Documentación Metodología

Corrupción en el ambiente

Luis Fernando Granados

1.

En octubre de 2002, en la revista Cuadernos Digitales de la Universidad de Costa Rica, Stefanía Gallini publicó un artículo titulado “Invitación a la historia ambiental”. Según se explica en la nota introductoria, el ensayo es “una revisión de la conferencia pronunciada en ocasión de la inauguración de la III Promoción del Doctorado en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 8 de marzo de 2002”. Ahí puede leerse lo siguiente:

La razón fundamental por la cual es pertinente y legítimo hablar de “historia ambiental”, no como moda efímera, sino como campo serio del saber histórico, es la masa crítica que ha alcanzado. A los trabajos pioneros de William Cronon, Carolyn Merchant, Alfred Crosby, John McNeill, Donald Hughes, Donald Worster, Warren Dean, Joan Martínez Alier, González de Molina, Piero Bevilacqua, Christian Pfister, Richard Grove, [y] P. Brimblecombe[,] se han sumado muchísimos otros a plasmar una literatura históricoambiental ramificada por lo menos en tres direcciones.
La primera se refiere al estudio de las interacciones de determinadas sociedades humanas con ecosistemas particulares y en continuo cambio. Para ejemplificar tan totalizante categoría, vale referirse al mismo Cronon y su Changes in the Land, un trabajo clásico y pionero, en el que el autor reconstruye los cambios ecológicos de la Nueva Inglaterra americana en el paso del dominio de los nativos americanos al dominio de los colonos europeos.
La segunda dirección de marcha de la historia ambiental apunta a investigar las variantes nociones culturales de la relación hombre-naturaleza, es decir, las ideas que distintas sociedades han tenido de la naturaleza. El tema, cuyas fuentes se encuentran entre las múltiples formas de la producción cultural —de la iconografía a la cartografía, de la filosofía a las conmemoraciones públicas y a la literatura—[,] es de gran relevancia, ya que la forma en que las sociedades conciben la naturaleza informa continuamente sus actuaciones con respecto al medio ambiente. Considérese, por ejemplo, la concreta influencia de la idea que distintas sociedades mantienen de qué parte de la naturaleza consideran “recursos naturales”.
Finalmente, la tercera dirección abarca la política ambiental, entendida como ciencia de lo político referido al medio ambiente —y por lo tanto incluyendo los movimientos ambientalistas y el ambientalismo tout court— y también como concretas decisiones institucionales y legislativas relativas al manejo y la protección del medio ambiente. Para citar solamente una de las vetas identificadas bajo esta perspectiva, es preciso recordar la densa, aunque geográficamente heterogénea literatura acerca de la historia de los parques y reservas naturales, como expresión de políticas conservacionistas.[1]

Tres años después, en Tareas, revista del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arozamena, en Panamá, Stefania Gallini publicó un artículo, igualmente titulado “Invitación a la historia ambiental”, que, hasta donde puede verse, es exactamente el mismo que había publicado con anterioridad. Los párrafos citados son al menos idénticos.[2]

2.

En 2013, El Colegio de Michoacán publicó una antología de artículos de historia ambiental aparecidos en su revista Relaciones. En el ensayo introductorio del libro, firmado por Antonio Escobar Ohmstede —no por Stefania Gallini—, puede leerse lo siguiente:

Actualmente, se considera que los trabajos pioneros sobre la perspectiva ambiental-política-social son los de William Cronon, Carolyn Merchant, Alfred Crosby, John McNeill, Donald Hughes, Donald Worster, Warren Dean, Joan Martinez Alier, Gonzalez de Molina, Piero Bevilacqua, Christian Pfister, Richard Grove, Peter Brimblecombe y Elinor Melville, a los que se han sumado muchos otros que plasman una literatura histórico-ambiental ramificada en por lo menos tres caminos.
El primer camino se refiere al análisis de las interacciones sociales con ecosistemas específicos y en continua transformación, básicamente a través de lo que implica el cambio del paisaje a través de la mano y de la acción del hombre. Para ejemplificar esta noci6n, vale referirse al mismo William Cronon en Changes in the Land, un libro pionero donde se reconstruyen los cambios ecol6gicos en Nueva Inglaterra durante la transición del dominio de los nativos americanos al de los colonos europeos, y donde se muestra el alto impacto ecológico que experimentó el paisaje a partir de la introducción de técnicas e instrumentos para acceder y controlar los recursos naturales.
Un segundo camino comprende las nociones culturales de la relaci6n hombre-naturaleza; es decir, las ideas, los símbolos y las manifestaciones que distintas sociedades han construido y adecuado sobre el ambiente y sus componentes. El rema, cuyas fuentes suelen encontrarse entre las múltiples formas de la producci6n cultural, de la iconografía a la cartografía, de la filosofía a las conmemoraciones públicas y a la literatura, es de gran relevancia, ya que la percepción social sobre la naturaleza suele ser una manifestaci6n de las interacciones entre el hombre y el medio que lo rodea. Considérese, por ejemplo, la idea que tienen algunas sociedades sobre aquellos elementos que se clasifican y definen como “recursos naturales”, […].
El tercer camino comprende lo que se ha considerado —desde la década de 1970— como la “política ambiental”; es decir, la ciencia de lo político referida al “medio ambiente”, el ambientalismo tout court, los movimientos ambientalistas y las decisiones institucionales y legislativas sobre el manejo y la protección del ambiente. Una de las rutas mejor identificadas en este camino tiene que ver con las densas y heterogéneas historiografía[s] y cartografía[s] sobre parques y reservas naturales, un enfoque que ha servido para expresar tanto las políticas conservacionistas como los resultados de las mismas en Europa y Norteamérica.[3]

