por Bernardo Ibarrola *
A Felipe Calderón le gustan mucho los funerales. Por ello decidió que entre las conmemoraciones por los centenarios de 2010 se rendiría homenaje, de algún modo, a los huesos de los próceres de la independencia. Y en este tema, como en muchos otros, el político michoacano se salió con la suya. Desde los primeros tiempos de su gobierno, Calderón encargó a José Manuel Villalpando —abogado, historiador aficionado y antiguo profesor suyo de la Escuela Libre de Derecho— que se ocupara del asunto desde el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, del que fue nombrado director general.
Diligente y expedito, Villalpando preparó un primer proyecto, cuyas líneas generales acaso discutió con el presidente, y que haría las delicias de los amantes de la simbología religiosa, pues se trataba no sólo de exhumar los huesos de los héroes de la independencia, depositados en el Ángel, sino, además, de montarlos en carrozas y llevarlos de gira por el país: ¡a la veneración de las reliquias se sumaría así el fervor popular de una procesión a escala de toda la geografía nacional! El Consejo Técnico del INEHRM, sin emabargo, rechazó el proyecto por necrófilo y Calderón, hábil maniobrero político, dejó que el asunto se enfriara y prepararó otro plan.
El tiempo pasaba rápido, y a lo largo de su sexenio, marcado por una cada vez mayor violencia e injusticia, la comisión organizadora para las conmemoraciones de 2010 iba dando tumbos y palos de ciego: tras los breves meses que fue coordinada por Cuauhtémoc Cárdenas siguió un camino institucional voluntariamente incomprensible y sinuoso y fue dirigida sucesivamente, por cortos periodos, por Sergio Vela y Rafael Tovar.
Finalmente, a partir de octubre de 2008, el presidente Calderón nombró a un nuevo comisionado… José Manuel Villalpando, quien a la cabeza de esta estrucura burocráctica no tenía que consultar con el Consejo Técnico del INEHRM y fue el verdadero artífice del esperpéntico programa de conmemoraciones del gobierno federal, hasta que en julio de 2010, y ante su escandalosa gestión, puesta en evidencia por la construcción de la Estela de luz, transfirió completito el INEHRM de la Secretaría de Gobernación a la de Educación Pública y puso a su titular, Alonso Lujambio, a cargo de la recta final de las conmemoraciones.

Pero los planes de los huesos ya no se modificaron. Y aunque no se pudo hacer la magaprocesión a nivel nacional (tal vez por el riesgo de que el crimen organizado se robara a su paso por alguna sierra los huesos de algún prócer), sí se planificó su veneración masiva y hasta la realización de tres procesioines por el corazón de la ciudad de México. El 30 de mayo de 2010, los restos de los héroes fueron exhumados del monumento a la independencia y trasportados, en carrozas abiertas y escoltados por cadetes del Colegio Militar, al castillo de Chapultepec, a lo largo del paseo de la Reforma.
Dos meses y medio después, el 15 de agosto, una segunda procesión los llevó de Chapultepec al Palacio Nacional, en donde ocuparon un lugar de honor en la interesante, rica y compleja exposición México 200 años: La patria en construcción. Ahí, en el núcleo simbólico del poder nacional y muy cerca del altar de la catedral en donde estuvieron durante el siglo XIX, fueron, como dice el boletín del INAH, “visitados por más de un millón de mexicanos”. Finalmente, el 30 de julio de 2011 —fecha trascendental según Calderón “porque precisamente hoy se cumple el bicentenario de la muerte del padre Hidalgo”— se cerró el círculo y una tercera procesión regresó los huesos venerados al lugar del que habían sido sacados un poco más de un año atrás.
En la colección de estos huesos “visitados por más de un millón de mexicanos” en Palacio Nacional y venerados espontánemente por las calles de la capital, hay huesos de más y huesos de menos. Faltan huesos de héroes y sobran otros, pertenecientes a desconocidos, a personas conocidas pero que no forman parte del panteón nacional, e incluso restos de animales. Éste, de por sí, no es un problema, pues el acto veneratorio no necesita de ninguna clase de datos para realizarse. El problema es que el gobierno buscó los datos, los obtuvo y luego los ocultó. El problema es que a este respecto, el gobierno de Felipe Calderón engañó a todo el mundo.
* Profesor de carrera, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
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