias.
Los proyectos de ciencia abierta continuarán gracias a que logran agilizar el trabajo científico de una manera inédita. Por otro lado, parecen romper la esfera que contiene a la elite científica para transformar al público interesado en participante activo en el proceso científico mismo. Digo parecen, porque el público que tiene acceso a estos proyectos también es limitado y bien podría formar otra elite en sí mismo.
En todo caso, ¿quién tiene el derecho a reclamar para sí el conocimiento producido? ¿Será necesario legalizar su carácter abierto y dar crédito a todos los colaboradores por igual, como ocurrió en el caso del software open source en los años ochenta? Como usuarios de internet, ¿de qué manera transforma la ciencia abierta nuestra relación con la ciencia? ¿Será éste un posible escape a la sobreespecialización y una vuelta a la ciencia amateur? Vale la pena pensarlo.
Buen comentario aunque las preguntas no son difíciles de responder. Uno de los grandes personajes mexicanos que difunden la ciencia llamado Enrique Ganem tiene un blog con decenas de podcast que ha respondido a todo esto de manera congruente y aceptable. Una vez más, felicidades a quien escribió esto.
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Felicidades a la autora por abordar este tema. Hay que defender los «commons» antes de que las corporaciones estrechen más su cerco. Pero no solo ellas, sino también nuestros propios prejuicios. Me refiero en particular a la reticencia de muchos docentes a que sus alumnos utilicen wikipedia, que es una fuente abierta a la construcción de quien quiera compartir sus saberes. Hay que enseñar a los alumnos a valorar este modo de relacionarse con el conocimiento.
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