 

Antonio Escobar Ohmstede. (Foto tomada de aquí.)

3.

En 2016, en una carta dirigida al director general del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social —institución a la que ha estado adscrito desde 1986—, Antonio Escobar Ohmstede afirmó que

[…] al escribir dicha presentación glosé unos párrafos (pp. 15-16) relacionados con la historia ambiental sin realizar la adecuada citación del texto de la Dra. Gallini. Ahora que releí el artículo y la presentación para estructurar un estudio en torno a los recursos naturales en los Valles Centrales [sic] de Oaxaca (México) en el siglo xix reparé en ese error, […].

Es imposible aceptar que estamos ante un “error” de “glosa”. Por principio de cuentas, porque glosar no quiere decir “copiar” sino “anotar” o “comentar”. Luego, porque ninguna de las dos publicaciones de Gallini aparece en el texto firmado por Escobar. En tercer lugar, porque la manera en que Escobar sazonó el texto de Gallini revela que sabía lo que estaba haciendo: por ejemplo, incluir a Elinor Melville en la lista de “madres fundadoras” de la historiografía ambiental, o sustituir cambio por transformación en la primera frase del segundo párrafo, y ahí mismo añadir una nueva frase más bien redundante pero “original”. Casi en cada párrafo ocurren modificaciones semejantes, que disimulan pero no borran el origen (ajeno) de la escritura.

Las notas a pie de página revelan de manera aún más clara que en la copia hubo dolo y no impericia. Por ejemplo, al final del primer párrafo citado, Gallini escribe que sus tres clases de historia ambiental han sido

Así identificadas por W. Cronon, citado por A. Taylor, “Unnatural Inequalities: Social and Environmental Histories”, en Environmental History[,] 1(1996), p. 6. Véanse también las ramificaciones detectadas por G. Nebbia, “Per una definizione di storia dell’ambiente”, en A. F. Saba e [sic] E. Meyer, Storia ambientale: una nuova frontiera storiografica, Teti, Milano[,] 2001, pp. 11-36.

mientras que el texto publicado por el Colmich dice que éstas fueron

Así identificadas por William Cronon, citado por Alan Taylor, “Un Natural [sic] Inequalities: Social and Environmental Histories”, en Environmental History, núm. 1, 1996, 6. Véanse también las sugerencias planteadas por Giorgo Nebbia, “Per una definizione di storia dell’ambiente”, en Andres Filipo Saba e [sic] Edgar H. Meyer, Storia ambitentale: una nuova frontera stroriografica, Milán, Teti, 2001, 11-36.

Nótese que la errata en la conjunción de la segunda referencia bibliográfica —acaso un italianismo— se encuentra también en la nota del libro del Colmich.

4.

Por una razón adicional es imposible dar crédito a la explicación de Antonio Escobar Ohmstede. Es que la apropiación indebida de las ideas, la bibliografía y la sintaxis de Stefania Gallini no es un caso aislado. En ese mismo texto, pero más adelante, Escobar comete otros “errores de glosa”, que así deben ser entendidos como una práctica. Por ejemplo:

Empero, si la historia ambiental se propusiera acoger la historia documental de las formas de intervención destructiva de la naturaleza desde la expansión del capitalismo mercantil y hasta nuestros días, tal vez el primer historiador ambiental de las Américas sería Bernal Díaz de Castillo con sus crónicas sobre la destrucción de las Indias.[4]

El autor de esta frase no es Antonio Escobar sino Enrique Leff, como consta en su artículo “Vetas y vertientes de la historia ambiental latinoamericana”, aparecido en la revista Varia Historia en 2005:

