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Historia con las tripas

por David F. Uriegas *

Ya no se escribe como antes. El tiempo se ha llevado los sueños e ideales del pasado, las ha enterrado bajo la tierra, detrás de placas conmemorativas bien pulidas, y permanecen en un aparente olvido. ¿Nostálgico? Tal vez, pero la realidad histórica actual es ésa: ya no se escribe como antes. Y ni siquiera se discute, no se platica. ¿Dónde están, pues, los grandes pensadores de antaño, los revolucionarios e idealistas que alguna vez pretendieron, con toda la fuerza de su pasión, cambiar al mundo? Los artistas, los poetas, los literatos, filósofos, historiadores… En apariencia, el tiempo se los ha llevado. Hoy no son más que recuerdos, ideas descritas y bien analizadas dentro de las aulas de las más grandes universidades, ideas enclaustradas en bibliotecas, ideas revestidas de polvo.

De un día a otro se olvidan las cosas. La simplicidad y monotonía del país se han convertido en elementos naturales a nosotros, a la sociedad. La sociedad no puede y no debe permanecer callada, pero lo hace, vive en una cultura de silencio y sometimiento difícilmente de desarraigar; está siendo bombardeada de información corrupta acerca de nuestro pasado, que no hace más que hacernos creer una realidad que nunca ha sido. Son los discursos políticos, las formas de celebración y conmemoración, la conservación del patrimonio, la educación, los recursos mediáticos, y mucho más que aquí no cabe ser descrito.

Espacio de discusión de otros tiempos
Espacio de discusión de otros tiempos

¿Dónde están, pues, los intelectuales? ¿Dónde están aquellos hombres y mujeres que poseen las armas para combatir semejantes distorsiones y perversiones? Hablo con la voz de mi juventud, con el deseo y el ánimo que mis estudios y reflexiones me han brindado. Escribo con las tripas y con el corazón: ¿y quién no lo haría al reconocer que ciertos aspectos de nuestra realidad son cosas que a todos nos están afectando? Son millones de muertos, miles y millones de pesos mal invertidos, reformas estructurales que perjudican… ¿Y creen que se soluciona con un discurso que contenga ideas de héroes nacionales? Es más, ni siquiera son las ideas de los héroes, sino el «héroe» mismo.  ¿No son por estas cosas las razones por las que en el pasado se escribía historia, para evitarlas?

Que la academia no permanezca callada, que recuerde, y que el grito del descontento se haga patente derrumbando el paradigma que nos ensordece y ciega, porque la historia no es una puta que pueda tomarse a la ligera.

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