por Aurora Vázquez Flores *
¿Por qué tenemos un calendario cívico? ¿Por qué celebramos algunas fechas históricas y olvidamos otras? En 1792, lxs revolucionarixs francesxs imaginaron un calendario distinto, uno que desestimara toda celebración religiosa y que más bien diera cuenta de la construcción de una nueva sociedad. Esta acción revolucionaria y concienzudamente voluntarista habla más, por supuesto, de una serie de valores y relaciones sociales que de una mera cuenta de las veces que la tierra gira sobre su propio eje. Como lo apuntan los nombres asociados a cada mes en el calendario, en la base del proyecto estaba la idea de articular y mostrar la relación de los individuos entre sí y con su entorno en aquella sociedad.

La semana pasada “celebramos” en México el septuagésimo sexto aniversario de la expropiación petrolera. Aunque oficialmente el asueto del tercer lunes de marzo es por el natalicio de Benito Juárez, el tema público es la nacionalización cardenista de la industria petrolera… en la perspectiva de la reforma energética. Así, por un lado Enrique Peña Nieto, Carlos Romero Deschamps y Emilio Lozoya protagonizaron un acto en Veracruz en donde el primero se limitó a hablar sobre los grandes beneficios que traerá la reforma energética —que hasta el momento nadie logra ver por los incrementos en el gas, la gasolina y la luz— y señaló que constituye una decisión de igual importancia que la nacionalización de la industria.
Por su parte, el PRD llevó a cabo un mitin en el monumento a la Revolución, en donde Cuauhtémoc Cárdenas, junto a una veintena de corbatitas amarillas, no habló sobre la expropiación, sino sobre su lucha en contra de la reforma energética —que se apega a la figura de la consulta popular para únicamente derogar las últimas modificaciones constitucionales— y aseguró que en 2015 buscará echar para atrás las reformas a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales.
Morena realizó un acto en Villahermosa, en donde Andrés Manuel López Obrador pidió no aceptar como legal y legítima la reforma energética, así como dar seguimiento a la denuncia presentada contra EPN por traición a la patria, advertir a los dueños de las trasnacionales petroleras la incertidumbre jurídica de invertir en México, no aceptar la multiplicación en las perforaciones de pozos petroleros, y demandar la aprobación de la consulta pública para revertir las modificaciones constitucionales en materia energética. Más allá de lo enternecedor del juramento patriótico de AMLO para “salvar al petróleo”, lo que se encuentra de fondo en la forma misma de la conmemoración y en su plan de acción es el sectarismo que ha caracterizado a Morena en los últimos meses, en función de su propia agenda electoral, cuyo resultado es la desmovilización de su base y su desvinculación del movimiento social.
Al mismo tiempo, sectores obreros independientes como el Sindicato Mexicano de Electricistas, diversas secciones del magisterio nacional y otros integrantes de la Nueva Central de Trabajadores se movilizaron junto al Congreso Popular, la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores y sectores sociales como el movimiento de usuarios en contra de las altas tarifas de la energía eléctrica. Durante el mitin realizado en el Zócalo, diversxs oradorxs señalaron la importancia del 18 de marzo como una fecha en que es necesario luchar en contra de la reforma energética —y también, por la renacionalización de lo ya privatizado— y que ello sólo se logrará con la más amplia unidad de numerosos actores y ciudadanxs, pues el proceso de reformas estructurales no sólo afecta radicalmente a diversos sectores de la población, sino que transforma las bases del pacto social emanado del proceso revolucionario mexicano.
Las expresiones del 18 de marzo muestran a qué nos referimos cuando hablamos de lo histórico de una fecha y de su contenido político. Lxs historiadorxs estamos acostumbrdxs a señalar que los procesos tienen múltiples causas y que los acontecimientos se relacionan de manera compleja entre sí; establecemos cortes temporales más o menos arbitrarios con base en criterios que, a menudo, son fijados desde nuestro presente y que, casi siempre, son políticos. Pero la elaboración social de la memoria histórica rebasa, por mucho, a lxs historiadorxs. Ésta tiene más que ver con preocupaciones concretas y más o menos inmediatas sobre el rumbo de nuestra sociedad y, por su puesto, por la disputa de posiciones encontradas sobre ese rumbo.
Por ello el 18 de marzo tuvo, cuando menos, cuatro grandes celebraciones-conmemoraciones-movilizaciones. Ello es una muestra del enfrentamiento entre distintos proyectos de país, entre distintas concepciones de los actores sociales y de la relación entre ellos y con su entorno natural. Y aún en la distinción de éstas posiciones con respecto al rumbo que tomará la sociedad mexicana, lo que sí comparten todas ellas es la consciencia de que nos encontramos en un momento decisivo: el momento de decidir si esta nueva etapa significa el abandono del pacto social que marcó al siglo XX o si queremos recuperar nuestra soberanía energética y, con ella, plantear un rumbo distinto para el país.
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