Empero, si la historia ambiental se propusiera acoger la historia documental de las formas de intervención destructiva de la naturaleza desde la expansión del capitalismo mercantil y hasta nuestros días, tal vez el primer historiador ambiental de las Américas sería Bernal Díaz de Castillo con sus crónicas sobre la destrucción de las Indias.[5]

A continuación, Leff escribe que

Las narrativas sobre la destrucción ecológica y sobre la desaparición de las etnias —de los hombres de las florestas; de los hombres de las aguas (Rosensvaig, 2000)— constituyen un acervo importante de estudios sobre los impactos del desarrollo, del progreso y de la modernidad sobre las culturas y sobre la naturaleza.
En la concepción que ha dominado esta historia ecológica, el ambiente permanece aún encapsulado en una idea de impactos sobre la naturaleza (aunque ésta pase a ser condicionante de los procesos económicos y no sólo receptora de efectos ecodestructivos). En esa visión no se alcanza a concebir la complejidad ambiental como un proceso enraizado en formas de racionalidad y de identidad que, como principios de organización social, definen las relaciones de toda sociedad con la naturaleza; la historia ambiental se limitaría a estudiar las formas como diversos modos de producción y formaciones sociales se apropian, transforman y destruyen los recursos de su entorno. Sin embargo, la historia ambiental, refiere a un concepto ó el de ambiente ó que remite a la definición de la complejidad ambiental que problematiza las relaciones entre ecología y economía desde el campo del poder y de la cultura.[6]

Escobar, por su parte, “escribe”:

De esta manera, se ha construido una historiografía en que las narraciones acerca de la destrucción ecológica y la desaparición de las etnias (“los hombres de las florestas”, “los hombres de las aguas”) constituyen un acervo básico sobre el impacto del desarrollo, el progreso y la modernidad en las culturas y la naturaleza. En este tipo de concepciones, el ambiente aún permanece “encerrado” en una idea de impactos sobre la naturaleza. Es una visión que aún no alcanza a concebir la complejidad ambiental como un proceso enraizado en formas de racionalidad e identidad que definen las relaciones de las sociedades con la naturaleza; limitándose a estudiar cómo los diversos modos de producción y las formaciones sociales se apropia transforman y destruyen los recursos de su entorno.[7]

Vale la pena detenerse en el hecho de que en el artículo firmado por Escobar se invirtieron los fragmentos tomados del texto de Leff, como si de este modo se quisiera ocultar el plagio. Continúa Leff:

Otro género de estudios, más propios de la antropología ecológica o ambiental, han llegado a trasladarse al terreno de la historia. Estos se refieren a las formas como una organización cultural o un estilo étnico condiciona las formas de conservación, aprovechamiento sustentable o explotación de su medio e incluyen estudios sobre la coevolución de la naturaleza y la cultura en diversos espacios geográficos. Este campo es particularmente rico en estudios sobre las estrategias de apropiación de la naturaleza de diferentes grupos indígenas, así como sobre la destrucción ecológica y cultural de diversas etnias (Argueta y Toledo, 1993; Lazos y Paré, 2000).[8]

“Glosa” Escobar:

Buscando una relación interdisciplinaria entre la historia, la antropología, la geografía y la biología ha surgido otros estudios, más propios de lo que se considera como la antropología ecológica o ambiental. Éstos se refieren a las formas de cómo una organización cultural o un «estilo» étnico condiciona las formas de conservación, aprovechamiento sustentable o explotación de su medio e incluyen trabajos sobre la coevolución de la naturaleza y la cultura en diversos espacios geográficos. Tenemos como ejemplos los de Elena Lazos y Luisa Paré (2000) y el de Echart Boege (2008) que muestran las estrategias de apropiación de la naturaleza por diferentes grupos étnicos, así como la destrucción ecológica y cultural de diversas etnias.[9]

En otros cinco momentos, Escobar copia apenas sin cambios otros tantos pasajes del artículo de Leff. En algunos casos repite el procedimiento de copia “simple”; en otros introduce cambios en la interpretación, que transforman el texto del investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Lo significativo, por supuesto, es que nunca reconoce que las ideas, la bibliografía y la sintaxis no son suyas sino de Enrique Leff.

5.

Se dirá que un puñado de pasajes copiados con dolo no pueden compararse con las fábricas de plagio que construyeron —y emplearon con entusiasmo— Boris Berenzon, Rodrigo Núñez Arancibia o Enrique Peña Nieto. Se dirá, más aún, que un artículo mal hecho no puede opacar una trayectoria como la de Antonio Escobar Ohmstede, quien ha alcanzado el nivel 3 en el Sistema Nacional de Investigadores, hoy es secretario académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y acaba de registrarse como candidato a integrar la comisión dictaminadora del área de historia y ciencias de la conducta del SNI. Al contrario, es precisamente por estas circunstancias, o sea por el hecho de que Escobar se encuentra en el centro del sistema universitario mexicano, que este nuevo caso de corrupción académica merece atención pública —y exige una reacción de la comunidad menos complaciente que otras veces.

