Ciencia y tecnología

Con la parroquia (académica) hemos dado

Federico Anaya Gallardo

Hay autores que, aunque su política nos repugne, debemos leer con atención porque escriben bien. Casi nunca son desperdicio las líneas de quien bien escribe. Pongo por ejemplo a Guillermo Sheridan, cuyos odios a lo progresista-popular son legendarios, pero cuyo humor siempre refresca y cuya sagacidad siempre ilumina —aunque no siempre lo que él desearía ilustrar. De esto último tenemos un interesante ejemplo.

Durante su reciente cruzada en contra de la pareja Sandoval-Ackerman (a la que él, tradicionalista de hueso azulado, llamará siempre Ackerman-Sandoval), Sheridan nos ha regalado la siguiente afirmación:

Hay cierto revuelo por la legitimidad de los títulos de que se ufana el hijito [John, hijo de Bruce]. No es importante. Sí lo es un misterio superior: ¿cómo consiguió una plaza en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM alguien que acababa de graduarse ese mismo año (2006) pero como sociólogo en EUA? Una plaza que se reñían decenas de juristas que tenían antigüedad y habían ganado exámenes de oposición… Ése sí es un misterio.

He citado in extenso para demostrar mis afirmaciones sobre el modo sheridiano de argumentar: repugnante, bello y sin desperdicio.

Primero veamos cómo don Guillermo vuelve a machacar la letra escarlata de la falsedad de los títulos académicos de John Ackerman diciendo aparentemente lo contrario (“No es importante”). Olvida Sheridan que los lectores atentos sabemos que la “legitimidad de los títulos” nunca fue puesta en duda. Alejandro Rojas Díaz Durán solamente alegó que en el registro electrónico de cédulas profesionales de la Secretaría de Educación Pública no existen inscripciones a nombre de Ackerman. Don Guillermo repite una falsa acusación y, nonchalant, esconde la mano. Todo un Arturo de Córdova por aquello de que “no tiene la menor importancia”.

El problema es que la diferencia entre títulos y cédulas sí importa. Lo ha explicado en detalle Ernesto Villanueva y yo no aburriré al lector con repeticiones. Retomo un punto y agrego una idea. El título muestra que una persona siguió un programa de aprendizaje universitario y demostró haber dominado los conocimientos que se le impartieron; en cambio, la cédula es una autorización que otorgan los gobiernos para ejercer ciertos oficios o realizar ciertas actividades que la sociedad considera tan delicadas que deben ser vigiladas. En los títulos el centro es el conocimiento. En las cédulas el centro es el daño potencial que el mal ejercicio puede causar a los clientes del profesionista.

¿Qué nos dicen los títulos de Ackerman ha recibido y que él puso a disposición de la opinión pública vía Twitter? El primero fue expedido por el Swarthmore College de Pensilvania (Bachelor of Arts, 1996) y los dos siguientes por la Universidad de California (Master of Arts, 2002 y Philosophiæ Doctor, 2006). En primer lugar, nos muestran que esta persona cursó cuatro años de educación universitaria en Swathmore —una universidad fundada en Pensilvania en 1869 por una rama anti-esclavista, libertaria y defensora de la igualdad de hombres y mujeres de la Sociedad de Amigos que, aunque ya no es cuáquera desde 1938, ha permanecido leal a los ideales progresistas de sus fundadores, fomentando la co-educación desde el siglo XIX, integrando racialmente sus servicios desde los años cuarenta, participando en el movimiento de derechos civiles y declarándose santuario para los migrantes en 2016. (Detalle de interés: su primer rector, Edward Parrish, insistía en “abandonar la visión aristocrática de la clase educada”. La universidad debía estar abierta a todas y a todos.) Respecto de la Universidad de California en Santa Cruz, ésta es la más joven de las diez universidades que forman el sistema público universitario de ese estado (fue fundada en 1965). Su organización refleja las preocupaciones de la academia estadounidense de los años sesenta, pues procura organizar a sus docentes y estudiantes en comunidades comprometidas con sus temas de estudio. El programa de posgrado en sociología, del que es egresado Ackerman, investiga problemas de desigualdad social, cultura y poder, así como economía y ecología políticas. Este programa es de doctorado con opción a grado de maestría. (Ackerman obtuvo ambos grados.)

A partir de estos elementos, me parece razonable afirmar que John Ackerman cuenta con conocimientos de licenciatura en artes y humanidades dentro de un programa liberal (Swathmore) y que más adelante se formó en un posgrado en sociología con un perfil relevante para la sociedad mexicana, llegando a ser maestro y luego doctor. ¿Se trata de una persona atractiva para una institución de educación superior mexicana? También me parece razonable afirmar que sí.

Sin embargo, Guillermo Sheridan, fulminante, sentencia que cuando Ackerman entró al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM “acababa de graduarse […] pero como sociólogo en EUA”. Es posible, pero poco probable, que don Guillermo sea tan cerrado que no sepa que el grado “Philosophiæ doctor” del sistema estadounidense equivale a nuestro “doctorado”. De hecho, para obtener un Ph.D. se requieren aproximadamente los mismos años de cursos e investigación en institución de educación superior que en México: cuatro de college (licenciatura), uno o dos de maestría y por lo menos cuatro más en el “tercer ciclo”.

