por Halina Gutiérrez Mariscal y Luis Fernando Granados *
Casi siempre asumimos que la historia es un asunto, un quehacer, que tiene que ver con el pasado. Con frecuencia, más aún, cuando pensamos en historia pensamos en muertos y en ruinas, en vestidos pomposos y armas ridículas, en dioses de piedra o inundaciones apocalípticas. En una palabra, pensamos que el pasado es lo que fue y ya no es, que es aquello que dejamos atrás o que ya no sirve.
En el Observatorio de Historia estamos convencidos de lo contrario. En realidad nos parece que tanto la disciplina de la historia como su objeto de estudio tienen una vida que se extiende hasta el presente, influye de manera poderosa en nuestros actos y pensamientos, y nos acompaña todos los días. Esto es, tenemos la convicción de que el pasado y lo que sabemos del pasado sigue siendo hoy aunque a veces no podamos o no queramos verlo. Antiguo o reciente, íntimo o lejano, el pasado y el conocimiento del pasado están lejos de haberse separado de nuestra experiencia cotidiana; antes bien son un ingrediente central de esa experiencia. Por eso queremos decir, con Edmundo O’Gorman, que la historia, ante todo, es vida.

A partir de mañana, algunos de los integrantes del Observatorio de Historia vamos a ocuparnos desde aquí de mostrar y discutir algunas de las maneras en que el pasado tiene también un presente vivo, inmediato, palpable, y que por ello —como todo presente— este presente es contradictorio, problemático, abierto al futuro. Pero no vamos a hacerlo con la indiferencia o el distanciamiento que con frecuencia parece ser el rasgo distintivo del trabajo académico. Dado que pertenece a nuestra vida, a nuestra cotidianidad, la actualidad del pasado y del conocimiento histórico exige —nos exige— una interpretación y una toma de posición desde y para el presente. Inevitablemente, esto supone una actitud política que quizá sorprenda o escandalice a quienes prefieren pensar que las historiadoras tenemos la obligación de mirar los toros desde la barrera, sin mancharnos las manos con el presente.
En todo caso, lo que intentaremos aquí es un ejercicio de reflexión ciudadana, a caballo entre la práctica periodística y nuestro trabajo académico, acerca de la vida social del conocimiento histórico. El juicio sobre su efectividad y pertinencia queda por supuesto en manos de quien mire, lea y establezca un diálogo con lo que aquí hagamos. Ojalá esa conversación empiece pronto.
Me parece muy interesante su planteamiento además de pertinente. Soy historiadora/antropóloga y trabajo en temas socioambientales donde el presente del pasado es fundamental no sólo para el estudio de diversas temáticas, sino además, y más importante, en la elaboración de proyectos y programas para el uso y aprovechamiento de los recursos naturales desde la visión de los dueños y usuarios de los mismos, la cual está definida por su historia y su cultura. Felicidades por este espacio!
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Hallina, Luis Fernando (y todos los que conforman el Observatorio de Historia)
Celebro la aparición de su (nuestro) diario electrónico. Los seguiré de cerca; al fin y al cabo, los periodistas somos algo así como los historiadores inmediatos.
Juventina Herrera Dublán
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Es grato saber que se abren espacios dedicados a la historia, que invitan al aprendizaje y conocimiento de esta maravillosa ciencia, pero en este caso, es mucho más interesante estar al tanto de esta publicación, por su propia propuesta que invita a la reflexión, por ende a la construcción crítica y de análisis reflexivo.
Muchas felicidades por esta propuesta, con lo cual se aprecia la Internet al servicio de la historia
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Muchas gracias, será muy grato aprender de ustedes
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