 

—————

[1] Stefanía Gallini, “Invitación a la historia ambiental”, Cuadernos Digitales, 6: 18 (2002), pp. 2-3.

[2] Stefanía Gallini, “Invitación a la historia ambiental”, Tareas, 120 (2005), pp. 6-7.

[3] Antonio Escobar Ohmstede, “¿Para qué acercarnos al ambiente?”, en La ecología política, la ecología cultural y la historia ambiental a través de Relaciones: Estudios de Historia y Sociedad, compilación de Antonio Escobar Ohmstede (Zamora: El Colegio de Michoacán-Fideicomiso Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor, 2013), pp. 15-17.

[4] Ibid, p. 25.

[5] Enrique Leff, “Vetas y vertientes de la historia ambiental latinoamericana: Una nota metodológica y epistemológica”, Varia Historia, 21: 33 (2005), p. 20.

[6] Ibid, p. 20.

[7] Escobar Ohmstede, “¿Para qué acercarnos al ambiente?”, p. 24.

[8] Leff, “Vetas y vertientes”, pp. 20-21.

[9] Escobar Ohmstede, “¿Para qué acercarnos al ambiente?”, p. 25.

9 comments on “Corrupción en el ambiente

  1. Antonio Escobar Ohmstede

    La verdad de los hechos que se narran en el artículo «Corrupción en el ambiente» están ya debidamente aclarados y comprobados en el área jurídica y en el área académica competentes de la Universidad Nacional Autónoma de México. Saludos cordiales.

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    • Juan de Regules

      ¡Pero es descarado! Indigno de un investigador que se ufana de ser SNI 3.

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    • Pedro Salmerón

      Lo mismo dijeron otros plagiarios… cuando «perteneces», perteneces. la evidencia exhibida por el Dr. Granados, señor Escobar, es incontestable.

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    • Cristina Gomez

      Me puedes decir cual es la verdad de los hechos y cuál es el área académica de la UNAM en donde fueron “aclarados “. Creo que tienes que dar la cara a la comunidad académica. Consideró que es una vergüenza que el IIH , mejor dicho , su directora te haya contratado para ocupar un alto cargo en ese instituto . Espero que renuncies y de paso Ana Carolina Ibarrra.

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  2. “Ortografía. Las incorrecciones ortográficas no son un delito. Pero las últimas investigaciones en lingüística forense señalan que algunas son clave a la hora de determinar la autoría de una prueba.”*1
    La maldita e de la referencia italiana del texto original, que era una falta de ortografía (o simple error de dedo), se coló en el copy-paste.

    *1.- ya no encuentro el texto de donde lo copié.

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  3. Marco Ornelas

    ¿Qué debemos entender, Sr. Escobar, cuando dice que los plagios están “ya debidamente aclarados y comprobados” en las áreas jurídica y académica de la UNAM? ¿Que ya negoció su impunidad con las autoridades correspondientes de la “universidad de la nación”? ¿A cambio de qué? La narrativa es digna de un Instituto de Investigaciones Pre-históricas de una de las muchas universidades patito que hay en el país. Saludos cordiales.

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  4. Heriberto Hernández

    Hipotéticamente lo dicho aquí sólo pareciera buscar desacreditar la carrera de una persona y de paso dañar a la institución. Me parece increíble ver la clase de comentarios aquí vertidos por algunos de los suscritos. Sólo muestran dolo y crean confusión. El hecho puede ser señalado, pero jamás opacará la carrera de un individuo ni la labor de una institución a la que le deben más de lo que seguramente le han dado mucho de los aquí presentes. El título del artículo pareciera llamar al linchamiento y no a la reflexión que en todo caso debería de ser su cometido. Bajo el estigma de la corrupción también llega gente indeseable al poder. Mucho cuidado con los discursos incendiarios. No auguran nunca nada bueno.

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  5. La mediocridad, plagio y poder se mezclan con el cinismo. http://www.plagios.org/casos/

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    • Iván Romero

      Sin duda, el plagio es una práctica que no puede ser tolerada en el medio académico. Sin embargo, lo que veo en este caso, coincidiendo con uno de los comentarios anteriores, es un linchamiento mediático y vendettas personales. Si hubiera mejores filtros de búsqueda, cuántos no saldrían embarrados por plagio o por no reconocer el trabajo de sus becarios.

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