por Jaime Ortega Reyna*

Dos imágenes

Me gustaría evocar en el/la lector/a  dos imágenes. La primera es la de la votación en el auditorio Che Guevara de la huelga en el año 1999 para detener el llamado “plan Barnés” a través de una huelga. La segunda es la de un auditorio clausurado, el único fuera de funciones tras la toma de la Universidad por parte de las fuerzas federales en el año 2000.

Estas dos imágenes convocan al mismo espacio en circunstancias tensas y difíciles,  pero más importante: inexistentes el día de hoy. Lo escribo: ninguna de esas dos circunstancias a las que refiero podrían repetirse el día de hoy en ese mismo espacio. Paradójicamente la presencia de grupos, colectivos e individuos que reclaman la politicidad de su actuar, son la causa principal para que el auditorio Che Guevara sea de nuevo el centro de articulación de un movimiento estudiantil –cualquiera que sea su dimensión- que logre plantear la oposición al ánimo contra-reformista que se cierne en las principales esferas del país. Sin embargo tampoco sería posible el día de hoy que el auditorio fuese clausurado, con su historia, con su potencia y con su simbolismo, por alguna fuerza externa, sea el “estado” o “las autoridades” como se dice en la jerga del activismo. Aquel acto de clausura y la proyección de su desmantelamiento es inimaginable el día de hoy.

1999-2014. Otro contexto, otro conflicto. Soluciones sin derrota.
1999-2014. Otro contexto, otro conflicto. Soluciones sin derrota.

Si la ocupación al auditorio tuvo un sentido este fue precisamente evitar su desmantelamiento. Sin embargo, entre aquella clausura y el acto de su re-apertura median no solo 14 largos años, sino transformaciones en el seno de la universidad, de su composición social y de su movimiento estudiantil, que reclaman re-ordenar las estrategias.

Una situación insostenible

El día de hoy esta situación de ocupación es insostenible. No solo porque pueden suscitarse tendencias que vean al espacio en forma patrimonialista, sino porque el conjunto de la comunidad universitaria ha quedado excluida de él. Por razones de las más diversas el auditorio dejó de ser un referente simbólico, cultural y político que convocara e incluyera. Esto, dicho hasta el cansancio, sólo adquiere una fisonomía cuando recordamos el momento en que los miembros del movimiento estudiantil de 1999 votamos en ese espacio el inicio de una huelga universitaria, cuya historia es conocida. Hoy día, en las condiciones actuales de ese espacio, sería impensable una decisión como la que se tomó hace 15 años.

La situación es insostenible precisamente por esa razón: porque existe la necesidad de que la universidad, su movimiento estudiantil en particular, sea un referente crítico en la actual crisis del Estado mexicano. De otra manera seguirá siendo nota por las disputas, por los llamados al orden, pero no por su capacidad de articular una respuesta medianamente coherente  ante la crisis que nos acecha.

No hay derrota

Me parece que entre quienes honestamente y no por la defensa de algún uso patrimonialista, defienden la permanencia del auditorio como un lugar ante todo de socialización política la situación se ha cerrado y quedan pocas opciones. No imagino yo muchas posibilidades afortunadas de salir de esta situación. Efectivamente, el espacio podría seguir ocupado por muchos años, aunque no cumpliendo función relevante alguna, pero al hacerlo pierde su sentido como espacio de socialización política. Esa es la repetida historia de los últimos años. Por el contrario, desde mi punto de vista, quienes atienden a que el auditorio es un espacio político, abierto a la comunidad, caen en un error al considerar que la “entrega a las autoridades”  es una derrota. Terminar la ocupación actual del auditorio no es una derrota de algún tipo, por la sencilla razón de que el auditorio no cumple la función de socialización política que cumplió en otros tiempos.

Lo mejor perspectiva que puede trazarse un movimiento estudiantil con miras a mediano plazo, consciente de la terrible crisis que vive el país, que ha superado los patrimonialismos y que está dispuesta a fortalecer su posición ante tiempos que no se anuncian como sencillos, es ser capaz de negociar la administración del espacio. No se trata de una entrega y abandono total del auditorio. Se trata de afirmar frente a la institución la capacidad política que tiene el movimiento de gestionar conjuntamente ese espacio. Los mecanismos para lograr un escenario de esta naturaleza corresponden por entero a las jóvenes e imaginativas generaciones que, desde sus posiciones políticas más diversas,  logren sintetizar tanto el reclamo del conjunto de la comunidad de la apertura total, como su capacidad de mantener ese espacio (con todo y su nombre de combate, el que reivindicamos: Che Guevara) como el que reclame la politicidad de los universitarios en tiempos de crisis. Esa sería una gran victoria, estratégica y de largo plazo, no inmediatista y de apariencias.

Abandonar  como conceptos ideas comunes como los de la “negociar es ser derrotados” o de la “traición permanente”, es algo más positivo para quienes buscan construir, desde abajo, alternativas políticas al orden vigente.

¿Para qué queremos el Che?

¿Por qué queremos que el Che sea lo que era antes de 1999?

Lo queremos porque queremos ver las muestras de cine a las que difícilmente podemos  acceder  en otro espacio. Lo queremos porque el teatro es parte de la cultura política de los universitarios, y es una forma de expresión de lo humano. Lo queremos porque en él podemos albergar los más diversos conciertos, de la más diversa música imaginable. Lo queremos porque la poesía y sus recitales merecen llevarse a cabo en el campus. Lo queremos por todo eso, pero no solamente. No somos banales.

Lo queremos de nuevo porque el país se cae a pedazos en medio de la violencia. Lo queremos porque el estado es desmantelado poco a poco por los gobiernos en turno. Lo queremos porque la Universidad también es blanco del reformismo priísta que ya avanzó sobre Pemex. Lo queremos porque hay quienes reclaman mejores condiciones laborales, estabilidad, no discriminación.

Lo queremos porque la universidad se merece su auditorio.

3 comments on “El Che Guevara de vuelta

  1. Eres muy ambiguo, me gustaría pensar que es por desconocimiento de causa. Pero creo es a propósito en forma de omision para manipulasion.

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  2. Carla Ruiz Gordillo

    Como sea, pero ya dejen el auditorio en paz… Hace muchos años que egresé (justamente después de la huelga del 99), y se me revuelve el estómago cada vez que voy y veo así el auditorio. ¡Devuélvanlo ya!
    Y en efecto, el artículo parece manipulación (con C) mediática…

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  3. Mira Jaime, esos dos comentarios son botón de muestra de la «comunidad» que tanto invocas. Saludos.

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