Conmemoraciones Historiografía

El futuro de la represión

por Diana Barreto Ávila, Halina Gutierrez Mariscal y Luis Fernando Granados *

Decenas de heridos, un centenar de detenidos, un puñado de bombas molotov y la destrucción de tiendas en un par de aceras de la ciudad de México (más o menos) parecen poca cosa comparadas con el saldo humano y material de algunos de los enfrentamientos que todavía hoy se recuerdan y construyen como paradigmáticos del modo priista de gobernar.

Frente a la represión de los ferrocarrileros a fines de los años cincuenta y la de los estudiantes universitarios en 1968, o respecto del ataque contra la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y contra el pueblo de San Salvador Atenco, en efecto, los combates callejeros que definieron el primer día del gobierno de Enrique Peña Nieto podrían parecer sucesos insignificantes, incidentes menores que apenas merecerán ser recordados en un futuro remoto.

Combates callejeros. (Foto: Alfredo Dominguez, La Jornada.)
Combates callejeros. (Foto: Alfredo Dominguez, La Jornada.)

Quienes participaron en, fueron testigos de, o tuvieron noticia inmediata de los sucesos del primero de diciembre de 2012 tienen por supuesto una impresión distinta: el sabor de los gases lacrimógenos en San Lázaro, la visión de un policía sangrante a una cuadra de Bellas Artes, la sensación de arrojar una reja metálica contra los protectores del Palacio Nacional, el placer de destruir las ventanas del Starbucks de avenida Juárez o los escalofríos provocados por los toletes y los cascos y los escudos de los cientos de policías antimotines desplegados de manera incesante por el centro de la ciudad —por no hablar del torrente de imágenes que la televisión y los periódicos difundían casi de inmediato— constituyen experiencias a la vez irrepetibles y trascendentes, momentos que definen o reafirman ideas, miedos, convicciones, expectativas.

Acaso no lo será para nadie como para Uriel Salazar Díaz, el estudiante de la UACM a quien la esquirla de una granada de gas lacrimógeno disparada por la policía a las afueras de la Cámara de Diputados le pegó en la cara, y que muy probablemente perderá un ojo. (Animal Político publicó una muy buena crónica de lo sucedido, de Paris Martínez, Omar Granados y Dalila Chagoya.)

Para el conjunto de la sociedad y para el futuro del país, el problema es de otro tipo, aunque es igualmente significativo. ¿Cómo recordar los sucesos? ¿Cómo y para qué nombrarlos? La movilización y la represión del primero de diciembre no terminarán de conformarse como hechos históricos sino hasta que se produzcan las palabras que las supuestamente las describen y los argumentos que en apariencia las explican.

Por eso es indispensable cuestionar el modo en que la mayor parte de la prensa y la televisión, así como el gobierno del Distrito Federal y la Secretaría de Gobernación, han comenzado a referirse a los sucesos. “Actos vandálicos”, “provocaciones”, “hechos de violencia”,  “motines” o «atentados contra la ciudad», no son por supuesto términos inocentes; más bien evidencian una voluntad estigmatizante, el deseo de disminuir el valor simbólico de los actos de frustración de los manifestantes y de los gestos autoritarios de la policía.

¿No sería más conveniente hablar de rebeldía e intolerancia en lugar de reducir todo a una anomalía?  ¿Qué pasaría si se pusiera el acento en la provocación policiaca que se inició con la construcción del cerco de San Lázaro o se resaltara la fluidez espacial y política entre manifestantes «pacíficos»  y «violentos»? ¿En qué medida en la doble movilización puede percibirse un cambio en la manera de resistir al gobierno de Peña Nieto (y del DF)?

En muchos sentidos, la política es el arte de la memoria, de la construcción de discursos sobre el pasado. Advertir el carácter de la violencia policiaca, comprender la desesperación de quienes ayer se lanzaron contra murallas metálicas, filas de granaderos y vidrieras comerciales, no puede por ello ser nada más un asunto político. Es también una manera de entender la historia y su ejercicio.

2 comments on “El futuro de la represión

  1. El nombre del compañero estudiante de Medio Ambiente y Cambio Climático en el plantel del Valle es Uriel Sandoval Díaz. No por quisquillosa, sino que me preocupa que el presente artículo sirve de medio de difusión y reflexión, y creo necesario proporcionar información correcta. De igual manera, concidero importante que su nombre sea conocido ya que es un modo de personalizar o dar valor al hombre más por él que por ser un número más dentro de las víctimas de la represión de ayer.

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  2. observatoriodehistoria

    Gracias por la corrección. Ya la incorporamos al texto.

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