La mentira elegante. (Foto tomada de aquí.)

La diferencia estriba en la “no especialización temprana” del college estadounidense. Esto último hace difícil reconocer en México como licenciado a un Bachelor of Arts (B.A.). Los estudios de college no son tan especializados como para conformar una “carrera” en el sistema mexicano. Del college no salen abogados ni médicos ni antropólogos. Éstas son especializaciones que se estudian en las graduate schools de las universidades estadounidenses, en cursos que van de uno a cuatro años, y frecuentemente más. Esta diferencia, que puede ser muy injusta para los egresados universitarios de Estados Unidos que buscan trabajar en México (una pesadilla para los dreamers expulsados por Obama y Trump), es menos grave para nuestros “licenciados” que viajan al norte a estudiar posgrados —aunque causa algún enredo.

En 1991 fui testigo de un extraño caso. Un conocido, recién titulado como “licenciado en derecho” por la UNAM, solicitó y obtuvo su admisión para hacer estudios de posgrado en la American University en Washington D.C. Como su interés era la ciencia jurídica, sus trámites los hizo en la Law School de esa institución. Lo que el licenciado no sabía es que los años de posgrado en “leyes” del sistema estadounidense producen el equivalente de un “licenciado en derecho” en el sistema mexicano. Esto le quedó claro a sus tutores muy pronto, y le reportaron que en términos académicos (cinco años de cursos y una tesis de grado) él ya tenía estudios equivalentes al Juris Doctor, que es lo más aproximado al “licenciado en derecho” mexicano. Clarificado el problema de las equivalencias, lo refirieron a los cursos más avanzados de esa Law School. Ah, por supuesto, mi conocido no podía practicar el derecho en el sentido de prestar servicios jurídicos o litigar. Para eso debía no sólo acreditar la equivalencia de la que hablo (conocimientos académicos), sino presentarse al examen de la barra o colegio en la entidad federativa adonde deseara ejercer la profesión jurídica. Este último requerimiento es el equivalente al sistema mexicano de la cédulas profesionales (que, por cierto, también es de jurisdicción estatal).

Regreso a Sheridan. Ya dije que es poco probable que don Guillermo no supiese de estas diferencias entre los sistemas de educación superior de México y Estados Unidos. Pero entonces, ¿por qué afirmó tan despreocupadamente que Ackerman era “sociólogo”? Parecía sugerir que Ackerman era “sólo licenciado” cuando entró como investigador de la UNAM. Sheridan es demasiado inteligente para no saber que esto podía entenderse, pero así dejó su comentario. Buen estoque. Equívoco y engañador, pero buen estoque.

Aparte enterró otro aguijón. Sheridan dijo a los lectores de El Universal que Ackerman entró a “una plaza que se reñían decenas de juristas”. Como si las áreas, departamentos o divisiones de una universidad debiesen ser compartimentos estancos en los que nunca jamás han de mezclarse las disciplinas. Sheridan tampoco es inocente en este comentario. Sabe bien que la UNAM lleva décadas luchando a favor de la interdisciplina. (El ex rector Pablo González Casanova fundó en 1986 el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Una de las pocas reformas aplicadas del Congreso Universitario de 1990 fueron los consejos académicos de área, que crean un espacio común entre áreas de conocimiento, tendiendo puentes entre esos feudos que se llaman facultades.) Sheridan también debe saber que una de las características que han distinguido al IIJ de la Facultad de Derecho de la UNAM es su mayor apertura para aceptar nuevas ideas —lo que incluye, por supuesto, el reclutamiento de investigadores expertos en otras áreas del conocimiento. Es el caso de Ackerman, doctor en sociología.

A quien bien escribe hay que agradecer siempre. Incluso cuando es de derechas, equívoco y zahiere con sus ambigüedades, ilumina la realidad de la que hablamos. El texto de Sheridan contra Ackerman nos da luz acerca de algunos problemas esenciales. Uno, la reverencia de los conservadores por el pergamino y su incapacidad para reconocer el conocimiento. Dos, la desconfianza al extranjero (el olorcillo de la xenofobia siempre se percibe). Tres, la defensa a ultranza de la feudalidad en la organización universitaria (abogados con abogados, sociólogos con sociólogos). Y cuatro, el desprecio por la interdisciplina, que rompe cánones y jerarquías para construir nuevo conocimiento.

5 comments on “Con la parroquia (académica) hemos dado

  1. Me ha gustado mucho su artículo y su tolerancia. Creó que ni Sheridan ni otros conservadores son inocentes, lo que creo es que ante la debilidad ideológica de sus ideas se han vuelto muy pragmático. Así como idolatran a Salinas pueden criticar a Fox. No saben que decir están en un barco a la deriva.

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  2. Barco a la deriva. Imagen correcta.

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  3. Edgar García

    Excelente escrito, y solo recordar que sociología es una materia obligatoria en la carrera de derecho. Salud…os. 😉

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  4. Ricardo hernandez

    Muy buen escrito
    Siga adelante aunque sea usted solo un abogado

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  5. Zara del Norte

    Muy buena respuesta. Ojalá el señor Sheridan también investigue como es que sus cuates y él mismo consiguieron sus plazas en la UNaM, digo, a ver si es capaz de juzgar el propio sistema que le ha dado de comer a él y a su círculo de rancios intelectuales.

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